Quatre palaus a la Rambla | Patrimonio Cultural. Generalitat de Cataluña.

Historias

Quatre palaus a la Rambla

La huella de los Güell en la Rambla. Viajamos a la segunda mitad del siglo XIX para descubrir la vida de una familia y de los cuatro palacios que habitaron, situados todos ellos en torno a un paseo que justamente empezaba a convertirse en la arteria principal de Barcelona.



Una ciudad en ebullición

Pasear por La Rambla es una de las experiencias más auténticas e inspiradoras que ofrece la ciudad de Barcelona. No importa si eres oriundo o forastero, porque atravesar este paseo universal desde la plaza Catalunya hasta el mar es una vivencia enriquecedora para todo el mundo.

A priori podría parecer que la distancia temporal que nos separa del nacimiento del mítico vial ha modificado el escenario que hace más de un siglo lo rodeaba, pero la realidad es que, si obviamos el vestuario, los hábitos tecnológicos y el ruido de los coches, podemos continuar respirando aquel ritmo frenético también característico de mediados del siglo XIX, momento en que el cambio urbanístico provocó que la Rambla se convirtiera en el gran escaparate de la ciudad que todavía sigue siendo actualmente. Era la zona de esparcimiento tanto de burgueses como de menestrales y, después de la desamortización de Mendizábal, empezó a modificar su aspecto a raíz de las construcciones de aquellos edificios que en la actualidad condensan la esencia de la Ciudad Condal, como el teatro del Liceu, el mercado de la Boqueria o la plaza Reial.
 

Teatre del Liceu de Barcelona (Antonio Esplugas Puig).

La nueva burguesía catalana y las grandes fortunas emergentes decidieron alejarse del lujo caduco de los palacios de la calle Montcada para abrir un nuevo punto de atracción inmobiliaria y cultural en torno a la Rambla, que dejaría de ser tan solo una fétida riera para empezar a albergar a la flor y nata de la sociedad del momento.
 
En esta ciudad en ebullición, dos familias con estirpe unirían sus destinos en un enlace sonado en la Barcelona del siglo XIX. Nos referimos al matrimonio entre Eusebi Güell i Bacigalupi (hijo de Joan Güell i Ferrer, economista e industrial) con Isabel López Bru (hija de Antonio López y López, conocido como marqués de Comillas, empresario, naviero y banquero, que amasó una ingente fortuna haciendo las Américas, a pesar de sus orígenes extremadamente humildes).

  • Fotografía de Eusebi Güell i Bacigalupi a los 24 añoss (Colección de la familia Güell i Sentmenat).
  • Fotografía de Isabel Güell (Colección de la familia Güell i Sentmenat).

Primer palacio: empieza la saga

La ceremonia se celebró en el palacio Moja, en el número 1 de la calle de la Portaferrisa, residencia familiar de los López y sede de los negocios del marqués. Desde entonces, la proyección de Eusebi empezó a despuntar porque, al margen de invertir en algunos de los proyectos industriales más ambiciosos de la época, que le reportaron grandes beneficios económicos, inició también su participación activa en la vida política y cultural catalanas como burgués ilustrado comprometido.
 
Se iniciaba entonces una saga de hijos e hijas, diez en concreto. La primogénita, Isabel, conocida intérprete y compositora de música religiosa, nació en la llamada cambra blava (habitación azul) del palacio. De hecho, el escritor catalán Josep Carner narra una anécdota de la joven en su libro de aleluyas. Cuenta que después de casarse con Carles de Sentmenat i de Sentmenat, marqués de Castelldosrius, encargó la decoración de su nuevo domicilio a Antoni Gaudí, quien le recomendó muy diplomáticamente que se dedicara a tocar el violín ya que era imposible hacer caber su piano de cola en la habitación.

Fotografía del matrimonio Eusebi Güell e Isabel López, 1871 (Colección de la familia Güell i Sentmenat).

Así pues, el edificio que fue testimonio de la unión de sus padres, el Palau Moja, se inauguró en 1784 cuando finalizó su construcción encargada por Josep de Copons, marqués de Moja, al arquitecto Josep Mas. Su estilo original combina tendencias del barroco con influencias neoclásicas y, de esa primera etapa, destacan el Gran Salón, decorado con frescos de Francesc Pla el Vigatà, y la fachada, orientada a una riera que acabó soterrada cuando se urbanizó la nueva Rambla. Sin embargo, el edificio sufrió modificaciones, porque, en el momento en que el marqués de Comillas adquirió la finca, en 1870, encargó una importante reforma a Joan Martorell, arquitecto del palacio de Sobrellano. Los rasgos más característicos de esta renovación son la escalera principal de mármol y la incorporación de los salones Azul, Rosa y Verde.
 
Actualmente, las paredes del palacio reflejan a la perfección como vivía la alta burguesía de la Barcelona de los siglos XVIII y XIX, y permanece presente por todas partes el recuerdo de una saga familiar que justamente empezaba a destacar.

  • Fotografía del Palau Moja a principios del s. XX (Arxiu Mas. Fundació Institut Amatller d'Art Hispànic).
  • Fotografía de la fachada del Palau Moja (Agència Catalana del Patrimoni Cultural).
  • Sala del Vigatà del Palau Moja (Eva Magalef).
  • Escalera principal de mármol del Palau Moja (Eva Magalef).

Segundo palacio: la pesadilla de Eusebi Güell

En 1874 la familia era bendecida con su tercer hijo, Joan Antoni Güell i López, futuro marqués de Comillas, conde de Güell y de Ruiseñada. Era el momento de dar un paso adelante y adquirir el edificio adyacente para que se convirtiera en la primera residencia familiar: el palacio Fonollar, una finca construida durante el siglo XVIII y propiedad de Ignasi Maria Despujol, conde de Fonollar y marqués de Palmerola. La transacción fue emprendida por Antonio López, que pretendía comunicar los dos palacios.
 
Todo hacia presagiar que sería un plan perfecto, pero nada más lejos de la realidad, porque aquel fue el inicio de diez largos años de litigios con los inquilinos del palacio Fonollar, los industriales Rosés y Masriera, que tenían varias plantas alquiladas. El conflicto radicaba en el hecho de que Despujol había firmado con ellos un contrato con opción preferencial de compra en caso de venta, que no se respetó. A pesar de los recurso interpuestos, Güell ganó sistemáticamente, hasta que en 1880 el Juzgado de Barcelona dictó un acallamiento perpetuo con el que se dio por terminada la larga disputa.

Plano del Palau Fonollar (Arxiu Municipal Contemporani de Barcelona, Ajuntament de Barcelona).

Se precipitó entonces el desahucio de los empresarios y se puso definitivamente luz verde al proyecto de rehabilitación del palacio en manos de Camil Oliveras y con la colaboración de célebres diseñadores como Alexandre de Riquer.
 
Sin embargo, los inquilinos nunca abandonaron la lucha y llevaron la demanda hasta el Tribunal Superior de Justicia de Madrid donde, ante el estupor general, se dictó sentencia a su favor a finales de 1883. Por lo tanto, se anulaba así la primera venta del palacio y Josep Rosés pudo adquirirlo, lo que comportó que se procediera al definitivo desahucio de la familia Güell.
Salón central del estudio Outumuro (Jordi Puig).

Tercer palacio: un cambio de perspectiva

Más allá de la lógica frustración, el rocambolesco desenlace de esta historia, como se demostraría más adelante, fue un estímulo para la familia. De esta manera, Eusebi Güell, Isabel López, sus siete hijos y todo el mobiliario y la decoración pensados para las habitaciones del palacio Fonollar, emprendieron un viaje hacia la parte sur de la Rambla.
 
Ya en plena década de 1880, las murallas ya habían caído y la ciudad metamorfoseaba su apariencia al ritmo frenético de la nueva Barcelona. En aquel momento, el Ensanche se extiendía imparable con una arquitectura que marcó para siempre sus edificios y sus calles. La única vía ancha que quedaba de la antigua Barcelona era la Rambla, que quedó dividida en diferentes partes: Canaletas, de los Estudios, de las Flores, de los Capuchinos, de Santa Mónica y de Mar. Por primera vez, la Rambla se acercaba a la costa y fue allí donde se instaló uno de los monumentos más representativos de la ciudad, la estatua de Cristóbal Colón.

Retrato de Eusebi Güell i Bacigalupi, 1888 (Paciano Ross). 

En la rambla dels Caputxins, número 35-37, se encontraba la Casa Güell i Ferrer, la nueva residencia familiar de los Güell. A pesar de ello, este edificio tiene tan poco interés desde el punto de vista arquitectónico que incluso podría pasar totalmente desapercibido si no fuera porque está estratégicamente integrado al lado del que acabará por convertirse en el gran proyecto personal de Eusebi Güell, el Gran Palacio. Esta fue a partir de entonces su obsesión, proyectar un palacio único enorme, lujoso y sorprendente, que dejara boquiabierta a la ciudad e hiciera tangible su visión.
  • Fotografía del interior de la Casa Güell (Direcció General de Patrimoni Cultural).
  • Fotografía del interior de la Casa Güell (Direcció General de Patrimoni Cultural).

Cuarto palacio: el gran palacio

Unos metros más allá, en la calle Conde del Asalto, la actual Nou de la Rambla, los Güell compraron dos edificios, los números 3 y 5, para derribarlos y materializar aquel viejo anhelo familiar: unir el palacio del padre con el del hijo.
 
Corría 1885 cuando, emocionado con su gran proyecto, Güell delegó la responsabilidad a un joven Antoni Gaudí. No fue sencillo, porque en primer lugar hubo que superar las trabas administrativas pertinentes, pero rápidamente se dejó contagiar por la magia que irradiaba el arquitecto de Reus. Poco a poco, Gaudí hizo salir a Güell del purgatorio bajo la convicción de estar proyectando juntos una obra absolutamente única. Y a pesar de que era el primer gran encargo de Gaudí, su juventud no impidió que su talento convirtiera el proyecto en una auténtica joya de la arquitectura doméstica.

Fotografía de Antoni Gaudí, 1878 (Pablo Audouard Deglaire).

El palacio se construyó entre 1886 y 1888, y durante el último año acogió fiestas y diversos actos con motivo de la Exposición Universal. Pero también, y como es lógico, el edificio se llenó de los gritos y los correteos de los diez hijos del matrimonio, el último de los cuales nació en el palacio.
 
El edificio constaba de siete pisos, y cada uno de ellos tenía una función diferente: el sótano era la caballeriza; en la planta baja se encontraba el acceso al edificio; en el entresuelo estaban situados el despacho de Eusebi Güell y la biblioteca, y en la primera planta se celebraban actos sociales, por lo que disponía de todo tipo de estancias para los invitados: sala de visitas, de billar, de fumadores, una espaciosa sala de los pasos perdidos, y una espectacular sala de conciertos, dotada de un gran órgano, una capilla y una cúpula parabólica de rasgos celestiales. En la segunda planta, se encontraba la zona privada de la familia; en la buhardilla era donde estaban la cocina y las habitaciones del servicio y, por último, el terrado, donde Gaudí desplegó a su antojo su embriagador universo de fantasía y utilizó por primera vez el trencadís (técnica de cerámica quebrada).
  • Plano de la planta exterior del Palau Güell (Arxiu Mas. Fundació Institut Amatller d'Art Hispànic).
  • Fotografía del interior del Palau Güell (Col·lecció Família Bertran de Caralt).

De esta forma, la obra puede interpretarse como un símbolo del despertar de un artista que empezaba a definir su esencia, donde la naturaleza, las formas morfológicas y el meticuloso trabajo del hierro y de la madera adquirieron mucha relevancia. Es pues una construcción icónica, pero que no hubiera sido posible sin el periplo de la familia por los otros palacios y por la Rambla.
 
A la luz de esta historia, resulta comprensible que el palacio Güell organice el tercer domingo de cada mes la visita Los Güell en la Rambla. Cuatro palacios conectados, basada en la investigación realizada por el crítico e historiador del arte Josep Casamartina i Parassols, que fue publicada por la Diputación de Barcelona en 2017 en el tercer número de la colección del palacio Güell: Un palacio dentro de otro. De Portaferrissa a Nou de la Rambla. Una visita guiada muy recomendable para recorrer la huella de esta familia memorable a través de estas cuatro joyas. Un paseo por una Rambla, la actual, que esconde ecos que evocan épocas pasadas. Una manera de entender que el pasado y el presente están más relacionados de lo que parece.
 
Para más información:
https://www.palauguell.cat/visita-guiada-els-g-ell-la-rambla-quatre-palau-connectats

  • Fotografía del interior del Palau Güell (Bob Masters, Direcció General del Patrimoni Cultural).
  • Fotografía de una de las salas del Palau Güell (Bob Masters, Direcció General del Patrimoni Cultural).
  • Fotografía de la azotea del Palau Güell (Bob Masters, Direcció General del Patrimoni Cultural).