
El Born Centro Cultural de Barcelona es un equipamiento de referencia en Europa: es a la vez un espacio histórico, el núcleo de la memoria colectiva catalana y un moderno centro cultural.
< p>Como espacio histórico, el antiguo mercado de El Born (1876) es el primer gran edificio de la arquitectura del hierro en la ciudad y muestra su destacado papel como metrópoli europea durante el siglo XIX.
En cuanto a la memoria histórica, en el subsuelo del mercado se conserva un yacimiento arqueológico excepcional, tanto por su estado de conservación como por sus dimensiones. Contemplando los restos de las 42 calles y las 60 viviendas que formaban parte del barrio de la Ribera se puede recorrer la historia de Barcelona y Cataluña, desde la época romana hasta principios del XVIII.
Las piedras nos hablan del desenlace de la Guerra de Sucesión para la ciudad, que resistió al asedio de las tropas de Felipe V hasta la capitulación del 11 de septiembre de 1714. Como consecuencia, el centro de El Born fue destruido para construir la fortaleza militar de la Ciutadella.
Después de años de tareas de excavación, restauración y musealización, actualmente este emplazamiento se ha convertido en un centro cultural. Inaugurado en 2014, actúa como centro de interpretación de la Guerra de Sucesión y también cuenta con una programación que incluye actividades literarias, teatrales y musicales.
Esta casa del centro de Moià es un edificio señorial del siglo XVII con un notable valor arquitectónico y artístico. Pero si hay algo que la hace especial es que alrededor del 1660 nació Rafael Casanova, protagonista de la defensa de Barcelona el 11 de septiembre de 1714.
Casanova era hijo de una familia acomodada de Moià dedicada al comercio del grano y la lana. Su situación acomodada se puede ver en las características de la casa, sobre todo en su interior, ricamente decorado. Formada por una planta baja, un piso y una buhardilla, con jardín posterior y sótano, destaca la fachada principal, esgrafiada.
Actualmente, la casa acoge una exposición que muestra las claves del conflicto de 1714: desde el estallido de una guerra internacional para determinar el sucesor a la corona española tras la muerte de Carlos II sin descendencia, hasta la caída de la ciudad de Barcelona a manos de las tropas borbónicas, mientras Rafael Casanova era responsable de la defensa de la ciudad como consejero y comandante de la Coronela.
Una iglesia barroca, un residencia-convento de
estilo neoclásico... y una cueva. Estos tres elementos conforman la
Cova de San Ignasi de Manresa, un conjunto arquitectónico
convertido en centro de espiritualidad y estampa icónica de la capital
del Bages.
Situado en el Puig de Sant Bartomeu en
una de las cuevas formadas por la erosión de las aguas de El Cardener, este
conjunto se levantó en el lugar donde la tradición cuenta que San
Ignacio de Loyola vivió 11 meses meditando y escribiendo parte de sus
Ejercicios Espirituales, entre el 1522 y el 1523.
En la cueva destaca el Relleu del rapte de
Sant Ignasi, un retablo de alabastro de mediados del siglo XVII,
esculpido por los manresanos Joan Grau, su hijo Francesc y Josep Sunyer.
La iglesia, construida en el siglo XVIII con el diseño
de Josep Moretó, combina un interior discreto donde destaca un altar de la
Santísima, con una fachada barroca rica en elementos y proporcionada en sus
medidas.
Completan el conjunto la residencia-convento
de los jesuitas, de inspiración neoclásica, y el vestíbulo o
pasillo que une la iglesia y la cueva, de estilo modernista y
decorado con mármoles, mosaicos, estucos, vidrieras y metales.
Durante la época moderna se sientan las bases de la cocina catalana rural. Excepcionalmente refinada y completa, la gastronomía del Renacimiento, el Barroco y la Ilustración es la antesala de la cocina tradicional catalana.
Del siglo XVI al XVIII, se vive una revolución con la llegada de nuevos productos procedentes de América: tomate, pimiento, judías, maíz, cacao, pavo o vainilla. Además, se introducen cambios en los sabores con la distinción entre dulce y salado, y se popularizan las bebidas frías, las ensaladas, el chocolate, el arroz y la pasta. Las clases populares y los conventos son los más receptivos a estos nuevos productos, mientras que los aristócratas y los burgueses son más continuistas con la cocina medieval.
Los testimonios escritos b> más destacados de la cocina catalana de la época moderna son Nuevo arte de cocina (Juan Altimiras), Llibre dels secrets d'agricultura, casa rústica i pastoril (fra Miquel Agustí), Instrucció breu i útil per los cuiners principiants (Francesc del Santíssim Sagrament), Avisos y instrucciones per lo principiant cuyner (Francesc Orri), El llibre de l'art de quynar (fra Sever d'Olot) y Llibre de cuina de Scala Dei (monasterio de Banyoles).
Cervera acoge una de las construcciones barrocas más bellas de Cataluña. La imponente sobriedad del edificio de la Universidad es la huella que queda de la institución que lo levantó.
Las circunstancias políticas son las que hacen posible la creación de esta institución de educación superior. La funda el rey Felipe V en 1717 como compensación por los daños sufridos durante la Guerra de Sucesión, y se convierte en centro intelectual de Cataluña.
La arquitectura majestuosa del edificio sigue un esquema propio de la arquitectura militar, con una planta rectangular con torres en los ángulos. La fachada principal es de estilo barroco moderado y se adapta al carácter local, mientras que la segunda fachada, la interior, representa nuevas tendencias neoclásicas.
El espacio más significativo de este majestuoso edificio es el paraninfo o salón de actos, que incluye también la capilla. En el altar hay un retablo barroco realizado por el maestro Jaume Padró y un pequeño ábside con esculturas de alabastro de Sarral rodeadas de mármoles de colores. Preside el conjunto la Inmaculada Concepción, patrona de la Universidad y representante de la Sabiduría.
El mayor monumento de Cataluña es también la fortaleza abaluartada más grande de Europa. El Castillo de Sant Ferran ocupa 550.000 m² en lo alto de una colina de Figueres. Como buen castillo fronterizo, su situación es inmejorable: tiene buenas panorámicas de la sierra de la Albera, que hace frontera con Francia, y del golfo de Roses.
Precisamente se levantó ante la necesidad de reforzar la frontera después de la Paz de los Pirineos de 1659 y debe su nombre al rey Fernando VI. La fortificación, inaugurada en 1766, pero terminada de construir en 1892, está formada por dos recintos.
El interior, de más de 325.000 m2, consta de seis baluartes unidos por paños de muralla. No pasa desapercibida la magnitud del edificio: caballerizas con capacidad para 500 caballos, almacenes para guardar víveres para 10.000 personas durante un año, una gran plaza de armas, nueve pabellones para el alojamiento de las autoridades y sus familias, y cuatro grandes cisternas con una capacidad total de nueve millones de litros de agua.
El recinto exterior, con un perímetro de 3.120 metros, lo integran tres hornabeques, siete revellines y dos contraguardias. Está separado del exterior por un gran foso de 10 hectáreas, que actualmente se puede visitar, incluidas las galerías subterráneas.
Sus monumentales dimensiones han hecho siempre difícil y muy costosa su actividad militar que frecuentemente ha estado por debajo de sus posibilidades. Desde 1997 se organizan visitas guiadas regulares al Castillo de Sant Ferran.