Cadaqués era un sencillo pueblo de pescadores aislado en el Cap de Creus (Alt Empordà), que se convirtió en destino turístico privilegiado a principios del siglo XX. Las calles inclinadas de origen medieval, las fachadas encaladas, la bahía y el paisaje de olivos que lo rodea, definen un conjunto monumental donde todo parece poco habitual. Por eso no es extraño que atrapara al más surrealista de los artistas catalanes,
Salvador Dalí, que se estableció en
Portlligat.
El primer documento que se tiene sobre la existencia de Cadaqués data de inicios del siglo XI. De la antigua ciudad fortificada y del castillo actualmente sólo se conserva una torre,
es Baluard, y un portal de arco rebajado que daba a la playa, ya que en 1444 los piratas incendiaron la villa casi en su totalidad.
Entre los siglos XVII y XVIII se edificó la iglesia parroquial de Santa Maria, de estilo gótico con elementos barrocos, que hoy corona el pueblo. Comenzaba entonces un periodo de prosperidad gracias al comercio con América y el cultivo de la vid y el aceite. De ese momento son los edificios neoclásicos del
Casino l’Amistat y la Casa Rahola.
A principios del siglo XX, Cadaqués se abre a veraneantes acomodadas de Barcelona y Girona. De esta época son los edificios modernistas de la
Casa Serinyana (1910) y la
Casa Puente (1929). En los años 60 se construyen nuevos edificios de estilo racionalista - las casas de
Harnden i Bombelli y la
Casa Milà i Correa- que combinan la arquitectura popular con las nuevas tesis de la arquitectura contemporánea.
Cadaqués ya no es un pueblo aislado, pero
sigue teniendo el aire bohemio que la hizo famosa durante todo el siglo XX. Nombres como Eugeni d'Ors, Santiago Rusiñol, Federico García Lorca, Truman Capote, Picasso, Chagall o Miró se sintieron atraídos por esta joya de la Costa Brava.