Empezamos la escapada en
Olot, que nos atrae por su
rica vida cultural, su patrimonio y un
entorno natural volcánico que se encuentra dentro de la propia ciudad, con los cráteres urbanos que sobresalen entre el laberinto de calles. En este sentido, el recientemente inaugurado
Espacio Cráter es de visita obligada. Situado en el interior del
volcán del Puig del Roser, es una exposición totalmente interactiva e innovadora que explica los volcanes de La Garrotxa y del mundo. Se puede visitar por libre u optar por las muy recomendables visitas guiadas a la exposición y al volcán del Montsacopa, uno de los iconos de Olot, así como disfrutar de los
talleres familiares que se organizan.
También conoceremos los museos de Olot. El
Museo de la Garrotxa es imprescindible para adentrarse en el
legado de la Escuela de Olot, con Marià Vayreda y Josep Berga como máximos exponentes de esta corriente de
pintura paisajística. También es singular el
Museo de los Santos, santuario dedicado a la fabricación artesanal de imaginería religiosa, un oficio con mucha tradición en Olot.
Después daremos una
vuelta por la ciudad: sus calles y sus plazas nos conducirán hacia
edificios modernistas tan bonitos como la Casa Solà Morales, la Casa Gaietà Vila o la Casa Gassiot. La
Oficina de Turismo de Olot organiza una
visita guiada que explica sus secretos.
Muy cerca de Olot se encuentra
Sant Joan les Fonts, un pequeño pueblo con un gran entorno natural modelado por la actividad volcánica. Lo primero que haremos es visitar la
iglesia románica del monasterio de Sant Joan, de un singular color rosado. En el interior destacan los capiteles y la
pila bautismal del siglo XII. El templo forma parte de la
Ruta Medieval, que incluye también el castillo de Juvinyà y el puente medieval, hecho con piedra volcánica.
En Sant Joan les Fonts encontraremos espacios geológicos muy interesantes, como el
riscal de Fontfreda, un espectacular conjunto de columnas con prismas de más de tres metros. Es uno de los espacios de la
Ruta de las Tres Coladas de Lava, que se recorre a pie en menos de dos horas.
El colofón es
Castellfollit de la Roca, un pueblo encaramado sobre un riscal de
roca basáltica de 50 metros. Castellfollit es igual de espectacular por fuera —por la imagen que regala de las casas asomadas al abismo— como por dentro, con las estrechas callejuelas que desembocan en la antigua
iglesia de Sant Salvador, en el extremo del riscal, donde se encuentra un mirador con una vista privilegiada.
Una propuesta de escapada en colaboración con la revista
Descobrir.
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