
Construido en 1847 en la Rambla de Barcelona, el
Gran Teatro del Liceo se convirtió desde sus inicios en
símbolo de la emergente burguesía barcelonesa y catalana.
El
origen del Liceo hay que situarlo en el "Liceo Filarmónico Dramático
Barcelona de SM la Reina Isabel II", una organización creada para cubrir
la necesidad de un conservatorio de música en la ciudad. El éxito de la iniciativa
desembocó en la construcción de un nuevo teatro, que se financió mediante
acciones mercantiles: los palcos y las butacas eran de
propiedad.
En sus más de 150 años de historia ha vivido tres
trágicos accidentes: el incendio de 1861, la bomba
anarquista del 1893, o el devastador incendio de 1994. La última
reconstrucción, que duró cinco años, ha modernizado el edificio manteniendo al
máximo su esencia original. Destacan el Salón de los Espejos y la decoración
con molduras de yeso doradas y policromadas.
Con 2.292
localidades, actualmente es uno de los teatros de ópera más grandes
del mundo, y cada año se representan más de cuarenta espectáculos de
ópera, danza, recitales, conciertos y espectáculos infantiles.
En la orilla este del Lago de Banyoles, entre el paraje de Els Desmais y La Caseta de Fusta y siguiendo el paseo ajardinado, destacan unas construcciones singulares: las pesquerías.
La construcción de estas plataformas de pesca se inició en el siglo XIX y duró hasta 1931, cuando el Ayuntamiento prohibió edificar más. Originalmente eran sencillas y fueron sofisticándose con el paso del tiempo. De la forma funcional se pasó a grandes estructuras más anchas con capacidad para más barcas, símbolo de prestigio social y económico.
Como consecuencia del auge de la burguesía catalana y la práctica de deportes acuáticos, las pesqueras fueron objeto de reformas a lo largo de todo el siglo XX, tanto para aumentar la capacidad de almacenamiento, como para alojarse en ellas.
Actualmente sólo pueden verse desde el exterior ya que son de titularidad privada.
Menús opulentos, inspiración en la cocina francesa y desprecio por la tradicional y casera. Durante el siglo XIX la burguesía catalana y los grandes restaurantes optan por una gastronomía lujosa y fastuosa, que no consigue popularizarse.
En cambio, la cocina catalana popular y de calidad sigue muy viva en las "fondes de sisos" (casas de comidas), con menús caseros a precios asequibles. Estos establecimientos popularizan platos como la butifarra o lomo con judías, el bacalao a la "llauna" o los macarrones gratinados al horno. La creatividad y el sentido del humor destacan en los nombres de los platos como la barretina (picadillo de verduras con arenque) o la "samarreta" con alioli (callos al horno). En las "fondes de sisos" también nacen costumbres como la paella de los jueves, una iniciativa comercial que busca atraer más clientes en un día de la semana habitualmente flojo.
Las primeras referencias al pan con tomate también son del siglo XIX. Según el gastrónomo Néstor Luján, el plato catalán por excelencia aparece en el mundo rural en una época de abundancia de tomates, que se aprovechan para ablandar el pan seco.
En los siglos XVIII y XIX una nueva clase social, la burguesía, persigue un arte más personal, emocional, original y sobre todo rebelde, y reclama la identificación con una patria y raíces comunes.
En Cataluña el romanticismo tiene una clara connotación política: los literatos catalanes reivindican la recuperación de la lengua, la literatura y la cultura popular.
El primer poema romántico en lengua catalana es Oda a la Pàtria, de Bonaventura Carles Aribau (1833), pero el arraigo no llega hasta Lo Gaiter del Llobregat, de Joaquim Rubió i Ors. En novela, las primeras obras románticas en catalán son de autores como Antoni de Bofarull y Martí Genís i Aguilar. En cuanto al teatro, los exponentes son dramaturgos como Víctor Balaguer, Eduard Vidal y Frederic Soler, "Pitarra".
La Renaixença comparte con el romanticismo la voluntad de reavivar la conciencia nacional después de una etapa de decadencia y, de hecho, los dos movimientos conviven a lo largo del siglo XIX.
En Cataluña conviven dos facciones: la conservadora (Bofarull), y la reivindicativa (Balaguer). Comparten la voluntad de recuperar los Juegos Florales como instrumento para proyectar socialmente el catalán y estimular la producción editorial. El empujón definitivo de este acontecimiento literario llega en 1877, cuando son premiados Jacint Verdaguer y Àngel Guimerà.
Integrado en el Sistema Territorial del Museo de la Ciencia y de la Técnica de Cataluña, el Ecomuseu-Farinera de Castelló d'Empúries cuenta desde 2004 la historia de los hombres y las mujeres de L’Empordà dedicados al cultivo del grano de trigo y los diversos usos de la harina.
El edificio de La Farinera propone un recorrido por el patrimonio industrial harinero catalán. Las máquinas, herramientas y estructuras expuestas son testimonio de una actividad desarrollada desde la época medieval: primero en el antiguo molino de harina, y desde finales del s. XIX en el año 2001, en la moderna fábrica harinera.
La visita al ecomuseo se completa con una ruta que recorre parte de los cinco kilómetros del Rec del Molí hasta el Puente de La Mercè. Esta infraestructura hidráulica conducía el agua desde la esclusa de Vilanova de la Muga hasta La Farinera, bordeando y abasteciendo huertos y campos. Al llegar a La Farinera, el salto de agua hacía funcionar una turbina Francis de 1905, responsable de generar la energía necesaria para el funcionamiento de la fábrica.
Paseando por Museo de la Colonia Vidal de Puig-reig podemos conocer cómo eran la vida y el trabajo en una colonia textil catalana de principios del siglo XX. Espacios como la escuela, la fábrica o las viviendas son testigos de la Revolución Industrial en Cataluña.
Instalada al pie del río Llobregat para utilizar el agua como fuente de energía, la Colonia Vidal forma parte de una de las principales concentraciones de colonias textiles de Europa. En el conjunto arquitectónico destacan edificios como la torre del amo, la torre del director, la fábrica, la iglesia, el casino teatro y la casa de la mujer/escuela.
El Museo abrió el 1995, y forma parte del Sistema Territorial del Museo de la Ciencia y de la Técnica de Cataluña. Propone un itinerario que muestra al visitante servicios de la colonia obrera como las viviendas, la escuela, la biblioteca, la pescadería, el lavadero o las duchas. La visita también incluye una exposición permanente que cuenta el día a día de los hombres y las mujeres que trabajaban en la fábrica.
Junto al río Llobregat, y a la altura de Esparreguera, se alza uno de los principales testigos de la historia industrial de Cataluña: la Colonia Sedó. La gran turbina de 1.400 CV es uno de los grandes atractivos del recinto, una máquina de fundición que fue la más grande y potente de España y una de las más espectaculares de Europa. Actualmente ya no propulsa agua, sino que se ha convertido en el museo sobre la historia de la colonia.
En la antigua sala de máquinas se puede ver la maqueta de la colonia, donde se explica su historia a través de un montaje de luz y sonido y, dentro del tubo de conducción de agua de la turbina se proyecta un audiovisual tridimensional. La visita se completa con una explicación del sistema energético que hacía funcionar el complejo industrial de Miquel Puig. El paseo por la colonia permite captar la vida social y el proceso de producción de un 'pequeño pueblo' donde los telares convivían con los trabajadores.
El conjunto fabril de la Colonia Sedó se fundó en 1846, aprovechando el salto de agua del antiguo molino de Can Broquetas. Actualmente todavía se reconocen las naves dedicadas a la hilatura, el canal y la esclusa del salto de agua, los tejados con bóveda catalana y las oficinas. Dos de las imágenes características del conjunto son la chimenea helicoidal de ladrillo de la antigua máquina de vapor y el acueducto semicircular que llevaba el agua desde el río hasta la turbina.
En los bosques de Castellar de n'Hug (Berguedà), el industrial Eusebi Güell levantó la fábrica Asland, la primera de España en producir cemento portland, más rápido y resistente que los conglomerados utilizados hasta entonces. Se trata de un imponente edificio modernista, que fue un símbolo de modernidad en su época y que hoy sigue sorprendiendo a los visitantes.
La fábrica, propiedad de la Compañía General de Asfaltos y Pórtland Asland, entra en funcionamiento en 1904. El edificio es obra del arquitecto Rafael Guastavino, que lo construye de forma escalonada para aprovechar la potencia de los saltos de agua del río Llobregat.
Debido a las bajas temperaturas de la zona, la construcción tenía que proteger el espacio ocupado por la maquinaria. Para ello, se optó por una solución arquitectónica innovadora: la Volta catalana, bóvedas tabicadas apoyadas sobre una estructura metálica. Las bóvedas son las que dan singularidad a la fachada de la fábrica.
Posteriormente, Rafael Guastavino exportó esta técnica tradicional a los Estados Unidos, donde patentó el Guastavino system. Este sistema para revestir grandes bóvedas con azulejos y capas de mortero, hizo fortuna y dejó huella en iconos arquitectónicos como la Grand Central Station, el Carnegie Hall o el Museo Americano de Historia Natural, entre otros.
El conjunto industrial de Castellar de n'Hug funciona hasta el año 1975, pero en 2002 vuelve a abrir convertido en Museo del Cemento, un espacio que permite repasar la historia de la construcción en nuestro país. El museo, formado por un centro de interpretación y un itinerario externo por las ruinas de la fábrica, está adscrito al Museo de la Ciencia y la Técnica de Cataluña. Con la visita, se contextualiza la importancia del complejo en un momento de fuerte crecimiento de la sociedad industrial.
La Devesa de Girona es el parque urbano más grande del Principado. Con más de 2.500 árboles centenarios, el principal pulmón de la ciudad es un recinto dedicado al recreo donde la naturaleza se manifiesta en todo su esplendor.
Largas hileras de plátanos llenan las 40 hectáreas del parque. Su distribución origina verdaderas avenidas y paseos vegetales en la confluencia de los ríos Ter, Güell y Onyar, al oeste del casco histórico de la ciudad. Los árboles de este oasis verde son híbridos de las especies americana y oriental, la mayoría plantados en 1850. La poca distancia entre ellos los ha hecho crecer en vertical, alcanzando los 55-60 metros de altura.
Varias avenidas organizan el conjunto, en el que con el paso de los años se han ido levantando construcciones de todo tipo. La entrada, de 1898, conserva una de las dos casetas gemelas que daban la bienvenida al visitante y en el Campo de Marte encontramos las instalaciones deportivas construidas en 1942. En el Parque de La Devesa también se ubican campos de tiro y de aeromodelismo, el campo municipal de fútbol Fèlix Farró, las instalaciones de la Sociedad Hípica de Girona, el recinto de Fira de Girona, el Auditorio y el Palacio de congresos.
Situado en la ladera de Collserola, el Laberinto de Horta es un parque histórico de Barcelona y uno de los jardines más antiguos que perduran en la ciudad. Diseñado en 1791 por Joan Antoni Desvalls, está formado por 750 metros de cipreses recortados y se inspira en el mito de Teseo: quien consigue llegar al centro encuentra el amor como recompensa.
Desvalls, marqués de Llupià, de El Poal y de Alfarràs, fue un noble amante de la ciencia, la naturaleza y el arte, pasiones que conjugó en la construcción del Laberinto. Siguiendo las ideas del neoclasicismo y en colaboración con el arquitecto italiano Domenico Bagutti, ideó un jardín con un laberinto de cipreses, esculturas y relieves que representan personajes de la mitología grecorromana y que simbolizan los distintos niveles del amor.
Actualmente, el parque ocupa una superficie de 9 hectáreas y se divide en dos partes: el jardín neoclásico y el jardín romántico. Destacan la variedad botánica y la abundancia ornamental, así como los elementos arquitectónicos propios de los jardines románticos (templetes, canal de agua y esculturas, además del palacio de la familia Desvalls). Aunque no es el refugio de un Minotauro pone a prueba el sentido de la orientación de quien entra en él.