Los pintores
Joan Miró, uno de los máximos exponentes del surrealismo abstracto, y
Pablo Picasso, uno de los inventores del cubismo, mantuvieron una estrecha amistad durante
más de cincuenta años. Ambos eligieron Barcelona para legar su obra en forma de centros de arte monográficos. Ahora, coincidiendo con el
quincuagésimo aniversario de la muerte de Picasso, las autoridades francesas y las españolas han creado un gran acontecimiento internacional, la
Celebración de Picasso 1973-2023, que comprende un total de
cincuenta exposiciones dedicadas a Picasso que tendrán lugar en todo el mundo, desde el otoño del pasado 2022 hasta la primavera de 2024.
En torno a este acto de relevancia global, en
Barcelona se organizan diversas actividades, como es el caso de la
muestra «Miró-Picasso», un proyecto conjunto y único del
Museo Picasso de Barcelona y de la
Fundación Joan Miró, que tiene lugar de forma
simultánea en ambas instituciones. La exposición se organiza en torno a seis grandes ejes cronológicos y temáticos y reúne
más de 250 obras procedentes de colecciones públicas y privadas de todo el mundo para dar a conocer, uno al lado del otro, a dos artistas que transformaron con voz propia el arte del siglo XX. Se podrá visitar
hasta el 25 de febrero.
Más allá de los centros que acogen las obras artísticas, la capital catalana també tiene expuestas al aire libre una buena muestra de creaciones de diferentes artistas. En el caso de Miró, es imprescindible conocer las obras que proyectó para dar la bienvenida a los viajeros que llegan a Barcelona.
El proyecto se llamó
Tierra, Mar y Aire. La primera obra se puede ver nada más aterrizar en el
aeropuerto, donde un magnífico mural recibe a los visitantes que llegan a la ciudad por aire. La siguiente, la que da la bienvenida a los que vienen por mar, es el conocido mosaico que se encuentra
en el suelo de la Rambla, en el Pla de la Boqueria. Inaugurado en 1976, tiene muchas similitudes con el mosaico del aeropuerto, como las losas y los colores. La tercera obra, la que tenía que recibir a los visitantes que llegan a la capital catalana por tierra y que se tenía que colocar en el Parque de Cervantes,
quedó pendiente. Hoy, los barceloneses no pueden disfrutar de la obra original, que no pasó de ser una maqueta que llevaba por nombre
Mujer, pájaro y una estrella, pero se puede ver una
reproducción en el patio norte de la Fundación Miró, ubicada en el barcelonés Parque de Montjuïc.
Més enllà dels centres que acullen les obres artístiques, la capital catalana també té a l’aire lliure una bona mostra de creacions de diferents artistes. En el cas de Miró, és imprescindible conèixer les obres que va projectar per donar la benvinguda als viatgers que arriben a Barcelona.
Un país que inspiró a dos artistas de renombre mundial
Los centros de arte monográficos que tanto Picasso como Miró tienen en la capital catalana complementan los que, esparcidos por el país, explican la vinculación que los dos pintores tuvieron con el territorio. «Todo lo que sé lo he aprendido en Horta», decía Picasso. En
Horta de Sant Joan, en la
Terra Alta, donde llegó en 1898 invitado por su amigo
Manuel Pallarès para recuperase de la escarlatina, Picasso pasó semanas dibujando en una cueva del macizo del Port. Cuando regresó, en 1909, acabó por desarrollar el
cubismo, inspirado por los parajes de la Terra Alta. Ahora, el
Centro Picasso de Horta de Sant Joan es un homenaje permanente a Picasso que recoge las reproducciones, muy fieles, de todas las obras que el artista creó en Horta o pensando en Horta y que evidencian los fuertes lazos que unen esta localidad de las Terres de l’Ebre con el gran artista.
Lo mismo sucede en
Gósol, donde Picasso llegó en 1906 procedente de París y estuvo durante tres meses, acompañado de la modelo
Fernande Olivier, su pareja en aquel momento. Dicen que la estancia en ese pequeño pueblo del
Berguedà también fue decisiva en su transición pictórica. La realidad es que durante aquel verano pintó muchos cuadros. La muestra más representativa de las trescientas dos obras que se atribuyen al período de Gósol del artista se encuentran repartidas por diferentes museos de Europa y de los Estados Unidos. En el
Centro Picasso de Gósol se pueden contemplar
reproducciones que muestran el paisaje que lo acogió durante aquellos meses: el Pedraforca, el castillo, la plaza del pueblo, etc., que invitan al
descubrimiento del entorno a través del mismo itinerario que hizo Picasso al llegar y al marcharse. De hecho, la
oficina de turismo del Berguedà, propone una estancia de dos o cuatro días en Gósol con la
posibilidad de dedicar las mañanas a la práctica pictórica con el apoyo de un profesor y disfrutar durante las tardes libres de las
vistas del Pedraforca y del Cadí, de la gastronomía de la zona y de una visita al Centro Picasso.
Más al sur, Miró se enamoró de los paisajes de
Mont-roig del Camp, donde llegó en 1911, con dieciocho años, para recuperase de una enfermedad. Más adelante, pasaba los inviernos en París y los veranos en la masía que la familia tenía en ese municipio del Baix Camp. «Toda mi obra está concebida en Mont-roig», dijo Miró. Y es que Mont-roig y sus paisajes se convirtieron en
punto de atracción, modelo e inspiración de buena parte de la primera producción pictórica del artista. Años más tarde, el
Mas Miró abrió las puertas al público para explicar el paso artístico del pintor
de una etapa más figurativa hasta el surrealismo abstracto con el que se le conoce en todo el mundo. De hecho, esta casa sirvió a Miró para pintar
La masía, la creación más emblemática de la etapa figurativa del pintor y donde empezó a perfilarse el complejo lenguaje que le caracterizó a lo largo de su carrera. De hecho, l
a ruta El paisaje emocional de Miró es una buena oportunidad para conocer las etapas creativas de Miró. Incluida en la audioguía del Mas Miró, la ruta permite recorrer diferentes espacios señalizados y descubrir los paisajes del municipio que ahora forman parte de diversas obras mundialmente reconocidas.
Una propuesta de escapada en colaboración con la revista
Descobrir.