Joan Brossa (1919-1998) fue un artista inquieto, que se interesó por diferentes disciplinas artísticas. Si bien es cierto que fue poeta, no se limitó a las formas clásicas y trabajó los
poemas visuales, los objetos poemas o los poemas urbanos. Además, este artista vanguardista, difícil de catalogar, trabajó con multitud de disciplinas:
la música, el teatro, el cine e, incluso, la magia. A pesar de todo, fue prácticamente un desconocido hasta 1970, en que publicó
Poesía rasa.
El pistoletazo de salida de su carrera es en 1948, cuando participó en la fundación de la mítica revista
Dau al Set, una publicación que suponía la adopción plena del surrealismo en el terreno artístico y literario. Es de esta época el libro
Romances del Dragolí (1948), que destila ironía y mucho humor. También comienza a escribir teatro de línea dadaísta, dos guiones cinematográficos e, incluso, una pieza de ballet.
En los años cincuenta, la poesía de Brossa cada vez más reflejaba las
cuestiones sociales, la denuncia política y las teorías marxistas. Fruto de este giro son las publicaciones
Me hizo Joan Brossa (1950),
Cataluña y selva (1953) y los diez libros de odas sáficas. Su teatro también fue comprometido, con formas populares como el cuadro de costumbres:
Cortina de murallas o
Oro y sal son algunos ejemplos.
A partir de los sesenta, la plasticidad tomó cada vez más fuerza en la obra de Brossa. El poeta
manipulaba los objetos para representar el concepto (poemas visuales). La colaboración con artistas plásticos fue, pues, inevitable. Trabajó con
Antoni Tàpies y
Joan Miró. Con todo, Brossa no abandonó nunca el poema escrito. Son de este momento
Els entra-i-surts del poeta. Roda de llibres (1969-75), poemas cortos y lúdicos.
Fue después de la muerte de Franco que la
popularidad del artista creció sin cesar: premios y distinciones, una exposición antológica en la
Fundación Joan Miró y una gran proyección internacional. Su obra comenzó a tener presencia física en Barcelona, a través de algunos poemas visuales corpóreos, como
Barcino (1991-1994), delante de la
Catedral de Barcelona, y también con la inauguración del espacio de creación Brossa Espacio Escénico.
El artista intentó siempre que la potencia lírica no le impidiera tener los pies en el suelo. La franqueza, la ironía e incluso el sarcasmo fueron algunas de las herramientas para conseguirlo. Después de su muerte su legado pasó a la
Fundación Joan Brossa, que lo ha cedido en depósito en el
MACBA.