Escuelas | Page 11 | Patrimonio Cultural. Generalitat de Cataluña.

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Los olores y el ruido de agua, carros y trabajadores eran un continuo a partir de finales del siglo XVIII a orillas del Rec de Igualada cuando se empezaron a construir las nuevas curtidurías. El Museo de la Piel de Igualada y Comarcal de la Anoia rememora este pasado industrial de la ciudad, vinculado al cuero y a la manufactura de la lana. Concebido en 1954, es uno de los primeros museos monográficos de la piel de Europa y forma parte del Sistema Territorial del mNACTEC.

Los dos edificios que forman el museo resumen la evolución industrial de la zona del Rec. La sede principal es la fábrica algodonera Cal Boyer, un ejemplo del fuerte crecimiento industrial de finales del siglo XIX. El otro, Cal Granotes, es un edificio preindustrial (siglo XVIII) donde se realizaba de forma artesanal el curtido al vegetal de la piel, sobre todo de buey y vaca. Actualmente es la única curtiduría museizada en Cataluña.

La exposición permanente se encuentra dividida en varios ámbitos. Destaca la sala "El Hombre y el Agua" donde se tratan temas como qué papel tiene el agua en la salud, el aprovechamiento económico del agua o su elevación y transporte. La museografía del espacio es innovadora ya que en la parte central el visitante encuentra un canal de agua donde podrá experimentar con varios widgets hidráulicos.

En la sala "De los hoyos los bombos" explica la evolución histórica del oficio de curtidor, desde cómo se abona la piel en 1890 (conexión con Cal Granotes) hasta las barricas de curtir y otra maquinaria que ya funciona con energía eléctrica.
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En la Plaça Gran de Granollers, sobre una plataforma de piedras, se levantan quince columnas cubiertas por un tejado de cuatro vertientes con las aristas cubiertas de tejas esmaltadas verdes. El que es el monumento más emblemático de Granollers fue construido entre 1586 y 1587 como una lonja de grano. Hoy se ha convertido en el centro neurálgico de la ciudad.

El proyecto inicial se atribuye al maestro de obras Bartomeu Bruflat y costó 520 libras barcelonesas, según el contracto con la universidad granollerense. Al inicio se utilizó durante el mercado agrícola para cubrir el trigo que se vendía. En 1872 se rodeó con unas rejas y se construyeron paradas en el interior. Hizo su función de mercado general hasta que en 1938 un bombardeo de la aviación franquista dejó la Porxada muy deteriorada. Cuando terminó la guerra en 1939 se reconstruyó sin las rejas ni las paradas, dejando las columnas a la vista como cuando se concibió.

En la esquina sur-occidental de la Porxada, justo delante del ayuntamiento de Granollers, encontramos la Pedra de l’Encant, un bloque de gres rojo que seguramente servía para hacer los encantes públicos (subastas) de productos agrícolas y ganaderos. La leyenda dice que esta piedra la arrastró una riada hasta la Porxada y que estará allí hasta que otra riada se la vuelva a llevar.
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El Museu de les Mines de Cercs es un museo dedicado al carbón y a las estrechas relaciones entre este combustible fósil y el entorno geológico, paisajístico, económico y humano del Alt Berguedà.

El espacio más emblemático es la mina Sant Romà, donde un tren minero nos lleva galería adentro para descubrir cómo era el trabajo y la extracción de carbón en el sitio original. En el museo también puede visitarse la exposición permanente, dividida en dos ámbitos: el del carbón y su explotación, y el de la vida cotidiana a la colonia minera de Sant Corneli. La visita se complementa con la proyección de un audiovisual y la visita de una vivienda minera, tal y como era en los años cuarenta del siglo pasado.

El programa didáctico consta de visitas a todos los espacios y de talleres educativos que se pueden desarrollar en el entorno más inmediato del museo. Son actividades relacionadas con la historia social y técnica de la industrialización y, también con el patrimonio paleontológico y la transformación paisajística de la comarca.


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En Cataluña, el gótico duró más tiempo que en otras regiones vecinas. Por tanto, las muestras de arquitectura renacentista son más bien escasas. Uno de los primeros edificos de este estilo que se conservan en Cataluña es el Ayuntamiento de Arnes (Terra Alta). La prueba está en el friso de las seis ventanas principales donde se puede leer, consecutivamente, una inscripción con la fecha de construcción “1584” y el nombre de Joan Vilabona de Queretes.

El edificio, totalmente exento, cuenta con una  entrada porticada. El primer piso está delimitado por las seis ventanas con lindes y medias columnas jónicas adosadas, donde mejor se puede ver la influencia renacentista. Finalmente cierra el conjunto un segundo piso con una galería corrida, actualmente cegada. A pesar de su austeridad, destacamos algunos detalles como las gárgolas o el escudo de armes en una dovela de la puerta central.

El interior está modificado, pero ya no quedaba nada del original del siglo XVI. Desapareció en 1835, durante las guerras carlinas, cuando el edificio fue incendiado.
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Desde la historia y la etnografía a la geografía y la economía, pasando por la ecología, el Museo de las Terres de l’Ebre (Amposta) da una visión transversal del territorio del delta del Ebro. El visitante puede conocer a los ilercavones, aprender diferentes tipologías de artes de pesca e incluso ver de cerca un laúd, la embarcación fluvial más característica.

Fue creado en 2011 como una ampliación y actualización del anterior Museo Comarcal del Montsià. Ocupa el antiguo edificio modernista de las Escuelas públicas Miquel Granell, adaptado a las necesidades de un proyecto museográfico moderno y sugerente. El museo conserva y gestiona una de las colecciones más importantes de naturaleza, arqueología y etnología de las Tierras del Ebro formada por más de 35.000 objetos, donde destaca la Falcata, una espada ibérica que forma parte del conjunto de urnas y ajuares de la necrópolis ibérica de Mianes (Santa Bàrbara).

La exposición permanente "Las Tierras del Ebro: la prehistoria a la edad media" hace un recorrido por la historia de la ribera baja del Ebro, a partir de los restos arqueológicos encontrados en la zona. La segunda sala "El Ebro: camino de agua" se centra en la influencia del río más importante de la Península Ibérica en la historia e identidad colectiva y reflexiona sobre cómo será el futuro del territorio.

En la web del Museo se pueden consultar varias piezas arqueológicas en 3D.

El Museo encabeza la red "Ebro, naturaleza & cultura" que aglutina museos, centros de interpretación, yacimientos y monumentos en diferentes municipios ebrencs.
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El dolmen de la Cova d’en Daina, en Romanyà de la Selva, es uno de los megalitos más completos y bien conservados de Catalunya. Destaca también por ser uno de los monumentos funerarios más representativos de su tipología, llamado sepulcro de “galería catalana” o “corredor ancho”.

Datado entre el 2700 – 2200 aC, en pleno período Neolítico, se compone de una galería cubierta de 7 metros de longitud con forma de U levantada con losas de granito. En origen, incorporaba un túmulo circular y un crómlech (estructura formada por piedras o menhires clavados en el suelo de forma circular o elíptica).

Este tipo de sepulcros de “galería catalana” son propios del Neolítico final y responden a una evolución de los “sepulcros de corredor”.  Están formados por una cámara geométrica donde se depositaban los restos humanos y los ajuares, y un corredor que casi tiene el mismo ancho que la cámara.

La Cova d’en Daina se excavó por primera vez en el siglo XIX y se encontraron numerosos huesos muy fragmentados y muchos dientes de gente mayor y criaturas, fruto de entierros colectivos sucesivos. Además, también se localizaron utensilios de sílex, fragmentos de cerámica y algunos ornamentos (collares y pequeñas piezas de pizarra y de oro).
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Se puede descubrir la historia de Tortosa en uno de los edificios más significativos de la ciudad. Se trata del antiguo matadero, una obra modernista del arquitecto Pau Monguió, construida sobre terrenos ganados al Ebro. En 2012 se trasladó el centenario Museo de Tortosa y se aprovechó la estructura de pabellones para mostrar un proyecto museístico totalmente renovado.

El museo tiene un fondo de más de 4.000 piezas entre las que figuran utensilios de sílex prehistóricos, estelas funerarias romanas, cerámica andalusí, capiteles góticos, señales de riada, herramientas de uno de los últimos alfareros de Tortosa y obra pictórica y escultórica de artistas tortosinos, entre otros.

El recorrido por la exposición permanente permite conocer la historia de Tortosa y su territorio, desde la prehistoria hasta la actualidad. Se muestran los vestigios de la Ilercavònia, Dertosa o Turtuxa. Se pueden ver las piezas más representativas de cada período histórico procedentes de la propia colección del museo y de otros museos que las han cedido en depósito, como el Museo del Prado, el MNAC, el Museu Nacional Arqueològic de Tarragona y el Museo de las Terres de l’Ebre. La obra contemporánea del artista Leonardo Escoda interactúa de manera transversal con el espacio y el contenido del museo.
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La idea de crear un museo en Valls se remonta al año 1909. Desde entonces se ha alimentado de donaciones y depósitos de mecenas hasta acoger una colección de más de un millar de obras del arte catalán de los últimos 120 años, considerada una de las mejores de Cataluña.

Ubicado desde 1970 en la Casa de Cultura, renovó totalmente sus instalaciones el año 1993. Haciendo un recorrido cronológico por la colección, encontramos muestras de realismo (F. Galofré Oller, Josep Marqués, Baldomer Galofré), modernismo e impresionismo (Isidre Nonell, Eliseu Meifrén, Enric Galwey, Joan Llimona, Francesc Vayreda) o novecentismo (Joaquim Sunyer, Enric Casanovas). Una de las joyas del museo es la colección de pinturas, esculturas y joyas de Manolo Hugué, vinculado a las primeras vanguardias.

El museo también tiene una buena representación de los artistas de la posguerra (Josep M. Mallol Suazo, Josep Amat, Joan Miró, Antoni Tàpies, Joan Brossa, Apel·les Fenosa, Modest Cuixart).

Destaca su colección de fotografía, sobre todo gracias al depósito realizado en 1998 por el fotógrafo Francesc Català-Roca. Se completa con obras de Pere Català Pic, Pere Català Roca, Colita, Xavier Miserachs, Leopoldo Pomés o Oriol Maspons.

Además de su colección de arte, el Museo de Valls también custodia una importante colección arqueológica centrada en el mundo íbero, disponible para los investigadores, y una colección etnográfica castellera que pasará a formar parte del futuro Museo Casteller de Cataluña.
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Para entender qué ha significado el siglo XX a nivel artístico en las tierras de poniente hace falta visitar el Museo de Arte Jaume Morera, dedicado al arte moderno y contemporáneo de Lleida. Aquí están representadas las diferentes disciplinas artísticas: pintura, escultura, arquitectura, dibujo, artes de estampación, diseño gráfico, fotografía, vídeo o incluso cómic, con un claro dominio de autores locales.

Inaugurado en 1917 en el antiguo Mercado de Sant Lluís, se ubica actualmente en el edificio del Casino Principal de Lleida a la espera de la construcción de su nueva sede. En los trabajos iniciales de conformación del fondo artístico del museo tuvo un papel muy destacado el pintor Jaume Morera i Galícia, que cedió su colección de arte y actuó de mecenas. En agradecimiento a su colaboración se puso su nombre al museo.

La colección abarca desde el cambio del siglo XIX - XX hasta nuestros días: desde Baldomer Gili, Xavier Gosé o Santiago Rusiñol hasta Joan Brossa o Albert Bayona. Una de las partes más destacadas de la colección es la referente a las vanguardias de los años 30 del siglo XX, donde tienen un lugar preferente las 190 obras del escultor Leande Cristòfol como De l’aire a l’aire (1933) o Nit de lluna (1935).
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En 1927, el coronel zarista exiliado Nicolai Woevodsky y su esposa Dorothy Webster, aristócrata inglesa aficionada a la decoración, buscaban un lugar paradisíaco en el Mediterráneo donde establecerse. Cerca de Calella de Palafrugell, sobre un acantilado de Cap Roig, construyeron un castillo que les ligaría a este sitio el resto de su vida (hasta pidieron ser enterrados allí). El edificio estaba rodeado por un idílico jardín botánico, considerado uno de los más importantes del Mediterráneo.

El propio Nicolai diseñó la mansión, de estilo neomedieval (imitando el monasterio de Poblet), que se empezó a construir en 1931 y se acabó en 1975. Popularmente se conoce como “Cal Rus”, por el origen de su propietario. Aun así, el matrimonio vivió siempre en la finca que da al acceso del jardín botánico. Éste es el principal legado de Dorothy Webster. Ella y un equipo de jardineros de la zona se encargaron de condicionar las 7 hectáreas de terreno para poder plantar diferentes especies. En 1935 eran más de 500 entre flora mediterránea, tropical y subtropical.

Cuando el matrimonio murió, la finca paso a la Fundación Caixa Girona y luego a la Obra Social “la Caixa”, que ha convertido el terreno en un parque de esculturas de artistas contemporáneos con obras de Jorge Oteiza, Jaume Plensa o Xavier Corberó. Cada verano estos jardines acogen un prestigioso ciclo de conciertos: el Festival Jardins de Cap Roig.