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Naturaleza y Modernismo. Éste es el tándem que define la Colonia Güell. Entre pinares se levanta un conjunto arquitectónico que conserva la esencia fabril de finales del siglo XIX y principios del XX con un nombre estrella: Antoni Gaudí.

La colonia se construyó en 1890 en el terreno propiedad de Eusebi Güell en Santa Coloma de Cervelló. El empresario quería trasladar las industrias textiles que tenía en el Vapor Vell de Sants lejos de los conflictos obreros que imperaban en ese momento en Barcelona.

El conjunto se estructuraba en torno a la fábrica, dotada de la tecnología más avanzada de la época. Además de las casas de los obreros, encontramos equipamientos educativos, culturales y religiosos que la convirtieron en una "pequeña ciudad".

Además, Eusebi Güell, mecenas del Modernismo en Barcelona, ​​le dio una singularidad especial contratando algunos de los mejores arquitectos de la época. Su amigo Antoni Gaudí encabezó el proyecto encargándose de la planimetría del conjunto y de la iglesia, de la que sólo se construyó la Cripta (declarada Patrimonio de la Humanidad en 2005). El resto de los edificios (la escuela, la cooperativa, la casa parroquial y el centro cultural, entre otros) fueron obra de Joan Rubió, Francesc Berenguer i Mestres y su hijo Francesc Berenguer i Bellvehí.

El conjunto hace gala de las novedades constructivas del momento como el uso del mosaico de cerámica, el hierro y el ladrillo. Hay que poner especial atención en las fachadas de la casa del maestro, Ca l’Espinal y Ca l’Ordal, que muestran que, a pesar de ser una arquitectura funcional, no se olvida de los detalles.
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El antiguo Molí de la Vila de Capellades, uno de los más importantes de Cataluña y del Estado, es hoy el Museu-Molí Paperer. Su misión es doble: por un lado, difundir el patrimonio histórico e industrial de esta actividad desde el siglo XIII y hasta principios del XX; por otro, dar continuidad a la actividad artesanal del papel hecho a mano.

En los siglos XVIII y XIX un entorno bien comunicado y con abundancia de agua convirtieron a Capellades en la capital del papel, con nombres ilustres como los Soteras, los Romeu, los Guarro, los Serra y los Romaní. La altísima calidad de sus productos fue apreciada por clientes del país y también por las colonias de ultramar.

Las herramientas, maquinaria, carátulas, tampones de madera y diferentes variedades de papel expuestas en el museo son los testigos de esta tarea industrial. A estos objetos hay que sumarle la conservación y nuevo uso de los molinos, y la numerosa documentación sobre la tecnología y el arte del papel.

Integrado en la red del Museo de la Ciencia y de la Técnica de Cataluña, durante los últimos años el Museo Molino se ha convertido también en punto de encuentro de profesionales que exploran las posibilidades del papel como materia artística.

La fábrica modernista Vapor Aymerich, Amat i Jover es una de las mejores muestras de la arquitectura industrial modernista de Cataluña. Proyectada por el arquitecto Lluís Muncunill e inaugurada el año 1908, es actualmente la sede central del Museo Nacional de la Ciencia y la Técnica de Cataluña (MNACTEC).

Con su cubierta característica de tragaluces de bóveda catalana sostenidas por pilares de hierro fundido y una chimenea de 42 m de altura, el edificio acogía todo el proceso de transformación de la lana, desde la entrada en copos hasta la salida en tejidos acabados. El Vapor, nombre con el que se conoce popularmente la fàbrica, proviene de la utilización de la máquina de vapor como fuerza motriz hasta 1914.

Precisamente su pasado fabril es lo que da forma al actual museo. El objetivo del MNACTEC es preservar y difundir el patrimonio científico, técnico e industrial catalán y mostrar su incidencia social. Las exposiciones permanentes hacen un repaso a temas como la industria textil, las fuentes de energia, la informàtica, la química y el transporte, entre otros. 

El MNACTEC también articula un Sistema Territorial que agrupa 26 museos y espacios especializados en patrimonio industrial, ciencia y tecnología. Cada uno de ellos ofrece una visión temática única y explica la industrialización en una parte del territorio catalán, teniendo en cuenta tanto aspectos técnicos como sociales y culturales.

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En la vertiente norte de El Pallars Sobirà se ubica Gerri de la Sal, una pequeña villa medieval que aún conserva el recinto cerrado y que destaca por su patrimonio industrial y arquitectónico: el alfolí de la sal y el Monasterio de Santa María.

La explotación de la fuente de sal, que hasta hace poco tiempo fue el principal motor económico de esta ciudad, explica la coletilla en su topónimo. Como testimonio de este pasado industrial, se conserva la Casa de la sal o Real Alfolí de Gerri, el gran almacén donde se extraía, se trataba y se almacenaba la sal desde la Edad Media. Considerado el edificio civil más grande en planta de todo el Pallars, acoge el Museo de Gerri de la Sal.

El interés patrimonial de este conjunto se completa con los restos de una muestra del románico catalán en estado puro: el Monasterio de Santa María, que se encuentra justo delante del pueblo.

Consagrado a la orden benedictina en 1149, en poco tiempo se convirtió en un importante centro evangelizador del Obispado de Urgel y también en uno de los más ricos. Pero a finales del siglo XII los condes retiraron el apoyo al monasterio y tomaron tierras y propiedades. Los problemas económicos y las disputas desembocaron en la despoblación de sus dominios y finalmente se exclaustró en 1835. Del monasterio, ahora solo queda la iglesia con el atrio o pórtico de entrada. En el interior se pueden ver hasta 30 capiteles decorados.

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Integrado en el Sistema Territorial del Museo de la Ciencia y de la Técnica de Cataluña, el Ecomuseu-Farinera de Castelló d'Empúries cuenta desde 2004 la historia de los hombres y las mujeres de L’Empordà dedicados al cultivo del grano de trigo y los diversos usos de la harina.

El edificio de La Farinera propone un recorrido por el patrimonio industrial harinero catalán. Las máquinas, herramientas y estructuras expuestas son testimonio de una actividad desarrollada desde la época medieval: primero en el antiguo molino de harina, y desde finales del s. XIX en el año 2001, en la moderna fábrica harinera.

La visita al ecomuseo se completa con una ruta que recorre parte de los cinco kilómetros del Rec del Molí hasta el Puente de La Mercè. Esta infraestructura hidráulica conducía el agua desde la esclusa de Vilanova de la Muga hasta La Farinera, bordeando y abasteciendo huertos y campos. Al llegar a La Farinera, el salto de agua hacía funcionar una turbina Francis de 1905, responsable de generar la energía necesaria para el funcionamiento de la fábrica.

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Paseando por Museo de la Colonia Vidal de Puig-reig podemos conocer cómo eran la vida y el trabajo en una colonia textil catalana de principios del siglo XX. Espacios como la escuela, la fábrica o las viviendas son testigos de la Revolución Industrial en Cataluña.

Instalada al pie del río Llobregat para utilizar el agua como fuente de energía, la Colonia Vidal forma parte de una de las principales concentraciones de colonias textiles de Europa. En el conjunto arquitectónico destacan edificios como la torre del amo, la torre del director, la fábrica, la iglesia, el casino teatro y la casa de la mujer/escuela.

El Museo abrió el 1995, y forma parte del Sistema Territorial del Museo de la Ciencia y de la Técnica de Cataluña. Propone un itinerario que muestra al visitante servicios de la colonia obrera como las viviendas, la escuela, la biblioteca, la pescadería, el lavadero o las duchas. La visita también incluye una exposición permanente que cuenta el día a día de los hombres y las mujeres que trabajaban en la fábrica.

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Junto al río Llobregat, y a la altura de Esparreguera, se alza uno de los principales testigos de la historia industrial de Cataluña: la Colonia Sedó. La gran turbina de 1.400 CV es uno de los grandes atractivos del recinto, una máquina de fundición que fue la más grande y potente de España y una de las más espectaculares de Europa. Actualmente ya no propulsa agua, sino que se ha convertido en el museo sobre la historia de la colonia.

En la antigua sala de máquinas se puede ver la maqueta de la colonia, donde se explica su historia a través de un montaje de luz y sonido y, dentro del tubo de conducción de agua de la turbina se proyecta un audiovisual tridimensional. La visita se completa con una explicación del sistema energético que hacía funcionar el complejo industrial de Miquel Puig. El paseo por la colonia permite captar la vida social y el proceso de producción de un 'pequeño pueblo' donde los telares convivían con los trabajadores.

El conjunto fabril de la Colonia Sedó se fundó en 1846, aprovechando el salto de agua del antiguo molino de Can Broquetas. Actualmente todavía se reconocen las naves dedicadas a la hilatura, el canal y la esclusa del salto de agua, los tejados con bóveda catalana y las oficinas. Dos de las imágenes características del conjunto son la chimenea helicoidal de ladrillo de la antigua máquina de vapor y el acueducto semicircular que llevaba el agua desde el río hasta la turbina.

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En los bosques de Castellar de n'Hug (Berguedà), el industrial Eusebi Güell levantó la fábrica Asland, la primera de España en producir cemento portland, más rápido y resistente que los conglomerados utilizados hasta entonces. Se trata de un imponente edificio modernista, que fue un símbolo de modernidad en su época y que hoy sigue sorprendiendo a los visitantes.

La fábrica, propiedad de la Compañía General de Asfaltos y Pórtland Asland, entra en funcionamiento en 1904. El edificio es obra del arquitecto Rafael Guastavino, que lo construye de forma escalonada para aprovechar la potencia de los saltos de agua del río Llobregat.

Debido a las bajas temperaturas de la zona, la construcción tenía que proteger el espacio ocupado por la maquinaria. Para ello, se optó por una solución arquitectónica innovadora: la Volta catalana, bóvedas tabicadas apoyadas sobre una estructura metálica. Las bóvedas son las que dan singularidad a la fachada de la fábrica.

Posteriormente, Rafael Guastavino exportó esta técnica tradicional a los Estados Unidos, donde patentó el Guastavino system. Este sistema para revestir grandes bóvedas con azulejos y capas de mortero, hizo fortuna y dejó huella en iconos arquitectónicos como la Grand Central Station, el Carnegie Hall o el Museo Americano de Historia Natural, entre otros.

El conjunto industrial de Castellar de n'Hug funciona hasta el año 1975, pero en 2002 vuelve a abrir convertido en Museo del Cemento, un espacio que permite repasar la historia de la construcción en nuestro país. El museo, formado por un centro de interpretación y un itinerario externo por las ruinas de la fábrica, está adscrito al Museo de la Ciencia y la Técnica de Cataluña. Con la visita, se contextualiza la importancia del complejo en un momento de fuerte crecimiento de la sociedad industrial.

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La Central de Capdella, ubicada en el municipio de La Torre de Capdella, fue la primera central hidroeléctrica de Cataluña. Su gestación fue a finales del siglo XIX cuando Emili Riu, periodista y político de Sort, encontró una vía de aprovechamiento de la gran reserva de agua de la Vall Fosca, que supera los 50 millones de m3.

En 1914 la compañía Energía Eléctrica de Cataluña ponía en funcionamiento la central hidroeléctrica. Fue una obra faraónica que aprovechaba las aguas del sistema del Estany Gento a través de un canal de 5 kilómetros con un desnivel de 836 metros. Además, se tuvieron que habilitar nuevas infraestructuras: un funicular, carreteras de acceso, ferrocarriles, viviendas para trabajadores, etc. Sin embargo, el proyecto estuvo listo en sólo dos años.

Al cabo de un tiempo, la Central fue traspasada a la Canadenca (ahora Fecsa-Endesa). Actualmente, en una parte de las instalaciones se encuentra el Museo Hidroeléctrico de Capdella, que pertenece a la red del Museo de la Ciencia y de la Técnica de Cataluña, y que pone en valor lo que supuso la Central para la industria y también para el territorio.

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Definida por el dramaturgo Àngel Guimerà como una de las catedrales del vino, la bodega modernista de Pinell de Brai es la expresión arquitectónica del cooperativismo agrario en Cataluña de finales de siglo XIX. Su construcción se encarga a Cèsar Martinell el 1919 que utiliza todos los elementos de la arquitectura tradicional catalana, la estética modernista, y lo enriquece con las innovaciones técnicas de su maestro Antoni Gaudí.

La luz que se filtra entre los ventanales, la planta que recuerda a la de una iglesia y la sensación de amplitud recrea el interior de una catedral gótica. Pero más allá de la belleza arquitectónica del edificio, Martinell crea un espacio funcional destinado a la producción de vino. Por ello, incorpora importantes innovaciones técnicas: la estructura de naves basada en arcos parabólicos, el sistema de ventilación a través de grandes ventanales o el aislamiento en cámaras de los recipientes para la elaboración del vino.

El elemento más característico de la bodega es sin duda el friso de cerámica vidriada de la fachada diseñado por el pintor Francesc Xavier Nogués, en el que se suceden escenas de la vendimia y de la elaboración del vino y el aceite. A pesar de su espectacularidad, por falta de presupuesto se eliminó del proyecto inicial y no se incorporó hasta 1949.