Escuelas | Page 12 | Patrimonio Cultural. Generalitat de Cataluña.

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Los paisajes de la Garrotxa han sido fuente de inspiración para varias generaciones de artistas, como queda reflejado visitando este museo. Ubicado en el tercer piso del edificio Hospici del siglo XVIII, el Museo de la Garrotxa (Olot) muestra la actividad artística de la comarca entre finales del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XX, poniendo el acento principalmente en la escuela paisajística de Olot. Esta corriente pictórica de la segunda mitad del siglo XIX, impulsado por los hermanos Joaquim y Marià Vayreda y por Josep Berga i Boix, trasladó el modelo de escuela paisajística de Barbizon en el arte catalán.

Obras de autores locales como Miquel Blay, Josep Clarà, Ramon Amadeu, Josep Berga i Boada, Melcior Domenge, Iu Pasqual, Francesc Vayreda, Xavier Nogués, Leonci Quera, Josep Pujol, Xavier Gosé, Laureà Barrau, entre otros, forman parte de la colección del museo.

Se completa con la presencia de otros autores extranjeros, principalmente de finales del siglo XIX y principios del XX como Enic Galwey, Joan Llimona, Joan Brull, Joaquim Mir y Ramon Casas, que tiene un lugar de honor en el museo. Y es que éste custodia desde el 1919 la pintura La càrrega, un lienzo de grandes dimensiones muy controvertido en su momento. También es destacable la colección de carteles modernistas.

En 2016 la exposición permanente aumentó con la cesión de 13 obras del MNAC de artistas que influyeron en la escuela paisajística olotense como Rafel Benet, Ramon Martí Alsina o Modest Urgell, que permiten  hacer una lectura más completa de la colección del museo. 
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Ideado por el artista e ingeniero Miquel Utrillo entre 1910 y 1918, el Palacio de Maricel se convirtió, desde su misma inauguración, en un clásico del estilo Novecentista. Actualmente, el complejo mantiene intacto su gran valor artístico y arquitectónico y se ha convertido en uno de los edificios más emblemáticos de Sitges.

Este conjunto monumental, inspirado en la belleza del arte popular antiguo y moderno, fue un encargo del magnate, coleccionista y filántropo norteamericano Charles Deering (1852-1927), que quería un edificio residencial donde disponer de su magnífica colección de arte hispánico. Con la reforma del antiguo Hospital de San Juan y la posterior anexión de varias casas de pescadores de la calle Fonollar, Utrillo construyó un conjunto excepcional que mereció los elogios de los artistas e intelectuales del momento. Para Joaquim Folch i Torres, el Palacio de Maricel era "el fruto del momento culminante de la civilización catalana moderna".

De líneas austeras y respetando el color blanco característico del barrio, el exterior del Palacio presenta varias terrazas decoradas con cerámica popular y sobresale la torre de San Miguel. La coronan una serie de almenas y en la fachada se aprecia una escultura gótica del santo procedente del puente de Balaguer. A lo largo de todo el edificio se encuentra el característico escudo del sol naciente en rojo sobre el azul del mar, símbolo del Palacio ideado por el mismo Utrillo.

En el interior, el Salón de Oro, el Salón Azul, la Sala Capilla, la Sala Barcos y el claustro -desde donde hay una espléndida panorámica del Mediterráneo- estructuran el Palacio. De la decoración destacan los elementos escultóricos de Pere Jou y los murales del recibidor de Josep M. Sert, inspirados en la Gran Guerra europea. El conjunto se completa con varios elementos artísticos que combinan estética y funcionalidad, obra de numerosos artesanos locales.

Las desavenencias entre Deering y Utrillo significaron el fin del proyecto inicial del Palacio de Maricel. Sin embargo, con la reciente recuperación de la unidad arquitectónica y conceptual y la reordenación museográfica a cargo del Museo de Maricel, este conjunto extraordinario ha recuperado su vocación como espacio dedicado a las artes, el patrimonio y la cultura.
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Jacint Verdaguer, autor de la Atlántida y Canigó y uno de los grandes artífices de la recuperación del catalán como lengua literaria, vivió parte de su infancia en la actual Casa-Museo Verdaguer de Folgueroles. Inaugurado en 1967, se trata de uno de los museos literarios más antiguos de Cataluña.

La casa es del siglo XVII y se estructura en planta baja (originalmente destinada a las labores agrícolas), primer piso, buhardilla y salida detrás. Está ubicada en el número 7 de la calle Mayor de Folgueroles, junto a Cal Doctor (núm. 9). Cuando vivió el joven Verdaguer las dos casas formaban un solo edificio.

El proyecto se remonta a los inicios del siglo XX, cuando surge la idea de crear un museo a la memoria de Verdaguer en Folgueroles. La colección -creada por la Asociación Amigos de Verdaguer con el asesoramiento de Eduard Junyent y Josep M. Garrut (conservadores del MEV y del MHCB, respectivamente) - recoge un fondo de tres tipologías: la biográfica, con elementos que pertenecieron al poeta; la etnográfica, con múltiples objetos de vida cotidiana (en el primer piso se conservan los espacios domésticos de una casa de mediados del siglo XIX) y la artística, con piezas de artistas como Duran Camps, Pahissa y Perejaume. En la biblioteca, se custodian unos 800 registros entre libros, hemeroteca, material gráfico, sonoro y audiovisual.
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Joan Maragall es una de las figuras capitales de la poesía modernista, aunque también cultivó la prosa. Escribió más de 450 textos, entre artículos, ensayos, discursos, semblanzas biográficas y prólogos. Todo su legado documental se encuentra en el Archivo Joan Maragall, un centro de documentación ubicado en su última residencia, en el barrio de Sant Gervasi de Barcelona. Actualmente este edificio está habilitado también como casa-museo, para acercar la parte más íntima de uno de los grandes nombres de la Renaixença.

El Archivo Joan Maragall reúne un importante fondo documental sobre la figura y la obra del poeta y el conjunto del Modernismo. Se constituyó en 1911, después de la muerte de Maragall, por iniciativa de su viuda. En 1993, el centro se adscribió a la Biblioteca de Cataluña.

Los estudiosos de la obra de Maragall encontrarán una completa colección de obra manuscrita, entre la que se cuenta un extenso epistolario. El archivo también custodia la biblioteca personal del poeta con un millar de ejemplares y dispone de todas las ediciones de sus obras. Al fondo documental propio se le suma la biblioteca crítica sobre la obra del escritor, partituras originales sobre sus poemas, la colección iconográfica y unos 10.000 recortes de prensa.

Aunque el edificio sufrió modificaciones tras la reforma de 1957, se conservan varios objetos del poeta y de su familia. El visitante puede recorrer el recibidor, el salón noble, el comedor, el despacho y dos dormitorios, donde encontrará el mobiliario original, así como fotografías y obras de arte de artistas modernistas como Rusiñol o Casas.
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Pasear por los jardines Artigas de la Pobla de Lillet te transporta inevitablemente el Park Güell de Barcelona. Y es que son obra de la misma mente: Antoni Gaudí.

En 1905, el arquitecto modernista, que se alojó unos días en casa del industrial textil Joan Artigas y Alart, le quiso agradecer la hospitalidad proyectando un jardín naturalista para un terreno que tenía al lado de la fábrica, a orillas del río Llobregat (la denominada Fuente de la Magnesia). Así es como trasladó -a pequeña escala- las bases del Park Güell, donde estaba trabajando en ese momento. En este caso, sin embargo, no es un jardín urbano. Por lo tanto, prescinde de los grandes espacios abiertos y de la cerámica colorista del quebradizo. Todo está realizado principalmente con piedra rocosa y mortero, aprovechando la vegetación de la zona. Es como si el parque se hubiera abierto paso entre la naturaleza.

A lo largo del recorrido el visitante se encontrará una cascada; una cueva artificial con arcos catenarios donde brota la Fuente de la Magnesia; fuentes; dos puentes de piedra; una plaza y, en el punto más alto, la Glorieta, que ejerce de mirador.

El universo gaudiniano está presente en el mínimo detalle del conjunto. Jardineras, barandillas, bancos... Todo imita las formas de una naturaleza caprichosa. Tampoco faltan las referencias cristianas: y es que las esculturas del águila, el león y el buey repartidas por el conjunto, sumadas a un ángel actualmente desaparecido, forman los símbolos de los cuatro evangelistas y estarían dispuestas en forma de cruz sobre el plano del jardín.
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Mientras que la Casa Batlló muestra la imaginación desbordante de Gaudí y la Casa Amatller es una genial reinterpretación del gótico de Puig i Cadafalch, el tercer elemento de la Manzana de la Discordia de Barcelona, ​​la Casa Lleó i Morera, representa la elegancia de los detalles. En ella trabajaron una cuarentena de los mejores artesanos de la época, siguiendo las órdenes de Lluis Domènech i Montaner.

En 1902, Francesca Morera encargó al arquitecto modernista reformar la finca que había heredado en el Eixample. Cuando la dueña murió, continuó las obras su hijo Albert Lleó i Morera, que es quien da nombre al edificio. De hecho, se repiten en la decoración de todo el conjunto imágenes que hacen  alusión a los apellidos familiares.

Domènech i Montaner añadió un piso y un templete en lo alto. Esta torre, alineada con la terraza del piso principal, simula una simetría inexistente en el edificio. Destaca en toda la fachada la rica decoración, sobre todo las figuras femeninas de Eusebi Arnau. En los balcones del primer piso cuatro damas que llevan en las manos instrumentos alegóricos de la modernidad -fotografía, electricidad, fonógrafo y teléfono- son el ejemplo más significativo.

Una vez dentro del edificio, tanto el vestíbulo como el recibidor del piso principal están pensados ​​para impresionar al visitante. En este último, los arcos y pasos de puerta tienen esculpidos espectaculares relieves. Uno de ellos es el relato de la nana La nodriza del niño rey, un homenaje al hijo de los propietarios que murió de bebé.

Los dos grandes salones concentran buena parte del trabajo artesanal del equipo de Domènech i Montaner. Destacan las vidrieras: ocho paneles de mosaico y relieves de porcelana que describen escenas campestres con personajes de la familia. Los muebles y barandillas que había en estas salas se conservan en el MNAC.

La Casa Lleó i Morera, como otras fincas burguesas, era una "casa de renta" (la familia propietaria vivía en el piso principal y el resto eran viviendas de alquiler). Aún así, se quiso que todos los pisos mantuvieran el mismo rigor constructivo y calidad estética.
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Cataluña se sobrepuso a la crisis de la filoxera buscando nuevas formas de organizar los intereses económicos y sociales del campo. Así nacía a principios del siglo XX el cooperativismo y el asociacionismo agrarios y, con ellos, la construcción de bodegas modernas y funcionales que respondieran a la estética "de moda" (el modernismo tardío y el novecentismo).

El Sindicato de Cooperación Agraria de Gandesa en 1919 encargó su bodega cooperativa y molino de aceite al arquitecto César Martinell, que ya había proyectado otros "catedrales del vino" como la bodega de Pinell de Brai. Aunque el edificio incorpora todas las novedades técnicas y la división de espacios habitual en la obra de Martinell, esta construcción es una de las más singulares de su obra agraria.

La primera singularidad de la bodega es la no adopción de la planta basilical. Está formado por un cuerpo principal dividido en tres naves paralelas de diferente altura, y dos naves más colocadas de forma transversal.

Tampoco apuesta por solapadas de madera para el techo ya que este material se había encarecido a raíz de la Primera Guerra Mundial. Como alternativa Martinell diseña una cubierta con bóveda catalana de cuatro puntos que permite crear pequeñas aberturas triangulares, muy parecida a la estructura ondulante de la fábrica Aymerich de Terrassa.

En el exterior no hay una fachada principal, sino que se tratan todas de manera unitaria. Están presididas por dos depósitos de agua, que se alzan como pequeñas y estilizadas torres. Como elemento decorativo encontramos azulejo de color verde, que contrasta con el blanco mediterráneo de la pared.
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Joan Brossa (1919-1998) fue un artista inquieto, que se interesó por diferentes disciplinas artísticas. Si bien es cierto que fue poeta, no se limitó a las formas clásicas y trabajó los poemas visuales, los objetos poemas o los poemas urbanos. Además, este artista vanguardista, difícil de catalogar, trabajó con multitud de disciplinas: la música, el teatro, el cine e, incluso, la magia. A pesar de todo, fue prácticamente un desconocido hasta 1970, en que publicó Poesía rasa.

El pistoletazo de salida de su carrera es en 1948, cuando participó en la fundación de la mítica revista Dau al Set, una publicación que suponía la adopción plena del surrealismo en el terreno artístico y literario. Es de esta época el libro Romances del Dragolí (1948), que destila ironía y mucho humor. También comienza a escribir teatro de línea dadaísta, dos guiones cinematográficos e, incluso, una pieza de ballet.

En los años cincuenta, la poesía de Brossa cada vez más reflejaba las cuestiones sociales, la denuncia política y las teorías marxistas. Fruto de este giro son las publicaciones Me hizo Joan Brossa (1950), Cataluña y selva (1953) y los diez libros de odas sáficas. Su teatro también fue comprometido, con formas populares como el cuadro de costumbres: Cortina de murallas o Oro y sal son algunos ejemplos.

A partir de los sesenta, la plasticidad tomó cada vez más fuerza en la obra de Brossa. El poeta manipulaba los objetos para representar el concepto (poemas visuales). La colaboración con artistas plásticos fue, pues, inevitable. Trabajó con Antoni Tàpies y Joan Miró. Con todo, Brossa no abandonó nunca el poema escrito. Son de este momento Els entra-i-surts del poeta. Roda de llibres (1969-75), poemas cortos y lúdicos.

Fue después de la muerte de Franco que la popularidad del artista creció sin cesar: premios y distinciones, una exposición antológica en la Fundación Joan Miró y una gran proyección internacional. Su obra comenzó a tener presencia física en Barcelona, ​​a través de algunos poemas visuales corpóreos, como Barcino (1991-1994), delante de la Catedral de Barcelona, ​​y también con la inauguración del espacio de creación Brossa Espacio Escénico.

El artista intentó siempre que la potencia lírica no le impidiera tener los pies en el suelo. La franqueza, la ironía e incluso el sarcasmo fueron algunas de las herramientas para conseguirlo. Después de su muerte su legado pasó a la Fundación Joan Brossa, que lo ha cedido en depósito en el MACBA.
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Desde 2004, la Masía de Can Serra de Sant Adrià acoge el Museo de historia de la inmigración de Cataluña (MhiC) que actúa como centro de investigación y difusión de la memoria migratoria de Cataluña. Para ello, el museo ofrece una exposición permanente dividida en tres ámbitos que utilizan recursos museográficos modernos, interactivos y didácticos.

El ámbito Humanos en movimiento uestra comportamientos históricos de los movimientos humanos desde la prehistoria hasta el siglo XX. La visita continúa en el interior de un antiguo vagón de tren de mediados del siglo XX: el Sevillano. Este espacio quiere rendir homenaje a la generación protagonista de las migraciones interiores del siglo XX en Cataluña. Se completa con los testimonios y recuerdos de los que viajaron en él. El último ámbito presenta las migraciones del siglo XXI, las que tienen lugar en un mundo globalizado y en continua transformación.

El MhiC Dispone de un centro de documentación y recursos. Parte del fondo son cuestionarios de memoria oral que pueden rellenar los protagonistas de procesos migratorios.
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A partir de los años sesenta la Diputación de Tarragona fue adquiriendo un importante patrimonio artístico que no estaba al alcance de la ciudadanía. Por eso en 1976 creó el Museo de Arte Moderno, que tenía la finalidad de promover el estudio y el conocimiento del arte moderno y contemporáneo y, a la vez, conservar y mostrar estas colecciones.

La ubicación original escogida fue en la Casa Martí, una finca señorial del siglo XVIII en la parte alta de Tarragona. En 2008 el museo renovó su exposición permanente e inauguró un nuevo proyecto museográfico más moderno y didáctico.

El museo dedica unas salas en el Taller - Escuela de Pintura y Escultura que construyó la Generalitat republicana en Tarragona y la posterior Escuela Taller de Arte de la Diputación de Tarragona. También expone obras de artistas contemporáneos de los años ochenta de la zona como Bruno Gallart o Jaume Solé.

Una de las colecciones más importantes del museo es la del legado del escultor Julio Antonio. En la exposición permanente se pueden ver diversas facetas de su trabajo, haciendo hincapié en el Monumento a los Héroes de 1811, situado en la Rambla Nova de Tarragona. Otros representantes de la transición del siglo XIX al XX como Josep Tapiró también están presentes en la muestra.

Sin embargo, la obra más mediática del Museo de Arte Moderno de Tarragona lleva la firma de Joan Miró. Es el Tapiz de Tarragona, un proyecto de grandes dimensiones que el pintor hizo conjuntamente con Josep Royo. Miró regaló este tapiz en 1970 al Hospital de la Cruz Roja de Tarragona, dirigido entonces por Rafael Orozco, en agradecimiento a las atenciones que este médico ofreció a su hija. Cuando cerró esta institución la obra se cedió al museo donde ocupa un lugar de honor.