Un jardín digno de ser visitado es aquel cuyo nacimiento está precedido por un relato: un proyecto ambicioso, un profundo agradecimiento, la expresión de un mito, etc. Así pues, veamos qué historias esconden los jardines más emblemáticos de Cataluña.
Salvaguardar: una labor indispensable
Un jardín histórico es una composición vegetal con un elemento histórico o artístico que evoca un hecho importante de nuestra cultura, motivo por el cual lo sentimos como propio, paseamos por él y lo disfrutamos, conscientes de que atesora retazos de nuestra historia. Actualmente, está en fase de elaboración una lista o inventario, para poder analizarlos y detectar los espacios más vulnerables, y así poder protegerlos.
Hemos elegido cinco jardines particularmente encantadores, de una belleza fascinante, y que, además, tienen un atractivo cautivador. Son, sin duda alguna, jardines con historia. Parque del Laberinto de Horta (Fotos: Job Vermeulen)
Los Jardines Artigas, un regalo de Gaudí
En 1905, cerca del nacimiento del río Llobregat, en el minúsculo municipio de La Pobla de Lillet, Eusebi Güell fundó una fábrica de cemento. Para mantener vivos los hornos, los trabajadores extraían el carbón de las minas del Catllaràs, que no quedaban precisamente cerca del pueblo. Para facilitar esta tarea, el mecenas de Gaudí encargó al genio de la arquitectura la creación de unas viviendas para los trabajadores e ingenieros de las minas.
Para cumplir el cometido, Gaudí se alojó en el valle de Lillet durante un tiempo, en casa de la familia de los señores Artigas, que fueron muy hospitalarios con él. Cuando acabó el proyecto encargado por Eusebi Güell, Gaudí les regaló, como muestra de agradecimiento, el diseño de unos jardines, situados justo delante de la casa y de la fábrica textil. Así fue como nacieron los magníficos Jardines Artigas, que se levantan sobre dos peñas que delimitan el río Llobregat. Se trata de una simbiótica fusión: la arquitectura modernista y la naturaleza de la comarca del Berguedà; una mixtura de la que surgió un espacio mágico y único dentro del territorio catalán, porque los jardines se construyeron aprovechando la vegetación natural de la zona, motivo por el cual durante el recorrido podemos ver fuentes, puentes, cascadas, esculturas, miradores y bancos. Jardines Artigas (Fotos: Job Vermeulen)
El parque de la Ciutadella: centro neurálgico de la Exposición Universal de 1888
Es el jardín más conocido de Barcelona, quizá porque fue el primero ideado específicamente para ser un parque público. Fue diseñado por Josep Fontserè en 1872 y, a finales del siglo XIX, ya se había convertido en el espacio verde más importante de la ciudad. A pesar de ello, el maestro de obras no presidió la dirección de obras del parque para prepararlo para uno de los acontecimientos más importantes de la historia de la ciudad: la Exposición Universal de 1888.
La enorme extensión de terreno que requería este acontecimiento (recordemos que se celebró durante ocho meses y vio desfilar a un millón y medio de visitantes) comportó una mejora en las infraestructuras de esta zona de la ciudad. En el parque de la Ciutadella se construyeron diversos pabellones que fueron derribados cuando la exposición finalizó, como el Palacio de las Bellas Artes o el Palacio de la Industria, y otros fueron destruidos por las explosiones de la Guerra Civil.
Desgraciadamente, muchas de las iniciativas propuestas para el parque de la Ciutadella perdieron empuje cuando concluyó la famosa exposición, pero durante los años siguientes se repensaron nuevos espacios para el parque, como el zoológico, inaugurado en 1892 y visitable en la actualidad, o el Saturno Park, que no perduró más de una década. Parque de la Ciutadella (Fotos: Job Vermeulen)
El parque del Laberinto de Horta: la recreación de un mito
El jardín más antiguo de Barcelona se ha convertido en un gran atractivo turístico para la ciudad, ya que muchos visitantes se proponen averiguar si lograrán encontrar la salida o se quedarán atrapados, como le ocurrió a Teseo en el laberinto del Minotauro antes de que Ariadna le ayudara a salir con su hilo.
En 1791 el aristócrata ilustrado Joan Antoni Desvalls adquirió los terrenos donde se construyó este parque, que perteneció a la familia Desvalls hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando el Ayuntamiento de Barcelona pasó a ser el propietario.
A la entrada del Laberinto de Horta se encuentra una inscripción que alude al laberinto de Creta. Aquellos que conocen el mito, por lo tanto, ya se tranquilizan, porque saben que encontrar la salida no será tan complicado como lo fue para los protagonistas de aquel relato de la mitología griega. Así, podemos permitirnos el lujo de explorar con libertad y curiosidad todos los espacios intrincados, muchos de los cuales, además, evocan otros mitos de nuestra civilización, como el jardín italiano con figuras que recrean el rapto de Europa, o bien alguna de las tres terrazas con representaciones de Dánae, Baco, Ariadna y otros personajes mitológicos. Parque del Labertinto de Horta (Fotos: Job Vermeulen)
El Jardín Botánico Marimurtra: la materialización de un sueño
El Jardín Botánico Marimurtra fue creado en 1921 por el empresario alemán Carl Faust y, desde un punto de vista paisajístico, es uno de los jardines más relevantes de Europa, porque tiene una extensión de cuatro hectáreas y más de cuatro mil especies vegetales, muchas de ellas exóticas.
Pero ¿de dónde surgió la iniciativa de crear este jardín? Carl Faust, un gran amante de las ciencias naturales, decidió crear un espacio donde pudiera convivir la flora de todo el mundo, de Oriente y de Occidente. A los cincuenta años, cuando se jubiló, decidió emprender ese proyecto en Blanes, en un lugar que para él era idóneo: sobre unos acantilados que bordean el Mediterráneo. Jardín Botánico Marimurtra (Fotos: Job Vermeulen)
Parque Samà: un toque del exotismo de ultramar
En pleno Romanticismo, en 1881, el mismo arquitecto que había ideado la Ciutadella, Josep Fontserè i Mestres, diseñó un parque en Cambrils que sería la residencia de verano de una de las familias indianas más importantes del siglo XIX. Así, nació el Parque Samà, un fabuloso recinto de catorce hectáreas donde se iba a poder respirar el exotismo de las colonias de América, ya que lo más importante era armonizar la predilección de la familia Samà por el paisaje de ultramar con el modernismo de Cataluña.
En esta pequeña porción de paraíso terrenal hay una fauna y una flora muy abundantes: más de ochocientas palmeras, un gran lago rodeado de majestuosos robles y pinos, pavos, faisanes, ocho especies de aves de América Central y todo un conjunto de pasarelas y grutas construidas como si fueran parte natural del paisaje. No es casualidad que mientras se pasea por este extenso parque se tenga la sensación de estar contemplando una obra de Gaudí. Efectivamente, el arquitecto catalán ofreció sus conocimientos y trabajó con los mismos materiales que, pocos años más tarde, se convertirían en sus preferidos: el hierro, la cerámica, la madera y el cristal.
Con el paso del tiempo, este jardín histórico ha sido testimonio de grandes acontecimientos: fue la sede que acogió la visita del rey Alfonso XIII y de la reina Victoria Eugenia; en 1936 fue confiscado por el Comité Antifascista de Cambrils y se le dio un uso estrictamente militar; y, dos años más tarde, el parque recibió a la conocida Quinta del Biberón, y miles de jóvenes (la mayoría, menores de edad) recibieron una formación de tres días antes de ser enviados al frente. Parque Samà (Fotos: Job Vermeulen)
El hombre y los espacios verdes: un amor ancestral
Es lógico que los jardines formen parte de las páginas iniciales de la historia de la humanidad. Los primeros que se conocen son los jardines colgantes de Babilonia, una de las siete maravillas de la antigüedad clásica, aunque desconocemos si fueron una construcción real o una licencia poética.
Los jardines históricos son joyas paisajísticas que acentúan la calidad del paraje donde se ubican, porque son documentos vivos, con una historia detrás. Los encontramos por todas partes, tanto en lugares públicos como privados de Cataluña: claustros de monasterios, conventos, parques, cementerios, casas de veraneo, entre otros, porque son espacios idóneos para relajarse, desconectar y disfrutar de la naturaleza. En este sentido, son elementos esenciales que dan respuesta a la creciente concienciación social del bienestar emocional. Árboles (Foto: Valiphotos / Pexels)