Joan Miró (1893-1983) es considerado uno de los artistas más influyentes del siglo XX. Su estilo único y original, marcado por las
formas simples, los
colores elementales y la experimentación con
nuevos materiales, la ha convertido en un referente para muchos creadores.
Con tan sólo 14 años, comenzó los estudios de comercio por indicaciones de su padre, que aceptó que, paralelamente, se matriculara en las clases nocturnas de dibujo en La Llotja de Barcelona "como pasatiempo". Fue en 1911, durante la estancia en
Mont-Roig del Camp para recuperarse de una enfermedad, que decidió firmemente ser pintor. Ni la proyección internacional, ni las estancias en París, Nueva York o Japón le alejarían jamás de los paisajes del
Baix Camp, claves para su vocación artística y fuente de inspiración, como tampoco de sus
raíces catalanas.
Después de una primera etapa artística con
influencias fauvistas, expresionistas y cubistas (
Retrat de nena, 1919;
La masia, 1920) la estancia en París lo pone en contacto con el surrealismo y el dadaísmo, y su pintura evoluciona y se libera del convencionalismo y el academicismo. En su
particular visión surrealista, Miró se inspira en lo irracional y transforma los objetos y los personajes en símbolos y formas que mezclan lo geométrico con lo orgánico.
El carnaval d’Arlequí (1924) y
El gos bordant a la lluna (1926) son títulos muy significativos.
El inicio del
reconocimiento internacional de su obra, con la compra de piezas por parte del MoMA de Nueva York en 1928, coincide con su etapa más rebelde, marcada por el
deseo de "matar" la idea clásica de pintura. Y es que durante toda su vida experimentará con
nuevas técnicas y expresiones como el
collage, los grabados, la cerámica, los tapices, la escultura, la escenografía, basculando constantemente
entre la figuración y la abstracción. A partir de los años 60 inventa un nuevo lenguaje, donde su mitología característica (mujer, pájaro, estrella, luna y sol) adquiere una significación muy explícita (
L’atzur d’or, 1967).
Huía del protagonismo público, refugiándose menudo en su estudio de Palma de Mallorca. Esto no es impedimento para que Miró exprese la
rabia y sensibilidad por los grandes acontecimientos de su época (la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial) a través de su obra:
Natura morta del sabatot (1937) o la serie
Constel·lacions (1939 -1941). E incluso en los años de consagración internacional, con retrospectivas en los museos más prestigiosos, no se detiene su espíritu combativo. Son un ejemplo las telas que quemó y taladró en 1973 en protesta contra la represión franquista.
Una de las mejores colecciones de la obra del artista se encuentra recogida en la
Fundación Joan Miró de Barcelona, que abrió sus puertas en 1975. También hay importantes fondos de obra suya en la Fundación Pilar y Joan Miró de Palma de Mallorca, el Centro Georges Pompidou de París, el MoMA y el Guggenheim de Nueva York, en la Tate Modern de Londres y el Moderna Museet de Estocolmo, entre otros.