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Ego Sum Lux Mundi

Taüll 1123, un viaje sensorial a los orígenes del románico

Tras la imagen de oscuridad y misterio que siempre ha emanado de las iglesias del valle de Boí, Sant Climent de Taüll se llena de luz y colores gracias a las tecnologías audiovisuales para ofrecer al visitante una experiencia única en Cataluña.






Es indiscutible que hay obras de arte que brillan con luz propia por encima del resto y si hablamos del románico catalán, todos coincidiremos en que la obra que ostenta con mérito indiscutible este particular distintivo es, sin lugar a dudas, el pantocrátor de Sant Climent de Taüll. No solo por la calidad de la obra, sino también por el grado de conservación y la pericia del autor, porque a su alrededor giran toda una serie de factores de piel, de aventuras y de desventuras, que han ayudado a escribir una leyenda increíble que se inició hace más de 900 años.

El Maestro de Taüll

A principios del siglo XII, los señores de Erill regresan de las campañas de reconquista al lado de Alfonso el Batallador. Tras el éxito de las acometidas, su ascenso económico y social fue fulgurante, y una parte importante del botín obtenido se invirtió en la promoción de las iglesias de su baronía, especialmente las del valle de Boí. Se inician así unos años en que este pequeño rincón del mundo se revolucionó por completo y pasó a convertirse en uno de los centros importantes de creación artística del Pirineo. Este hecho acabó provocando la llegada de multitud de artistas itinerantes y de artesanos venidos de toda Cataluña, y también de mucho más lejos: maestros, oficiales, aprendices, etc., todos ellos atraídos por la singularidad de un proyecto del que todo el mundo quería formar parte. Pero con ellos llegaron también nuevas corrientes de pensamiento, nuevos materiales, y nuevas formas de ver la vida y de entender el arte. Así, no es de extrañar que la unión de estas fuerzas acabara generando lo que actualmente está considerado por la UNESCO como uno de los ejemplos más paradigmáticos del románico a nivel mundial, gracias sobre todo a la alta concentración de iglesias dentro de un territorio tan reducido.
Quim Roser. Departament de Cultura

El arte brotaba y con él el ritmo del valle se alteraba, y entre los artistas que provocaron esta eclosión encontramos uno de los pintores más geniales de la Europa de aquel momento. Hablamos, evidentemente, del Maestro de Taüll. Una mano anónima y desconocida por nosotros, porque de él tan solo conocemos su origen, supuestamente italiano, y su profesión, pintar con depurada técnica y estilo en nombre de aquel que le pagara. En una época y una sociedad tan extremadamente teocéntrica, donde la autoría individual de los artistas no tenía mayor relevancia que la de construir un mensaje superior, él fue capaz de proyectar la obra magna de todo un estilo utilizando de forma brillante el cromatismo, trazando formas inspiradoras y colocando su pintura en el salón de la fama de la historia. Esta es la base que sustenta el innovador proyecto que, casi un milenio más tarde, se llevó a cabo en 2013 en el mismo lugar donde él dejó su huella original.
Quim Roser. Departament de Cultura

Las capas del románico

No todo el mundo es consciente de que la gran mayoría de los edificios de época románica estaban policromados tanto por dentro como por fuera. ¿A que es difícil de imaginar? Los vestigios que nos han llegado son principalmente de piedra vista y las pocas representaciones interiores genuinas que quedan están colgadas en ábsides artificiales. Una suerte que sea así, dicho sea de paso.
 
En 1907, la famosa expedición del Instituto de Estudios Catalanes conocida como la Misión arqueológico-jurídica a la raya de Aragón desembarcó en el valle de Boí. Siempre se ha hablado de este momento como uno de los detonantes del redescubrimiento del arte románico, pero para ser justos con la realidad, tenemos que decir que fue un descubrimiento en toda regla, sobre todo porque algunas de las obras que vieron la luz pública hasta entonces habían sido unas completas desconocidas. Entre ellas destaca un conjunto de pinturas que se encontraban detrás de un gran retablo gótico ubicado en el ábside mayor de la iglesia de Sant Climent de Taüll. Escondían un imponente pantocrátor de líneas y colores sorprendentes, y con unos rostros escrutadores que no dejaron ni un solo momento de escrutar con la mirada a todos los miembros de la comitiva. Seguro que todos ellos fueron conscientes desde el primer vistazo de que se encontraban ante un gran hallazgo, pero posiblemente lo que no tuvieron tan claro era la trascendencia que acabarían teniendo aquellas pinturas para la historia del arte catalán.
Centre del romànic Vall de Boí

Después de casi ochocientos años, la piel del monumento volvía a salir a la luz, pero las circunstancias impidieron que las pinturas brillaran durante demasiado tiempo en las paredes del templo. En 1919, durante la revaloración del arte románico, un marchante de arte consiguió traspasar todos los límites, porque puso a las instituciones catalanas en una difícil situación al vender las espléndidas pinturas de la canónica de Mur al Museo de Bellas Artes de Boston. Aquel hecho supuso un golpe terrible y precipitó la campaña de arrancamiento de las pinturas murales del Pirineo bajo la petición explícita de la Mancomunidad. Durante tres años los frescos de la mayoría de iglesias del norte de Cataluña fueron despellejados de sus muros a través de la técnica del strappo. Un procedimiento ancestral que conseguía, por un lado, extraer las pinturas con su capa pictórica intacta y, por otro, mantener fuera de peligro estos tesoros excepcionales.
Centre del romànic Vall de Boí

A consecuencia del arrancamiento que dejó desnuda la epidermis de Sant Climent, su ábside pasó por diferentes etapas evolutivas. En 1955 se procedió a hacer una copia de los originales, pintada directamente sobre yeso. Pasado el tiempo, la copia se fue degradando hasta que se decidió extraerla. Durante los estudios para la restauración, se descubrieron los estratos más profundos de los muros y parte de la pintura primigenia, que se recuperó. Pero no fue hasta 2013 cuando la obra del Maestro de Taüll volvió a lucir en todo su esplendor en las paredes del ábside central. Eso sí, esta vez a través de un espectacular mapping.

Taüll 1123

10 de diciembre de 1123. El valle entero se concentra en Taüll para asistir a la consagración de la iglesia de Sant Climent. El obispo Ramon de Roda de Isábena, acompañado de los señores de Erill, oficia el acto.
 
La multitud espera expectante. Las campanas empiezan a sonar. Las puertas de entrada se abren. Dentro, las emociones fluyen entre los asistentes. Rostros compungidos, bocas abiertas. Las palabras del obispo no se escuchan tras las miradas perplejas. La decoración omnipresente provoca al mismo tiempo veneración y desvanecimientos. Los fieles sienten en sus propias carnes la segunda parusía, el retorno de Cristo al final de los tiempos, tal como dicta el texto del Apocalipsis. Dios es el principio y el final de todas las cosas. Rictus solemne, majestuoso, soberbio. Rodeado de figuras geométricas de dimensiones descomunales, de los apóstoles, de los evangelistas, de la Virgen. Una inscripción marca la escena: Ego Sum Lux Mundi, yo soy la luz del mundo. Una potente luz recorre cada rincón del valle estallando en miles de colores y de formas.
Quim Roser. Departament de Cultura

Todo evidencia que el objetivo principal de esta obra, y del arte románico en general, es provocar el acercamiento de los fieles a Dios a través de los símbolos. Bendecirlos, advertirlos y educarlos en la fe. El Maestro de Taüll lo consigue con virtuosismo. Sin duda, sensación experimentada por los asistentes de aquel entonces no dista demasiado de la que tenemos en la actualidad cuando presenciamos el audiovisual Taüll 1123. La luz conecta el siglo XII con el XXI, y una vez hemos cruzado a la otra dimensión, disfrutamos de una experiencia que nos conduce a los orígenes del románico.
Eloi Maduell. Playmodes

El proyecto, realizado en el marco del programa Románico Abierto del Departamento de Cultura y la Obra Social La Caixa, con la colaboración del Obispado de Urgell, el Consorcio de Patrimonio del Valle de Boí y el MNAC, puede presumir de un hito insólito: digitalizar la pintura mural a partir de los restos del original y devolverlas el espacio al que pertenecieron. Y todo ello mediante la aplicación de las últimas tecnologías de la imagen, los inmersivos efectos sonoros y la fidedigna reproducción de cada uno de los elementos que componían el fresco. De esta forma, se consigue restaurarlos sobre el muro a través de animaciones en 3D. El resultado obtenido es un viaje sensorial que va más allá de la innovación. Un hito único que no solo es mérito de los técnicos y los creativos que están detrás del audiovisual, sino que también lo es de todas las personas vinculadas de una u otra forma a la pintura mural desde 1123, empezando por el artista que las pintó.
 
La perspectiva histórica tal vez nos demostrará cómo con el tiempo también se convierte en otro icono de nuestro arte. Pero nunca sabremos qué pensaría el Maestro si tuviera la ocasión de contemplar su obra hoy proyectada gracias a la luz de las nuevas tecnologías. Probablemente no sería de extrañar que se interesara por esta nueva técnica para incorporarla a su taller.
Eloi Maduell. Playmodes