Girona cuenta con numerosos testimonios de su pasado medieval, una época de crecimiento en que se convirtió en la segunda ciudad de Cataluña con una población de 10.000 habitantes (siglo XV). El antiguo recinto amurallado romano se quedó pequeño y la ciudad se extendió hacia ambas orillas del río Onyar.
Entre el patrimonio monumental que refleja este crecimiento está la catedral (s. XI - XVIII), que con su gran nave, es el espacio gótico abovedado más ancho del mundo. Sin embargo, la primera catedral de Girona fue la basílica de Sant Feliu, actualmente es uno de los edificios góticos más representativos de la ciudad, y sobre todo su esbelto campanario (s. XIV-XVI). En el interior conserva obras de arte remarcables, como los ocho sarcófagos paganos y paleocristianos (s. IV) y el Cristo Yacente (s. XIV) del maestro Aloi.
Por su parte, el monasterio de Sant Daniel está ubicado en una extensa zona verde junto a la ciudad y actualmente acoge una comunidad de monjas benedictinas. La iglesia guarda el sepulcro del santo y el claustro es un bello ejemplo de construcción románica con añadidos góticos.
A dos kilómetros siguiendo el río Galligants, se levanta otro monasterio: Sant Pere de Galligants, actual sede en Girona del Museo de Arqueología de Cataluña. Ejemplo de románico catalán, destaca por la iconografía de los capiteles de la nave central y del claustro.
Junto a Sant Pere de Galligants están los Baños Árabes, unos baños públicos que también dan testimonio del crecimiento demográfico y urbanístico de la Girona medieval. Siguen el modelo de las termas romanas, de los baños musulmanes y de las mikvés judías.
Sin embargo, uno de los grandes símbolos de la Girona medieval es el Call (la Judería). Se empezó a formar en el siglo XII a partir del calle de la Força, cuando se instalaron allí familias judías que antes vivían en los alrededores de la catedral. En la judería de Girona residieron importantes pensadores como el médico poeta filósofo y exégeta Mosse ben Nahman, más conocido como Bonastruc ça Porta. En la judería gerundense llegaron a vivir hasta 800 personas y hoy es una de las zonas más concurridas de la ciudad.
Cuna de Cataluña. Así es como se conoce al Monasterio de Santa Maria de Ripoll y no es extraño. Fundado por el conde Guifré el Velloso el año 879, bajo la dirección del abad Oliba se convierte en un centro religioso y cultural de primer orden, con un templo románico amplio y majestuoso y un scriptorium con una gran producción literaria, a la altura de la de otras abadías europeas de este periodo.
La portalada del monasterio, del siglo XII, es la gran protagonista del conjunto. Da la bienvenida a fieles y curiosos y es una de las grandes piezas escultóricas del románico europeo. Está totalmente esculpida con escenas del Antiguo Testamento y alegorías. De ahí que se la conozca como "la Biblia de piedra". Su monumentalidad da testimonio de la grandeza que vivió Ripoll. No en vano, durante muchos años el monasterio fue también el panteón de los condes de Besalú y de Girona.
El edificio pasó por varias ampliaciones y reconstrucciones motivadas por la falta de espacio, incendios, un terremoto y pillajes. En 1886, el obispo de Vic, Josep Morgades, encarga la reconstrucción del monasterio al arquitecto Elies Rogent. Ripoll recupera la iglesia y el claustro del monasterio del siglo XI con una interpretación neorrománica.
Actualmente Santa Maria de Ripoll se puede visitar y se ha habilitado un centro de interpretación y una exposición permanente sobre el scriptorium, en la que se explica su importancia.