El castillo de Miravet se levanta sobre la roca, protegido por el acantilado del río y por un perímetro de murallas de 25 metros de altura. Donde ahora está el aparcamiento, se encontraba el antiguo foso que, por el lado norte, defendía la fortaleza. Lo hacía mediante un corte amplio y profundo de la roca de la montaña, paralelo al pie de la muralla, que tenía la misión de dificultar al máximo posible el acercamiento al castillo. Todavía hoy se pueden apreciar las señales dejadas en diferentes lugares del talud por las herramientas de corte cuando se abrió el foso en la peña. La piedra extraída se destinó a la construcción del castillo, de manera que el foso sirvió también de cantera.
La entrada es un punto débil en la defensa de un castillo, por ello está reforzada por una serie de estructuras arquitectónicas destinadas a protegerla, como las torres y la barbacana. El camino de acceso rodea las murallas con un trazado sinuoso que impedía un ataque frontal y obligaba a los atacantes a ponerse a tiro de los defensores de las torres.
La torre, que presenta numerosas remodelaciones, fue construida por los templarios sobre la antigua muralla andalusí, para reforzar las defensas del lado norte. Su posición adelantada es clave para el portal de acceso que se encuentra a sus pies.
La actual puerta de acceso al castillo data del siglo XVII. La construcción, hecha con piedra más pequeña e irregular, se diferencia de los grandes sillares de la construcción templaria que pueden apreciarse en la torre del Tesoro.
El recinto inferior alberga los servicios necesarios para el mantenimiento del castillo. En sus 12.000 m2 había almacenes, caballerizas, corrales, talleres, una cisterna de agua e incluso huertos. De la mayoría de estos elementos no ha quedado constancia material debido a su precariedad, pero conocemos de su existencia gracias a las descripciones de los documentos.
Esta nave, situada en el recinto inferior, ha tenido diversos usos a lo largo de su historia. Fue construida en época templaria, como revelan los sillares y el encintado decorativo que se conserva en la parte baja del paramento, pero desconocemos su uso en aquella época. En el siglo XV, fue utilizada como caballeriza, aunque podría haber acogido otros animales ya que en algunos documentos es identificada como boyera. Mientras tuvo esta función, la escalera fue sustituida por una rampa. Posteriormente, el suelo de la nave se niveló con la puerta, y los comederos quedaron soterrados.
Originalmente, este espacio estaba formado por terrazas escalonadas que seguían el desnivel de la montaña pero, en el siglo XVI, se rellena el terreno para nivelarlo y se levanta una nueva muralla.
En el siglo XVII, se empiezan a reformar las antiguas murallas medievales para adaptarlas a las necesidades de la guerra moderna, donde predomina la artillería. Para hacer frente al poder destructor de los cañones, la única defensa es hacer muros más gruesos, lo que obliga al asaltante a destinar más tiempo y municiones a abatir el muro.
La terraza sur es fruto de una remodelación del XVII para reforzar las defensas de este lado. En este punto, la muralla es menos robusta, posiblemente porque sólo pretendía reforzar el efecto del acantilado natural.
La construcción de este baluarte, situado en el ángulo que forman las alas sur y este del recinto superior, constituye una de las reformas que se hicieron entre los siglos XVII y XVIII. El baluarte sobresale respecto a la muralla para cubrir un área más amplia y eliminar ángulos muertos en la defensa.
Desde aquí se puede comprobar que el recinto superior es un recinto fortificado dentro del castillo. El único acceso es esta puerta. El resto de aberturas son mínimas y altas. La puerta estaba protegida por un foso y custodiada por un cuerpo de guardia en el interior del pasadizo.
Semienterrada a un lado del pasadizo de acceso, se encuentra una cisterna construida en época andalusí que se ha mantenido en uso hasta la actualidad.
El recinto superior es el espacio residencial del castillo. Se trata de un espacio fortificado con un único acceso a través de una rampa cubierta que desemboca en el patio. La disposición de los edificios, formando cuatro alas alrededor de un patio, conforma un espacio cerrado sobre sí mismo, protegido del exterior por los propios muros de los edificios y por cinco torres de defensa.
El patio de armas es el eje que estructura el recinto superior. A su alrededor los templarios levantaron las dependencias de la comunidad, conformando un recinto cerrado. Las obras se realizaron entre finales del siglo XII y el siglo XIII, siguiendo un estilo románico tardío.
Este espacio, que ha sufrido muchas transformaciones a lo largo del tiempo, ha sido identificado como cocina gracias a la documentación encontrada, que indica que ese fue su uso en un momento dado.
El refectorio era el comedor de la comunidad templaria. La Regla marcaba la lectura de las sagradas escrituras durante las comidas, y la comida en parejas para asegurar la austeridad y la pobreza. La disciplina de la Regla también imponía la abstinencia y el ayuno, aunque se podía consumir carne tres veces a la semana, a diferencia de otras órdenes monásticas, debido a la exigencia de una buena condición física que implicaba el carácter militar de la orden.
En todas las fortalezas había grandes almacenes para guardar aceite, vino y grano que garantizaban la subsistencia en caso de sitio. En este espacio, el elemento más destacado son los dos silos excavados en el suelo.
Las fortalezas disponían de diversos almacenes. Este espacio se usó para fabricar pólvora
A pesar de ser conocida con el nombre de bodega, esta sala ha tenido usos muy diferentes a lo largo del tiempo. Además de utilizarse como bodega, ha servido de almacén, cuadra e incluso de prisión en algunos momentos de su historia.
La galería, conocida con el nombre de "De profundis", es la antesala de la iglesia. Se encuentra en el primer piso del edificio principal y se accede a ella directamente desde el patio de armas, por la escalera de piedra, ya que no hay comunicación interna entre los pisos. Está cubierta con bóveda de cañón. La restauración ha permitido recuperar los ventanales y el portal con arcos de medio punto, así como el color rojo original del suelo, resultado de mezclar polvo de cerámica con el mortero de cal.
En la iglesia, además del culto diario, los domingos, después de la misa, se celebraba el capítulo, donde se trataban diferentes temas: administración de la encomienda, confesión y penitencia de los miembros de la comunidad o ceremonia de incorporación de nuevos miembros a la orden.
El castillo de Miravet se levanta sobre la roca, protegido por el acantilado del río y por un perímetro de murallas de 25 metros de altura. Donde ahora está el aparcamiento, se encontraba el antiguo foso que, por el lado norte, defendía la fortaleza. Lo hacía mediante un corte amplio y profundo de la roca de la montaña, paralelo al pie de la muralla, que tenía la misión de dificultar al máximo posible el acercamiento al castillo. Todavía hoy se pueden apreciar las señales dejadas en diferentes lugares del talud por las herramientas de corte cuando se abrió el foso en la peña. La piedra extraída se destinó a la construcción del castillo, de manera que el foso sirvió también de cantera.
Desde el exterior, se observa una gran uniformidad en la construcción, lo que evidencia que se edificó en poco tiempo. Se trata de una obra templaria que recubre en algunos tramos una muralla anterior de origen andalusí. Los templarios la levantaron con sillares rectangulares, bien tallados, alineados en hileras muy regulares. Dado su propósito defensivo, los muros prácticamente no tienen aberturas.
En la parte superior de la muralla oeste, al lado de la torre del medio, se pueden ver los restos de una letrina, un voladizo de piedra del que arrancaba una estructura abierta en su parte inferior. Las deposiciones iban a parar a un foso, lejos de las zonas habitualmente transitadas por los habitantes del castillo.
La entrada es un punto débil en la defensa de un castillo, por ello está reforzada por una serie de estructuras arquitectónicas destinadas a protegerla, como las torres y la barbacana. El camino de acceso rodea las murallas con un trazado sinuoso que impedía un ataque frontal y obligaba a los atacantes a ponerse a tiro de los defensores de las torres.
La barbacana es una defensa adelantada en forma de muro que protege la puerta de acceso y el último tramo del camino. De esta manera se impide un ataque a distancia sobre la puerta. Si los asaltantes llegaban hasta la barbacana, quedaban atrapados entre los muros y sometidos a los ataques desde las torres.
La muralla norte está reforzada por cinco torres adosadas y adelantadas de manera que los defensores disponían de un radio de acción más amplio, sin ángulos muertos, para defender el camino de acceso.
La muralla es fruto de una remodelación de los siglos XVII y XVIII para adaptar la antigua muralla medieval a la guerra moderna. La construcción, que combina la mampostería con el encofrado y la tapia, se diferencia claramente de la construcción templaria del siglo XIII, visible en la torre del tesoro, hecha con sillares regulares y bien tallados. A pesar de tener una apariencia menos resistente, la muralla norte cuenta con un espesor considerable para resistir el impacto de los cañones.
La torre, que presenta numerosas remodelaciones, fue construida por los templarios sobre la antigua muralla andalusí, para reforzar las defensas del lado norte. Su posición adelantada es clave para el portal de acceso que se encuentra a sus pies.
La denominación se debe a que Miravet fue sede de la Corte del maestre provincial desde finales del siglo XIII y, como tal, custodiaba tanto el archivo central de la Provincia de Cataluña y Aragón, formado por privilegios y otros documentos importantes, como el Tesoro Provincial. Este último estaba formado por las responsiones, cantidades de dinero que se enviaban a Tierra Santa para mantener las guerras de los templarios. Estas correspondían a un tercio de los ingresos anuales de cada encomienda y la cantidad que pagaba cada encomienda la decidían los capítulos provinciales. En 1304 los templarios catalanes pagaban un total de 1.000 marcos de plata o 52.000 sueldos torneses
Concretamente, la encomienda de Miravet, en 1307, pagaba una responsión de 500 mazmudinas o 4.500 sueldos barceloneses.
La actual puerta de acceso al castillo data del siglo XVII. La construcción, hecha con piedra más pequeña e irregular, se diferencia de los grandes sillares de la construcción templaria que pueden apreciarse en la torre del Tesoro.
El recinto inferior alberga los servicios necesarios para el mantenimiento del castillo. En sus 12.000 m2 había almacenes, caballerizas, corrales, talleres, una cisterna de agua e incluso huertos. De la mayoría de estos elementos no ha quedado constancia material debido a su precariedad, pero conocemos de su existencia gracias a las descripciones de los documentos.
Su perímetro coincide con la albacara, un recinto amurallado construido durante la etapa andalusí para ofrecer protección a la población en caso de peligro. Sobre esta base, la estructura general de la fortaleza ha cambiado poco a lo largo de los siglos, pese a haber evolucionado adaptándose a los avances militares.
Las murallas que protegían el espacio nos muestran diferentes soluciones a problemas de defensa. Al norte, la muralla está reforzada por las cuatro torres que custodian el camino de acceso; al este, la muralla presenta las aberturas de las aspilleras que permitían disparar a la artillería desde una posición segura, y al sur, el muro menos robusto, refuerza la defensa natural que le proporciona el acantilado sobre el río.
Diseñado como un primer nivel de defensa, el recinto inferior rodea parcialmente la parte superior del castillo, el recinto superior, que cosntituye una fortaleza en sí misma.
Esta nave, situada en el recinto inferior, ha tenido diversos usos a lo largo de su historia. Fue construida en época templaria, como revelan los sillares y el encintado decorativo que se conserva en la parte baja del paramento, pero desconocemos su uso en aquella época. En el siglo XV, fue utilizada como caballeriza, aunque podría haber acogido otros animales ya que en algunos documentos es identificada como boyera. Mientras tuvo esta función, la escalera fue sustituida por una rampa. Posteriormente, el suelo de la nave se niveló con la puerta, y los comederos quedaron soterrados.
La construcción estaba cubierta por una bóveda de cañón, parcialmente derruida en la actualidad. Sobre ella, según la documentación, se levantaba un segundo piso destinado a granero, que no se ha conservado.
Alineados a ambos lados de las caballerizas encontramos una fila de comederos para el ganado, hechos de piedra y cal, originales del siglo XIV. Se trata de un elemento excepcional, porque son pocos los que se conservan de esta época.
A finales del siglo XV, una parte de los comederos fueron destruidos para instalar una prensa de aceite. A pesar de ello, la mayor parte han llegado hasta nosotros en buen estado de conservación gracias a que quedaron enterrados cuando el suelo de la nave se niveló con la puerta, a mediados del siglo XVII.
En el fondo de la nave, se encuentran los restos de una almazara del siglo XV. Su construcción supuso la división de la caballeriza y la destrucción de una parte de los comederos para levantar la plataforma sobre la que se instaló la prensa de aceite.
Bajo el suelo de las caballerizas, las excavaciones arqueológicas han dejado al descubierto algunas estructuras de origen íbero y andalusí que revelan que el cerro ha estado habitado desde la antigüedad. De época ibérica, se han identificado algunos muros levantados sobre la roca, correspondientes al periodo de la república romana. Sin acabar de definir un trazado, permiten adivinar que el poblado se levantaba montaña arriba. Respecto a los restos andalusíes, se trata de bases de muros de piedra y cal asociadas a hogares. A pesar de no poder definir la forma ni la función de las edificaciones, los restos conservados nos permiten constatar que la parte baja del castillo estaba habitada.
Originalmente, este espacio estaba formado por terrazas escalonadas que seguían el desnivel de la montaña pero, en el siglo XVI, se rellena el terreno para nivelarlo y se levanta una nueva muralla.
A pesar de que actualmente aparece vacía, había acogido construcciones modestas para albergar almacenes y corrales. La documentación nos habla también de la presencia de huertos destinados al consumo de los habitantes del castillo, con olivos y alcaparras. En algunos momentos, el espacio es utilizado también como cementerio.
Con el paso del tiempo, el castillo se adapta a la evolución del armamento. Así, en el siglo XVIII, se construyen aspilleras en las murallas de levante. A través de la rendija, los artilleros disparaban armas de fuego ligeras con la seguridad de que los proyectiles enemigos difícilmente podían atravesarla. Hacia el interior, la abertura se ensancha para permitir mejor ángulo de tiro a los defensores.
La línea de murallas se prolonga montaña abajo, más allá de la terraza inferior. A diferencia del resto de la fortaleza, este tramo es de menor espesor. se trata de un tramo de la muralla medieval que no fue reformada posteriormente, lo que nos permite observar su aspecto original.
Las murallas medievales tenían por objetivo impedir el asalto al castillo gracias a la altura del muro. Desde arriba, los arqueros podían defender el castillo protegidos detrás de las almenas que coronan la parte superior del muro, y que le confieren el aspecto característico de las murallas medievales. Un paso estrecho, el camino de ronda, que permitía el paso de una sola persona, recorría la parte superior de la muralla.
En la parte inferior de la fortaleza, se encuentran los restos de un polvorín levantado en el siglo XIX. En el interior se conservan los depósitos para los diferentes componentes. Durante las guerras carlistas, la pólvora fabricada en Miravet se distribuye por toda el área del Ebro.
En el siglo XVII, se empiezan a reformar las antiguas murallas medievales para adaptarlas a las necesidades de la guerra moderna, donde predomina la artillería. Para hacer frente al poder destructor de los cañones, la única defensa es hacer muros más gruesos, lo que obliga al asaltante a destinar más tiempo y municiones a abatir el muro.
Además de aumentar el espesor para resistir el impacto de los proyectiles, las nuevas murallas disponen de amplias plataformas en la parte superior para instalar los cañones. Tienen que levantarse sobre una base sólida para resistir el peso y el retroceso generado por el disparo.
La introducción de la artillería implica otros cambios. Para desplazar los cañones, se tienen que construir rampas desde los patios hasta la parte superior de la muralla. Además, se practican aberturas en los muros, las llamadas troneras, para poder sacar la boca del cañón.
La muralla cuenta con diversas torres adosadas que permiten adelantar las desfensas respecto al muro, lo que permitía atacar el flanco del enemigo que se acercaba a la fortaleza.
En el siglo XVII se inicia la introducción de la artillería en el castillo de Miravet. Además de reforzar las murallas, se abren las troneras, unos agujeros en los muros que permiten sacar la boca del cañón mientras los artilleros están a cubierto.
En este momento, se inicia la sustitución de la piedra por el ladrillo en lugares vulnerables, ya que absorbe mejor los impactos de las balas de hierro, y así los destrozos son más localizados y fáciles de reparar.
La terraza sur es fruto de una remodelación del XVII para reforzar las defensas de este lado. En este punto, la muralla es menos robusta, posiblemente porque sólo pretendía reforzar el efecto del acantilado natural.
Se cree que, en el periodo medieval, en este lado se encontraba otra entrada al castillo que comunicaba con el despoblado sarraceno de Les Blores. De hecho, este poblado tuvo un papel importante durante el sitio que sufrió Miravet por parte del ejército de Jaime II, cuando decretó la detención de los templarios de la Corona de Aragón y la confiscación de los bienes. Ante la falta de resultados en las negociaciones con el ejército situado en Blora, los frailes de Miravet bombardearon el poblado con dos brigolas fabricadas dentro del castillo. El objetivo de los templarios era obligar a los soldados del rey a dejar Blora y poder tomar el lugar, y así ganar un camino hacia el Ebro, desde donde poder enviar mensajes y conseguir provisiones.
La construcción de este baluarte, situado en el ángulo que forman las alas sur y este del recinto superior, constituye una de las reformas que se hicieron entre los siglos XVII y XVIII. El baluarte sobresale respecto a la muralla para cubrir un área más amplia y eliminar ángulos muertos en la defensa.
Se construyó aprovechando una antigua torre del siglo XIV que quedó incorporada en su interior. Todavía pueden observarse los restos de una rampa que arrancaba de la terraza del recinto inferior y permitía subir artillería pesada al recinto superior. En la parte superior se conservan algunea aspilleras para las armas de fuego.
Desde aquí se puede comprobar que el recinto superior es un recinto fortificado dentro del castillo. El único acceso es esta puerta. El resto de aberturas son mínimas y altas. La puerta estaba protegida por un foso y custodiada por un cuerpo de guardia en el interior del pasadizo.
De esta manera, si los atacantes ocupaban el primer recinto, los defensores podían refugiarse en este espacio y no implicaba la pérdida de todo el castillo.
Encima de la puerta, se esculpió un medallón que nos remite a las guerras carlistas del siglo XIX. Se puede leer "Reynando" y la fecha "1839". En medio estaba grabado el nombre de "Carlos V", pero fue repicado durante uno de los periodos de ocupación liberal, por la referencia a Carlos María Isidro, el pretendiente carlista al trono de España.
Las defensas del recinto superior estaban reforzadas por un foso que se salvaba gracias a un puente levadizo. Las rocas impedían que tuviera una gran profundidad, pero dificultaba que los asaltantes se acercasen a la puerta.
Semienterrada a un lado del pasadizo de acceso, se encuentra una cisterna construida en época andalusí que se ha mantenido en uso hasta la actualidad.
La disponibilidad de agua es esencial para un castillo, especialmente en caso de sitio. Pero la fortaleza de Miravet se levanta sobre la roca y no dispone de fuentes de agua ni de pozos. La única manera de proveerse de agua era recoger el agua de la lluvia. Por esta razón, se excavó una cisterna en la roca y se trazó una red de tuberías que conducían el agua desde el tejado hasta aquí. Los depósitos se impermeabilizaban con enlucidos de arena y cal.
Existe otra cisterna en el castillo, construida por los templarios, en el recinto inferior.
El recinto superior es el espacio residencial del castillo. Se trata de un espacio fortificado con un único acceso a través de una rampa cubierta que desemboca en el patio. La disposición de los edificios, formando cuatro alas alrededor de un patio, conforma un espacio cerrado sobre sí mismo, protegido del exterior por los propios muros de los edificios y por cinco torres de defensa.
Aquí se encuentran los espacios más emblemáticos, como son la sala del comendador y la iglesia. El recinto superior es esencialmente obra de los templarios, que lo diseñan según las necesidades de la comunidad. Su huella pervive a pesar de que los espacios se modificaron posteriormente para convertirse en cuartel militar.
El patio de armas es el eje que estructura el recinto superior. A su alrededor los templarios levantaron las dependencias de la comunidad, conformando un recinto cerrado. Las obras se realizaron entre finales del siglo XII y el siglo XIII, siguiendo un estilo románico tardío.
El patio actual es más grande que en época templaria, porque no han sobrevivido los edificios del ala oeste. A pesar de todo, se ha podido documentar que en diferentes momentos existieron una cocina, un molino y un horno.
La desaparición de los edificios del ala oeste nos permite observar el imponente muro defensivo. Una de las primeras decisiones que tomaron los templarios fue reforzar las murallas, aprovechando la construcción andalusí como base para levantar unos nuevos muros más altos y gruesos.
La antigua muralla, reconocible por el trabajo en piedra de talla irregular y mortero, llega hasta la altura del paso de ronda. Por la cara exterior, los templarios adosaron un nuevo muro hecho con grandes sillares rectangulares y uniformes, dispuestos de forma regular, con una técnica llamada "opus quadratum", que multiplicó el grosor y la hizo crecer en altura.
Del centro del patio de armas arranca una escalera de piedra, construida en el siglo XVIII, por la que se accede a la iglesia.
En época medieval, siguiendo una lógica defensiva, no existía comunicación interna entre los pisos. El piso principal solo era accesible desde el patio, a través de una escalera móvil que podía ser retirada para aislar la planta en caso de peligro.
En la pared del edificio principal aún son visibles las marcas de los picapedreros: cruces, flechas y otros símbolos. Cada uno de ellos tenía un símbolo que grababa en los bloques de piedra que tallaba, con el fin de facilitar, a la hora de cobrar, el recuento de las piezas entregadas.
Este espacio, que ha sufrido muchas transformaciones a lo largo del tiempo, ha sido identificado como cocina gracias a la documentación encontrada, que indica que ese fue su uso en un momento dado.
A partir del siglo XVIII, sin embargo, se convierte en un patio que comunica el recinto superior con la rampa que sube desde el recinto inferior. El nuevo acceso permite desplazar los cañones hacia el recinto superior, al mismo tiempo que refuerza la seguridad porque obliga a atravesar dos patios antes de entrar.
En el centro aun se pueden observar los restos de un hogar en el suelo y la abertura para acceder a la cisterna excavada en la roca.
En un extremo del patio encontramos una canalización que dirige las aguas de la lluvia de las cubiertas hacia la cisterna del piso inferior.
El refectorio era el comedor de la comunidad templaria. La Regla marcaba la lectura de las sagradas escrituras durante las comidas, y la comida en parejas para asegurar la austeridad y la pobreza. La disciplina de la Regla también imponía la abstinencia y el ayuno, aunque se podía consumir carne tres veces a la semana, a diferencia de otras órdenes monásticas, debido a la exigencia de una buena condición física que implicaba el carácter militar de la orden.
Su construcción se enmarca en las obras que los templarios emprendieron a partir de 1153 para adaptar el antiguo castillo andalusí a las necesidades de la orden militar. La necesidad de ampliar el espacio del recinto superior hizo que derribasen la muralla andalusí, rellenando el terreno con los escombros hasta el nivel del patio de armas. Sobre esta ampliación, construyeron esta gran sala cubierta con bóveda de cañón ligeramente apuntada.
La pared de mediodía, de grandes sillares de piedra, es a la vez uno de los muros defensivos del espacio superior. El espesor de la pared se puede observar en la jamba de las ventanas.
Cuando el castillo fue destinado a uso estrictamente militar, el refectorio se convirtió en el dormitorio de la tropa. El espacio fue compartimentado y se construyó un piso intermedio. Posiblemente, como consecuencia de estos cambios, las ventanas perdieron las columnillas y los arquillos que las decoraban.
Las excavaciones arqueológicas del refectorio han dejado al descubierto bloques de tapia procedentes de la antigua muralla andalusí derribada por los templarios. Los bloques, hechos con tierra prensada y cal, sirvieron para rellenar el terreno y ampliar el recinto superior.
En el subsuelo del refectorio se han descubierto cinco pilares cilíndricos de grandes dimensiones que formaban parte de un proyecto arquitectónico que nunca se llevó a cabo. Sobre los pilares se habrían levantado unas columnas que sostendrían un techo con bóvedas de crucería pero, debido a problemas estructurales, el proyecto fue abandonado. La sala quedó cubierta con una bóveda de crucería y los pilares enterrados.
En todas las fortalezas había grandes almacenes para guardar aceite, vino y grano que garantizaban la subsistencia en caso de sitio. En este espacio, el elemento más destacado son los dos silos excavados en el suelo.
Las fortalezas disponían de diversos almacenes. Este espacio se usó para fabricar pólvora
El elemento más destacado de este espacio son los tres crisoles probablemente usados para la fabricación de pólvora para la artillería. Cada uno de ellos había contenido uno de los tres elementos constituyentes de la pólvora: azufre, carbón vegetal y salitre, que al mezclarse se convierten en una mezcla explosiva.
En el techo, podemos observar las trampillas que comunican con el piso superior para subir cosas.
A pesar de ser conocida con el nombre de bodega, esta sala ha tenido usos muy diferentes a lo largo del tiempo. Además de utilizarse como bodega, ha servido de almacén, cuadra e incluso de prisión en algunos momentos de su historia.
Las excavaciones han dejado al descubierto los restos de una almazara de aceite, que podría remontarse a la época andalusí.
La galería, conocida con el nombre de "De profundis", es la antesala de la iglesia. Se encuentra en el primer piso del edificio principal y se accede a ella directamente desde el patio de armas, por la escalera de piedra, ya que no hay comunicación interna entre los pisos. Está cubierta con bóveda de cañón. La restauración ha permitido recuperar los ventanales y el portal con arcos de medio punto, así como el color rojo original del suelo, resultado de mezclar polvo de cerámica con el mortero de cal.
La galería conserva restos de la decoración original en las paredes, realizada en época templaria. El encintado consiste en destacar, sobre el enlucido de cal, las juntas de los sillares con líneas negras, cuando son verticales, y rojas cuando son horizontales.
En la iglesia, además del culto diario, los domingos, después de la misa, se celebraba el capítulo, donde se trataban diferentes temas: administración de la encomienda, confesión y penitencia de los miembros de la comunidad o ceremonia de incorporación de nuevos miembros a la orden.
La iglesia de Miravet se encuentra integrada en la estructura arquitectónica del castillo, de forma que no es reconocible desde el exterior.
La iglesia, situada en el primer piso, tiene una sola nave y está cubierta con bóveda de cañón, que ocupa una doble altura. No tiene elementos decorativos que destaquen dada la austeridad que imponía la regla templaria. A pesar de ello, por la documentación sabemos que disponía de elementos litúrgicos de gran valor.
El ábside está cubierto por una bóveda de cuarto de esfera y tiene una ventana ligeramente descentrada porque detrás se levanta la torre del Tesoro, que tiene acceso desde aquí. Al igual que la galería, estaba pavimentada con una capa de mortero de cal mezclada con polvo de cerámica roja.
Entre los pocos elementos decorativos que encontramos en la arquitectura de la iglesia, se encuentra el arco que introduce al ábside. Se trata de dos arcos torales que refuerzan la bóveda y se apoyan sobre un pilar con una columna adosada.
Los capiteles de las columnas adosadas que sostienen el arco triunfal son el único elemento de ornamentación esculpida del conjunto.
Las paredes de la iglesia estaban decoradas con el encintado, como la galería, propio de la cosntrucción templaria. También encontramos unas cruces grabadas, quizás del vía crucis.
A los pies de la iglesia hay un rosetón, disimulado por la parte exterior donde se transforma en dos ventanas con arcos de medio punto. Sus elementos decorativos fueron expoliados a mediados del siglo XVIII cuando el castillo fue abandonado.
Al final de la sala encontramos la escalera de caracol que lleva a la terraza superior.
El castillo de Miravet, una fortaleza imponente rodeada por una muralla de 25 metros de altura que parece surgir de las rocas y situada sobre un cerro, domina el curso del Ebro y las tierras de los alrededores.
Su posición estratégica ha hecho que allí se sucedieran los asentamientos desde la prehistoria y le ha otorgado un papel importante en diferentes conflictos.
Todavía hoy se pueden apreciar parte de las estructuras de la fortaleza andalusí sobre la que se levantó el castillo templario, inmediatamente después de la conquista de estas tierras por parte de Ramón Berenguer IV. El castillo se donó a la orden del Temple que lo convirtió en la sede de la provincia templaria de Cataluña y Aragón, durante lo que sería el periodo de mayor poder y esplendor de la historia de Miravet. Dicha provincia fue nombrada sede de la Corte del maestre provincial de la orden del Temple y, por lo tanto, reconocida como la encomienda más influyente del territorio catalán.
A pesar de que posteriormente, el castillo fue remodelado para adaptarlo a las exigencias defensivas que comporta la aparición de la artillería, el aspecto y las estructuras que nos han llegado son esencialmente obra de los templarios. Por ello, Miravet se ha convertido en uno de los mejores ejemplos de la arquitectura militar catalana de los siglos xii-xiii.
La visita a esta construcción templaria nos adentrará en la vida conventual de esta orden militar regida por la estricta disciplina de la Regla cisterciense, vertebrada por una jerarquía férrea que posibilitó una organización interna idónea gracias a su exitosa administración económica y religiosa, que le permitió ser testigo en primera persona del proceso de supresión y extinción de la orden del Temple.
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