Consiguieron llegar sanos y salvos. Allí pasaron dos días y dos noches aterrorizados por si alguien los localizaba y los iba a buscar. Mientras tanto, fuera, los tiroteos eran constantes a todas horas y, al ver que la situación no mejoraba, los religiosos pensaron que escapar de Barcelona por vía marítima podía ser una opción, pero cuando intentaron recorrer el camino hasta el puerto se encontraron el trayecto lleno de barricadas y de sublevados. Era imposible.
Aterrorizados por la idea de tener que quedarse en aquella ciudad incendiada, buscaron otra alternativa: ir a Montgat a pie siguiendo la vía del tren. Y así lo hicieron. Poco a poco, paso a paso, se alejaron de Barcelona. Pero todavía no podían cantar victoria. En Badalona, se dieron cuenta de que todavía corrían peligro cuando un grupo de carabineros los interceptó. Por suerte, un hombre llamado Joan Font que pasaba por allí intercedió por ellos y pudieron continuar el trayecto. Pero entre los obreros de Badalona, que también estaban en pie de guerra, enseguida corrió la voz de que había tres capellanes de Barcelona rondando por el pueblo y los empezaron a perseguir armados con piedras. Para evitar que hubiera una desgracia, Font los llevó a su casa y allí se quedaron hasta que los perseguidores los dejaron tranquilos. Después, los religiosos se trasladaron a la parroquia, donde el párroco encargado de la rectoría los acogió. Mientras tanto, en Badalona, los obreros de la fábrica del vidrio comenzaron a provocar disturbios en diferentes puntos de la ciudad. Había que marcharse lo antes posible. Pero, ¿a dónde?