No dejó indiferente a nadie cuando, con sólo 20 años, Jacint Verdaguer (1845 -1902) ganó sus primeros Juegos Florales y fue a recoger el premio vestido de campesino. Y es que su origen rural el marcaría toda la vida. Poeta romántico, adscrito a la generación de la Restauración de 1874, estableció unos
patrones de lengua mitad cultos mitad populares de gran riqueza. Verdaguer es una de las grandes figuras de la Cataluña moderna, que vuelve a situar
la lengua catalana en la categoría de lengua literaria.
Hijo de un maestro y agricultor modesto de Folgueroles (Barcelona), ingresó en el seminario de Vic en 1855. Fue destinado de vicario en una pequeña parroquia rural de Osona, pero la dejó cuando enfermó para instalarse en Barcelona. Allí entró en contacto con los
marqueses de Comillas, que lo convirtieron en el cura de la familia y más tarde en limosnero. En este periodo (1877-93), en la que residió en el
Palau Moja y frecuentó los ambientes sociales más elevados, fue cuando escribió dos de sus poemas más importantes:
L’Atlàntida (1877) y
Canigó (1886), la expresión más genuina de su producción.
Finalmente, una crisis espiritual, diagnosticada como locura, lo alejó de la familia Comillas y de Barcelona. Supuso un
enfrentamiento directo con el marqués y las autoridades eclesiásticas, que lo destinaron a La Gleva (Barcelona) donde se dedicó dos años a escribir. En la obra
Flors del Calvari (1896), dotada de gran dramatismo, alterna la justificación personal con los ataques más punzantes contra sus enemigos. Pasa sus últimos años de beneficiado de la iglesia de Belén, de Barcelona.
Su obra nace de dos fuentes, la
añoranza y el sueño, pero la realiza a través de unas tramas argumentales más o menos articuladas y de materiales sacados directamente de la vida del campo (
Pàtria, 1888). Una buena parte de los poemas religiosos son leyendas o alegorías populares (
Montserrat, 1880). Otros poemas son
más personales (
Els Idil·lis i cants místics, 1879,
Aires del Montseny, 1901). También publicó algunos libros en prosa:
Excursions i viatges (1887) o
Rondalles (1905).
La producción verdagueriana ha sido musicada por varios compositores (
L’emigrant, 1894) y traducida a buena parte de las lenguas cultas.