En el año 2010, cuando se cumplían 850 años de la fundación del monasterio de Santes Creus, comenzó la restauración del panteón real y la investigación científica de las tumbas que lo componen.
El Museu d’Història de Catalunya coordinó equipos multidisciplinares (formados por historiadores, arqueólogos, restauradores, paleopatólogos y antropólogos físicos) para estudiar las tumbas de los reyes Pedro III de Aragón, Jaime II y Blanca de Anjou, así como la del almirante Roger de Llúria. La investigación aportó valiosos datos sobre la vida, las enfermedades y la muerte de estos personajes, así como del ajuar y los rituales funerarios de la época.
Los resultados del estudio, publicados en 2011, se centraron en los restos de Pedro II -hallados intactos- y de Blanca de Anjou -en excelente estado de conservación- y descartaron que los restos encontrados en la tumba de Llúria fueran del almirante.
Los restos del rey sobre el contramolde al terminar el levantamiento. Fotos: Carlos Aymerich y Ramon Maroto (Centre de Restauració de Béns Mobles de Catalunya) > Flickr Patrimoni.gencat
La tumba de uno de los reyes más destacados de la Corona de Aragón se mantuvo intacta a lo largo de 700 años; todo un récord. El sepulcro de Pedro III, enterrado en el Real Monasterio de Santes Creus desde 1285, es una de las pocas tumbas de linaje real europeo que no había sido exhumada y la única no expoliada de los reyes catalanes.
El hallazgo del cuerpo momificado de Pedro III, excepcional y de relevancia internacional, se produjo en junio de 2010, durante los trabajos de restauración de las tumbas impulsado por el Departament de Cultura i Mitjans de Comunicació, bajo la dirección del Museu d’Història de Catalunya.
La oportunidad única y sin precedentes de conocer datos inéditos del rey, de los rituales de enterramiento real en el siglo XIII o la indumentaria de la época movilizó a un equipo multidisciplinario con la misión de exhumar y estudiar los restos humanos y el sepulcro que los contiene.
"Real Monesterio de Santes Creus” – Fotografía: Josep Giribet – Patrimoni.gencat
"Sección lateral en 3D de la tumba de Pedro III – Museu d’Història de Catalunya
“Tumba real de Pedro III - Santes Creus” – Fotografía: Josep Giribet – Patrimoni.gencat
“Tumba real de Pedro III - Santes Creus” – Fotografía: Pepo Segura – Patrimoni.gencat
“Tumba real de Pedro III - Santes Creus” – Fotografía: Pepo Segura – Patrimoni.gencat
“Tumbas de Blanca d’Anjou y Jaime de Aragón - Santes Creus” – Fotografía: Pepo Segura – Patrimoni.gencat
Antes de la extracción del sepulcro de la bañera de pórfido, los expertos trabajaron con las más avanzadas técnicas científicas de investigación en el Monasterio de Santes Creus. Así, para confirmar la presencia de restos humanos en el sepulcro, se hizo una inspección endoscópica, consistente en la introducción de una pequeña cámara en la tumba. Con este ojo privilegiado se pudieron observar que el cuerpo ocupaba la longitud total del sepulcro así como la presencia de un tejido, y se pudo intuir la existencia del cráneo y la mandíbula inferior.
La segunda prueba fue la cromatografía de gases o, lo que es lo mismo, el análisis de la atmósfera interior de la tumba. Los resultados probaron la existencia de sustancias utilizadas en el embalsamamiento como brea, sílice, betún o hierbas aromáticas.
Para abrir la tumba de Pedro III se tuvo que retirar el pináculo y la tapa del sepulcro que cubrían la bañera de pórfido rojo. Antes de mover los restos, los expertos hicieron una radiografía y recogieron muestras de hongos y tejidos. Extraer el cuerpo del rey del sepulcro fue una tarea difícil y delicada, que requirió seis horas de trabajo y la coordinación de una veintena de personas.
Para el traslado de los restos al Centre de Restauració de Béns Mobles de Catalunya (CRBM), en Valldoreix, se utilizó un vehículo a medida: un camión climatizado con amortiguadores especiales y sistemas de fijación para evitar movimientos, además de una velocidad controlada que no sobrepasó nunca los 70 km / h.
La primera parada fue en el Hospital Joan XXIII de Tarragona, donde se hizo un TAC a los restos: una prueba no invasiva que aportó las primeras reconstrucciones volumétricas.
Embalaje del fardo funerario de Pedro III. Fotos: Carles Aymerich y Ramon Maroto (Centre de Restauració de Béns Mobles de Catalunya)
Elevación del fardo funerario y colocación dentro del contramolde construido para su transporte. Fotografía: Carles Aymerich y Ramon Maroto (Centre de Restauració de Béns Mobles de Catalunya)
Salida del fardo funerario entre las columnas del baldaquín. Fotografía: Carles Aymerich y Ramon Maroto (Centre de Restauració de Béns Mobles de Catalunya)
El cuerpo del rey en el interior de la cámara habilitada expresamente en el Centre de Restauració de Béns Mobles de Catalunya. Fotografia: Carles Aymerich i Ramon Maroto (Centre de Restauració de Béns Mobles de Catalunya)
Los primeros estudios que se hicieron en el CRBM, en un microclima controlado y sin luz natural, constataron que el cuerpo se encontraba “parcialmente momificado y esqueletizado”. También confirmaron que el rey fue embalsamado utilizando técnicas heredadas del antiguo Egipto, muy habituales en los enterramientos reales en la Europa del siglo XIII.
El cuerpo estaba situado longitudinalmente en la bañera de pórfido, sobre una doble tabla de madera. Se encontraba boca arriba, con los brazos sobre el tórax y la cabeza desplazada ligeramente hacia la izquierda; las piernas se encontraron en posición horizontal y los pies, separados del cuerpo, entre las dos piernas.
Con los primeros análisis de las muestras de tejidos (lana, lino y seda), los expertos no encontraron restos de indumentaria que se pudieran atribuir a un rey.
La investigación también incluyó la reconstrucción facial del rey Pedro III con técnicas forenses y criminalísticas.
El cuerpo del rey en el interior del sarcófago. Fotografía: Carles Aymerich y Ramon Maroto (Centre de Restauració de Béns Mobles de Catalunya)
Extracción de muestras de hongos. Fotografía: Carles Aymerich y Ramon Maroto (Centre de Restauració de Béns Mobles de Catalunya)
Primer plano del cráneo del rey. Fotografía: Carles Aymerich y Ramon Maroto (Centre de Restauració de Béns Mobles de Catalunya)
Los arqueólogos retiran las hojas de palma introducidas durante la apertura de Bonaventura Hernández Sanahuja en 1857. Fotografía: Carles Aymerich y Ramon Maroto (Centre de Restauració de Béns Mobles de Catalunya)
Otros momentos de recogida de muestras y observación de los restos. Fotografía: Carles Aymerich y Ramon Maroto (Centre de Restauració de Béns Mobles de Catalunya)
La cabeza del rey reposaba sobre un cojín de seda de color carmesí, rellenado con un segundo cojín bordado y rellenado con plumas de ganso. Fotografía: MHC (Sol cidras - A. Bargalló)
A pesar del grado de degradación se han podido documentar en el cuerpo del rey restos de los tejidos blandos. TAC: Hospital Joan XXIII de Tarragona; tratamiento de la imagen: GROB
El estudio también permitió responder a incógnitas como las características físicas del rey, las enfermedades que sufrió, la dieta que hacía o las causas de su muerte prematura.
El rey Pedro era un hombre de una altura destacable para su época, entre 175 y 180 cm. Tenía una cara alargada y un maxilar inferior más prominente que el superior. Estaba bien alimentado: se identificaron restos de consumo de cereales y carne. También se encontraron indicios de algunas patologías: un probable tumor cerebral benigno de las meninges y calcificaciones en los pulmones por tuberculosis, una de las posibles causas de su muerte.
La posición de los restos de Pedro III en la tumba se ha relacionado con un cambio de sepulcro, más pequeño, mientras que el estado de desecación de los restos podría estar relacionado con procesos de embalsamamiento: el cuerpo podría haber sido tratado químicamente para retrasar la descomposición.
La apariencia física de la reina Blanca de Anjou es la de una mujer joven de 25 a 30 años, de talla pequeña, aproximadamente 150 cm. Dentro de la tumba se encontraron dispersos algunos cabellos, aunque no se puede determinar si pertenecían a la reina o a algún familiar suyo.
No se detectaron enfermedades graves en el cuerpo de la esposa de Jaime de Aragón. Sólo la presencia de un juanete en el pie derecho, consecuencia de vestir calzado estrecho y puntiagudo. Por el estado del cuerpo, todo apunta a que la causa de la muerte estaría relacionada con alguna complicación en un embarazo o un parto.
Como consecuencia de las diversas manipulaciones de los restos, la reina Blanca de Anjou no presentaba vestimenta asociada directamente al cuerpo. Sólo se recuperaron fragmentos de textil que podrían corresponder al momento del entierro.
Parece que la reina fue expuesta. Se deduce por la disposición del cuerpo y también por la presencia de ácido carmínico en la mejilla, lo que indicaría la aplicación de maquillaje.