T1xC10 - El corazón del presidente | Patrimonio Cultural. Generalitat de Cataluña.

Historias

T1xC10 - El corazón del presidente

Una de las historias más impactantes de la Cataluña republicana la protagonizó el presidente Francesc Macià después de muerto. Este es el periplo de su corazón y del rastro documental que conservan sus archivos.

El cadáver del presidente reposaba encima de una litera en el sótano de Les Cases dels Canonges. Aquel hombre de 74 años ya no había aguantado más el embate de la enfermedad y había muerto a las 11 de la mañana. Había que preparar el cuerpo, porque al día siguiente se abriría la capilla ardiente por donde pasarían miles de personas a rendir el último homenaje a uno de los políticos más queridos que había habido nunca en Cataluña. El doctor Lluís Maria Callís, acompañado del equipo médico que había atendido al presidente en los últimos momentos de su vida, tenía que embalsamarlo. Pero no solo eso. También había recibido un encargo muy especial: extraerle el corazón para preservarlo en un recipiente con formol.

Nunca ha quedado del todo claro quién fue el responsable de aquella orden, aunque historiadores como Joan Esculies sospechan que fue el consejero de Cultura y amigo personal de Macià, Ventura Gassol. En otros tiempos, aquella operación no había sido extraña. Chopin, en su lecho de muerte exiliado en París, pidió que al expirar le extrajeran el corazón y que lo enterraran en su Polonia natal. Y en la Casa de los Habsburgo, cada vez que moría uno de sus monarcas, su órgano vital era depositado en la Cripta de los Corazones de la iglesia de los Agustinos del palacio imperial de Hofburg. Todavía hoy en día se pueden visitar.

Retrato de medio cuerpo de Francesc Macià i Llussà, presidente de la Generalitat de Catalunya, en el acto de recuperación del escudo original del campo de fútbol Júpiter de Barcelona, el día 25 de septiembre de 1931 (Archivo Nacional de Cataluña: referencia ANC1-64-N-3042)


El corazón de Macià, sin embargo, no se exhibió nunca en público. De hecho, muy poca gente supo que se lo habían sacado. Además, la efervescencia política de la Cataluña de la época no dejó mucho espacio a las ceremonias y acabó olvidado en la caja fuerte de Palau. Tuvieron lugar los Hechos de Octubre, la detención del presidente Companys, la intervención de la Generalitat, el estallido de la Guerra Civil... Hasta que llegó el momento de marcharse al exilio, perseguidos por los rebeldes de Franco.

El encargado de supervisar el traslado del patrimonio de la Generalitat era el consejero de Finanzas, Josep Tarradellas. Fue entonces cuando se le comunicó que, además de la documentación y los archivos, también había que velar por el destino de una pieza muy delicada. No podían correr el riesgo de que el enemigo se apoderara del corazón del primer presidente de la Cataluña autónoma y por eso se lo llevaron al exilio. Aunque hay diferentes versiones sobre quién y cómo se ocupó de su custodia hasta llegar a territorio francés, se cree que pudo haber sido Antoni Maria Sbert, consejero de Sanidad y Asistencia social.
El presidente Macià en la azotea de Les Cases dels Canonges (Josep M. Sagarra / Archivo Nacional de Cataluña)

El primer destino fue una localidad de la Costa Azul llamada Sant Rafèu. Ahora bien, con la ocupación nazi, enseguida se vio que aquel no era un lugar seguro y se decidió llevarlo a una casa que tenían los padres del consejero Tarradellas en Saint-Martin-le-Beau. Tanto el corazón como la documentación de la Generalitat fueron enterrados entre las viñas que rodeaban la casa. Y así pasaron los años de la Segunda Guerra Mundial. La tierra por donde pasaron los nazis y luego los aliados echando a las tropas de Hitler lo protegió todo con su silencio, mientras que Tarradellas tenía que buscar refugio en Suiza para evitar caer en manos de la Gestapo y ser deportado a España, como le había pasado al presidente Lluís Companys.

Finalmente, el consejero de Finanzas pudo volver a Francia y, al ver que el exilio iría para largo, porque la comunidad internacional no pensaba mover un dedo para poner punto y final a la dictadura franquista, depositó el corazón en una caja de seguridad de una entidad bancaria de Tours llamada Société Générale.

Los años fueron pasando y, tras la renuncia de Irla a la presidencia de la Generalitat, Tarradellas asumió el cargo. Durante mucho tiempo, él solo mantuvo las mínimas constantes vitales de una institución que el franquismo había querido eliminar para siempre, pero que un pequeño reducto de hombres y mujeres se empeñaba en preservar. No solo viejos nostálgicos republicanos, sino algunos jóvenes que querían saber cómo habían sido los años de la Segunda República. Entre ellos, el profesor de Económicas Josep Maria Bricall, que hacía una tesis doctoral para estudiar las finanzas de la Generalitat republicana. Por ello, el 12 de agosto de 1965, cruzó media Francia para conocer al antiguo consejero del ramo. Tarradellas lo recibió en su casa. A media conversación, sonó el teléfono. Era el director de la sucursal de Tours. De la caja de seguridad que tenía alquilada, salía una especie de líquido que goteaba en las cajas vecinas.
Galería gótica del Palau de la Generalitat (Rubén Moreno / Departamento de Presidencia. Generalitat de Catalunya)

Alarmado, Tarradellas fue hacia allí enseguida. Y lo hizo acompañado de Bricall, que acabaría siendo un testigo de excepción de lo que pasaría con aquel corazón. Afortunadamente, el órgano no había quedado dañado y la pequeña fuga se solucionó. Sin embargo, ya no lo devolvieron al banco y la urna quedó custodiada por Tarradellas en su casa. Y allí se quedó, esperando. Igual que tantos y tantos catalanes. Hasta que llegó el 20 de noviembre de 1975.

Los gritos de “¡Libertad, amnistía y estatuto de autonomía!” comenzaron a resonar por las calles del Principado. Sin esa presión popular, difícilmente el presidente Tarradellas habría podido volver. “Ya estoy aquí”, dijo el 23 de octubre de 1977, y pareció que, después de la dictadura, el encaje de Cataluña dentro de España sería posible.

El día que el Muy Honorable salió al balcón de la plaza de Sant Jaume para ser aclamado por la multitud, apenas llevaba equipaje. En Saint-Martin-Le-Beau, había dejado toda la documentación. Y el corazón de Macià.

Mientras el presidente empezaba a ponerse manos a la obra para reactivar la Generalitat, dos personas de su máxima confianza, Jordi Vila-Abadal y Glòria Romaní, fueron las encargadas de devolver a Cataluña aquella pieza tan valiosa.

Archivo Montserrat Tarradellas i Macià: acto de entrega del corazón del presidente Macià a su hija el 9 de octubre de 1979 (presidente Tarradellas, Antònia Macià, Maria Macià Lamarca, Josep M. Bricall, Pere Pi-Sunyer y M. Teresa Peirí). Referencia C47_S17_N25.

Parece que no hubo demasiadas dudas sobre qué había que hacer con el corazón y se quiso devolver a la familia del presidente Macià. Pero por su simbolismo, un gesto como aquel debía llevarse a cabo con el máximo respeto. Y, de nuevo, Josep Maria Bricall volvió a cruzarse en el periplo del órgano. Después de aquel primer encuentro con Tarradellas en 1965, se convirtió en uno de los hombres más próximos al presidente, hasta tal punto que fue designado secretario general de la Presidencia. En virtud de este cargo, el 9 de octubre de 1979, actuó como testigo del retorno del corazón a la hija del presidente, Maria Macià Lamarca. Lo sabemos porque se redactó un documento con todos los detalles. El encuentro se celebró en el Salón de la Mare de Déu de Montserrat del Palau de la Generalitat a las cuatro de la tarde. Según se explica en el redactado, el corazón había sido guardado en una caja fuerte desde enero de 1934 y hasta el momento de marcharse al exilio, cuando Tarradellas había asumido su custodia. Ahora, por fin, lo podía devolver a la familia, que lo enterraría en el panteón, donde reposaban los restos de Macià.

El tono con el que está redactado el documento denota la trascendencia simbólica de lo que se vivió aquel día de 1979, donde se puso punto y final a uno de los episodios más sorprendentes de la historia de Cataluña. Si no fuera porque el Archivo Central Administrativo de Presidencia conserva esos papeles, costaría creerlo.

Archivo Montserrat Tarradellas i Macià: acto de entrega del corazón del presidente Macià a su hija el 9 de octubre de 1979 (presidente Tarradellas, Antònia Macià, Maria Macià Lamarca, Josep M. Bricall, Pere Pi-Sunyer y M. Teresa Peirí). Referencia C47_S17_N32