Pasear por el casco antiguo de Besalú es hacer automáticamente un viaje a la edad media. El trazado actual de la población no responde fielmente a su estado original, pero sí que posibilita a grandes rasgos la lectura de la urbanización de la edad media con la existencia de importantes edificios: la iglesia del Monasterio de Sant Pere de Besalú, el antiguo hospital de peregrinos, la casa Cornellà, la iglesia de Sant Vicenç o la Sala gótica del Palacio de la Curia real. La judería tiene como principal parada la mikvé, uno de los escasos restos de baños rituales judíos y una de las mejores vistas del río Fluvià.
Pero sin duda, el símbolo de la ciudad es el Puente Viejo de Besalú: una construcción que destaca tanto por las dimensiones como por la apariencia en forma de ángulo recto sobre el río.El documento más antiguo en que aparece referenciado es de 1075, fecha probable de su construcción original. Pero las inundaciones, riadas y necesidades defensivas de la ciudad hicieron necesaria su reconstrucción en el siglo XIV, que se mantuvo de pie hasta la Guerra Civil. La imagen del puente actual es una reconstrucción de principios de los años 60.
La importancia monumental de Besalú viene dada fundamentalmente por su gran valor de conjunto, por su unidad, que la determina como una de las muestras más importantes y singulares de los conjuntos medievales de Cataluña.
Visitar la villa ducal de Montblanc es hacer un recorrido por un museo al aire libre. La ciudad destacó como importante centro comercial durante la Edad Media y vivió su momento álgido con la creación del Ducado de Montblanc en 1387. Este éxito tiene su reflejo en la riqueza monumental de la ciudad.
En el siglo XIV, Montblanc vivía un gran momento: era la séptima ciudad más importante de Cataluña gracias a su peso político y económico. Prueba de ello fue la celebración de las Cortes Generales en la ciudad en cuatro ocasiones y la creación del Ducado. En este momento se pusieron en marcha las obras más emblemáticas de Montblanc, encabezadas por su recinto amurallado. Formado por un imponente conjunto de torres, portales y murallas coronadas por almenas, los muros se aprovecharon a lo largo de la Edad Moderna para construir viviendas. No es hasta el siglo XX que se restaura y se eliminan las construcciones añadidas.
La iglesia gótica de Santa Maria, conocida también como la Catedral de la Montaña por sus grandes dimensiones y su ubicación en lo alto de un promontorio, es otro testimonio del poder medieval de Montblanc. En el interior destaca el retablo de San Bernardo y San Bernabé, de piedra policromada del siglo XIV, que muestra bellamente esculpidas escenas de la vida de los santos.
La iglesia-hospital Sant Marçal destaca por la pintura mural de San Cristóbal (s. XV) y un ventanal gótico esculpido. El Palacio Alenyà es la última gran obra que refleja el pasado próspero de Montblanc; se trata de una construcción de estilo gótico con una gran puerta principal de medio punto y esbeltos ventanales. El edificio, sin embargo, se ha modificado a lo largo del tiempo y actualmente es la sede del Consejo Comarcal de la Conca de Barberà.
Girona cuenta con numerosos testimonios de su pasado medieval, una época de crecimiento en que se convirtió en la segunda ciudad de Cataluña con una población de 10.000 habitantes (siglo XV). El antiguo recinto amurallado romano se quedó pequeño y la ciudad se extendió hacia ambas orillas del río Onyar.
Entre el patrimonio monumental que refleja este crecimiento está la catedral (s. XI - XVIII), que con su gran nave, es el espacio gótico abovedado más ancho del mundo. Sin embargo, la primera catedral de Girona fue la basílica de Sant Feliu, actualmente es uno de los edificios góticos más representativos de la ciudad, y sobre todo su esbelto campanario (s. XIV-XVI). En el interior conserva obras de arte remarcables, como los ocho sarcófagos paganos y paleocristianos (s. IV) y el Cristo Yacente (s. XIV) del maestro Aloi.
Por su parte, el monasterio de Sant Daniel está ubicado en una extensa zona verde junto a la ciudad y actualmente acoge una comunidad de monjas benedictinas. La iglesia guarda el sepulcro del santo y el claustro es un bello ejemplo de construcción románica con añadidos góticos.
A dos kilómetros siguiendo el río Galligants, se levanta otro monasterio: Sant Pere de Galligants, actual sede en Girona del Museo de Arqueología de Cataluña. Ejemplo de románico catalán, destaca por la iconografía de los capiteles de la nave central y del claustro.
Junto a Sant Pere de Galligants están los Baños Árabes, unos baños públicos que también dan testimonio del crecimiento demográfico y urbanístico de la Girona medieval. Siguen el modelo de las termas romanas, de los baños musulmanes y de las mikvés judías.
Sin embargo, uno de los grandes símbolos de la Girona medieval es el Call (la Judería). Se empezó a formar en el siglo XII a partir del calle de la Força, cuando se instalaron allí familias judías que antes vivían en los alrededores de la catedral. En la judería de Girona residieron importantes pensadores como el médico poeta filósofo y exégeta Mosse ben Nahman, más conocido como Bonastruc ça Porta. En la judería gerundense llegaron a vivir hasta 800 personas y hoy es una de las zonas más concurridas de la ciudad.