Renacimiento | Patrimonio Cultural. Generalitat de Cataluña.

Renacimiento

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Encima de una colina y a 59 metros sobre el nivel del mar se encuentra el castillo de Castelldefels. Este conjunto monumental, que da nombre a la villa, se levantó en el siglo X sobre el que había sido un poblado íbero y, posteriormente, una villa romana.

El castillo se construyó en un punto estratégico con vistas en el mar Mediterráneo, en una zona dominante para controlar el territorio y la franja costera.

Durante siglos, fue utilizado como fortaleza para defender el territorio de la baronía del Eramprunyá y en el siglo XVI se restauró y fortificó contra los ataques de corsarios berberiscos.

En el siglo XVIII la piratería empezó a desaparecer y el castillo pasó a ser propiedad de varias familias nobles. Un nombre que va ligado a la fortificación es el del banquero Manuel Girona, que en 1897 compró y lideró la rehabilitación de este símbolo icónico de la ciudad.

Ya en el siglo XX, durante la Guerra Civil, se utilizó como centro de instrucción militar por las autoridades republicanas en 1937 e inicios de 1938, y poco después, en marzo del mismo año, el castillo y la iglesia se convirtieron en prisión disciplinaria de brigadistas internacionales. Si visitamos la iglesia de Santa Maria de Castelldefels podremos observar grafitos originales de estos brigadistas. Esta iglesia, del siglo X, es el espacio del conjunto que conserva restos más antiguos, con muros de época ibérica, romana, medieval, moderna y contemporánea.

El castillo y la iglesia han sido declarados Bien Cultural de Interés Nacional.

También nos sorprenderán la sala de Esgrima, decorada con pinturas del siglo XVIII, y la sala institucional, o la sala Noble, testigo de grandes fiestas y celebraciones de la burguesía catalana de inicios del siglo XX, que todavía conserva su decoración neogótica.

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El convento de Sant Bartomeu de Bellpuig es un gran ejemplo del paso del gótico tardío al Renacimiento. Y es a la vez una muestra de cómo el individuo buscaba la trascendencia de su poder y su honor más allá de la muerte.

Ramon Folc de Cardona-Anglesola, barón de Bellpuig y virrey en Nápoles y Sicilia, quería un escenario solemne donde ubicar su mausoleo. Con este objetivo promovió en 1507 la construcción de un convento de franciscanos encima de la antigua capilla de Sant Bartomeu. Es por ello que en la decoración destaca el contraste entre la austeridad franciscana y el esplendor noble que le dio la familia mecenas.

El edificio, de planta rectangular, se organiza en torno a dos claustros. En el menor encontramos un elemento de gran valor artístico: la segunda galería, formada por diez columnas entorchadas. Cabe destacar también la escalera de caracol del campanario, la escalera principal, la sala capitular y el Mirador del Duque.

Aún así, la pieza más monumental era el mausoleo del barón de Bellpuig, ubicado inicialmente en la iglesia y que ahora se puede ver en la iglesia parroquial. Fue construido en 1524 con mármol de Carrara por el escultor napolitano Giovanni da Nola. Tiene la estructura de un arco de triunfo y está acompañado de motivos alegóricos que hacen referencia a la personalidad del difunto. Por su calidad es una de las mejores obras renacentistas de Cataluña.
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El poder de los monjes de la Orden de los Cartujos, instalados en Escaladei desde el siglo XII, fue tan importante que llegó a bautizar toda una comarca: El Priorat. De su antiguo esplendor sólo se conservan las ruinas de la Cartuja de Santa Maria de Escaladei, la primera de todas las que más tarde se levantaron por toda la Península Ibérica.

El monasterio de Escaladei se funda en 1163 a petición del rey Alfons I el Casto, con la intención de colonizar y cristianizar la Cataluña Nueva a los musulmanes. El lugar elegido es el valle de Oliver, a los pies de la sierra del Montsant, donde dice la leyenda que un pastor soñó unos ángeles subiendo al cielo por una escalera: Escaladei, la escalera hacia Dios.

Sobre el suelo rocoso de la zona se extienden cultivos de vid y aceite, dos elementos que supondrán la dinamización comercial de toda la comarca. Su momento de máximo esplendor se inicia en el siglo XVI, cuando es uno de los focos de entrada del Renacimiento en Cataluña, y se extiende hasta el siglo XVIII, en estos tres siglos el conjunto monástico es ampliado hasta su configuración definitiva.

Actualmente, del antiguo conjunto cartujano de Escaladei se conservan las estructuras, ahora como una ruina romántica. La visita permite hacer un recorrido exterior por los 3 claustros (uno de ellos reconstruido), la iglesia, el refectorio y una celda reconstruida. Son los restos de los 600 años de historia de uno de los monasterios medievales y modernos más importantes de Cataluña.

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Bajo la protección de reyes y nobles, el monasterio de Poblet se convierte en centro neurálgico de la Cataluña medieval. Panteón real durante la edad media, el conjunto se ha convertido en un símbolo histórico y cultural donde vuelven a vivir los monjes cistercienses.

La construcción del monasterio comenzó en el siglo XII y se aprecian estilos arquitectónicos variados como el románico, el gótico, el renacentista y el barroco. Sin embargo, el conjunto goza de una armonía absoluta tanto entre sus elementos arquitectónicos (que contienen todo el esplendor riguroso de la orden del Cister) como en la relación con el entorno de las montañas de Prades.

Algunos de los elementos más destacados del monasterio son la iglesia, que sigue el estilo de los templos cistercienses y donde hay que admirar el retablo del altar mayor, un conjunto renacentista de alabastro blanco de Damià Forment; la bella capilla gótica de San Jorge, edificada en la época de Alfons el Magnánimo (s. XV), y la puerta real, una grandiosa construcción gótica flanqueada por dos torres octogonales.

Fue el rey Pere IV el Ceremonioso (1319-1387) quien vinculó el monasterio con la Corona de Aragón haciendo construir el panteón real, que hasta entonces había estado en Santes Creus. Fijaron su sepultura en el panteón de Poblet Alfons I, Jaume I el Conquistador, Pere III y muchos de sus sucesores. En las obras de los sepulcros, hechas de alabastro blanco, trabajaron algunos de los mejores escultores del momento.

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La catedral de Santa Maria fue construida entre el siglo XII y XIV en el punto más alto de la ciudad, en un emplazamiento lleno de historia. Anteriormente había allí una mezquita del siglo X, una basílica cristiana de época visigótica y, antes, un templo romano. Y es que en Tarragona la catedral esconde en sus cimientos un antiguo templo dedicado a Augusto.

La existencia de este edificio se conocía por referencias escritas y numismáticas, aunque que no se citaba la ubicación. Lo lógico era que se encontrara en el foro de la antigua Tarraco, donde siglos más tarde se levantaron los templos cristianos. En 2010, un equipo de arqueólogos excavó la nave central de la catedral y puso al descubierto los restos del templo romano.

La catedral, por su parte, es una obra de transición entre el románico y el gótico; el primero todavía estaba vigente avanzado el siglo XII en muchos lugares de la Cataluña Nueva. En Tarragona convive con estilos posteriores como el gótico, el arte renacentista y el barroco.

Destacan las tres puertas del templo, que corresponden a sus tres naves: la principal es gótica y las otras dos, románicas. Al levantar la vista, sin embargo, se puede comprobar que la catedral está inacabada, debido a los estragos causados por la peste negra.

Elclaustro gótico, que conduce al Museo diocesano, brilla por una decoración escultórica extensa. Los visitantes más curiosos pueden encontrar una inscripción árabe con fecha del año 960 de la antigua mezquita y la representación de la leyenda popular del entierro del gato por las ratas.

En el interior, el presbiterio y el ábside central tienen un elemento íntegramente románico que puede pasar desapercibido: el pavimento. Está hecho de piedra y mármol, de colores blanco, negro, naranja y amarillo y con dibujos geométricos entrelazados.

Lo que no pasa desapercibido es el órgano, de grandes dimensiones. Fue construido en el siglo XVI, aunque en 1929 se sustituyeron el mecanismo y los tubos por los del órgano romántico del Palacio Maricel de Sitges.

En las capillas, construidas a partir del siglo XIV, es donde se manifiesta más el cambio hacia el estilo gótico y posteriores. La pieza más destacada es el retablo mayor, de alabastro policromado, con las esculturas de Santa Tecla, Santa María y San Pablo.

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El Museo de Arte de Girona, fundado en 1976, no podía haber escogido mejor escenario que el Palacio Episcopal, de los siglos XII y XVI, para acoger su fondo. Y es que este museo tiene la tercera colección de arte románico y gótico más importante de Cataluña. La joya de la corona es el ara portátil del Monasterio de Sant Pere de Rodes, de piedra y madera cubierta de plata.

También destaca en la colección medieval la viga románica policromada procedente del Monasterio de Sant Miquel de Cruïlles, una de las pocas que se conservan en Europa. O la Virgen de Besalú, considerada uno de los mejores ejemplos góticos de su género. Nombres como Bernat Martorell y Lluís Borrassà también tienen presencia en la colección.

Pero el fondo artístico del Museo de Arte de Girona va más allá de la Edad Media. Está formado por 8.500 objetos que engloban desde las colonias griegas hasta el siglo XX. Precisamente este último período tiene también una presencia destacada en el museo con obras de Joaquim Vayreda, Santiago Rusiñol o Ramon Martí Alsina.

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El Palacio de la Generalitat, situado en el barrio gótico de Barcelona, es uno de los pocos edificios de origen medieval en Europa que se mantiene como sede del gobierno y de la institución que lo construyó.

La casa original, en la calle Sant Honorat, se adquirió en 1400 y durante todo el siglo XV se amplió y convirtió en un nuevo palacio gótico, obra de Marc Safont. Entre los elementos mejor conservados de esta etapa está la Galería gótica y la Capilla de Sant Jordi.

Durante el siglo XVI el Palacio de la Generalitat incorpora nuevos elementos respetuosos con el estilo gótico previo como la Cambra Daurada (Cuarto Dorado) y el primer Pati dels Tarongers (Patio de los Naranjos). Los cambios más radicales son a raíz de la ampliación hacia la plaza Sant Jaume (1597-1619): la actual fachada principal se inspira en el Renacimiento italiano, destacando cuatro columnas dóricas de origen romano del siglo II.

Los últimos cambios importantes en el edificio son de la etapa de la Mancomunidad de Cataluña (1914-1925): se añadieron elementos como la escalera de honor y la estatua ecuestre de Sant Jordi. A partir de los años 70 también destaca la adquisición de más de un centenar de piezas de arte moderno, vanguardista y contemporáneo de autores como Montserrat Gudiol, Josep Maria Subirachs, Antoni Clavé, Joan Hernández Pijuán o Antoni Tàpies.

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Durante la época moderna se sientan las bases de la cocina catalana rural. Excepcionalmente refinada y completa, la gastronomía del Renacimiento, el Barroco y la Ilustración es la antesala de la cocina tradicional catalana.

Del siglo XVI al XVIII, se vive una revolución con la llegada de nuevos productos procedentes de América: tomate, pimiento, judías, maíz, cacao, pavo o vainilla. Además, se introducen cambios en los sabores con la distinción entre dulce y salado, y se popularizan las bebidas frías, las ensaladas, el chocolate, el arroz y la pasta. Las clases populares y los conventos son los más receptivos a estos nuevos productos, mientras que los aristócratas y los burgueses son más continuistas con la cocina medieval.

Los testimonios escritos b> más destacados de la cocina catalana de la época moderna son Nuevo arte de cocina (Juan Altimiras), Llibre dels secrets d'agricultura, casa rústica i pastoril (fra Miquel Agustí), Instrucció breu i útil per los cuiners principiants (Francesc del Santíssim Sagrament), Avisos y instrucciones per lo principiant cuyner (Francesc Orri), El llibre de l'art de quynar (fra Sever d'Olot) y Llibre de cuina de Scala Dei (monasterio de Banyoles).

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Las Reales Atarazanas de Barcelona fueron la gran fábrica de galeras que necesitaba la Corona de Aragón en plena expansión por el Mediterráneo. Situadas enfrente del mar y a los pies de Montjuïc, durante muchos años se pensó que eran los astilleros medievales más grandes y completos que se conservaban en el mundo. Pero las excavaciones del año 2012 evidenciaron que, a finales del siglo XVI, sobre el antiguo edificio medieval, se levantaron unos nuevas astilleros que se corresponden en el edificio actual.

El rey Jaume I impulsó la creación de las Atarazanas, aunque fue Pere III que, en colaboración con la ciudad y la Generalitat, les dio el empujón definitivo a finales del siglo XIV. El primer edificio de esta infraestructura fue una gran construcción amurallada con una torre en cada ángulo; posteriormente se empezó a cubrir y ampliar. La gran sala gótica de ocho naves que vemos actualmente data del siglo XVI, aunque mantiene el estilo gótico original. Es un espacio amplio y muy luminoso gracias a los grandes ventanales y cubierto por un techo de madera.

Actualmente el edificio es la sede del Museo Marítimo de Barcelona. La colección se inició en 1929 y se ha ido enriqueciendo a lo largo de los años. Destacan los modelos de barcos, de instrumentos náuticos, de exvotos, de pintura marítima, de mascarones o de cartografía. También son muy populares la réplica de la Galera Real de Juan de Austria y el pailebote de Santa Eulàlia.

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Tortosa fue durante los siglos XIV y XV un enclave mercantil de primer orden. Este esplendor se refleja en edificios como la catedral, los palacios nobiliarios, el palacio episcopal, el recinto de las murallas o la lonja. En el siglo XVI Tortosa era una de las ciudades con más peso político, demográfico y económico de Cataluña. De esta época son los Reales Colegios, el conjunto renacentista más importante de Cataluña.

El conjunto monumental está formado por tres edificios. El más importante es el Colegio de Sant Jaume y de Sant Maties, de 1564, donde en un inicio se educaba a jóvenes musulmanes conversos. Es un gran edificio de dos pisos organizados en torno a un patio central -el único patio del Renacimiento en Cataluña-, donde destaca la rica ornamentación escultórica con alta influencia italiana.

El otro edificio es el Colegio de Sant Jordi y de Sant Domènec, de 1578. Era en origen un convento dominicano, pero los bombardeos franquistas (1937-1939) sólo dejaron en pie la sencilla portalada renacentista de dos cuerpos.

Completa el conjunto la Iglesia de Sant Domènec, de 1585. Es una iglesia de una sola nave, de estilo gótico, con capillas laterales. En la actualidad preside la nave central un armario-archivo procedente de la desaparecida casa de la ciudad. Desde 2008, acoge el Centro de Interpretación del Renacimiento.