Memoria y Vanguardias | Patrimonio Cultural. Generalitat de Cataluña.

Memoria y Vanguardias

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Una casa blanca bajo un cielo azul intenso, el gallinero en segundo plano, herramientas del campo, vegetación y vida en todas partes. Así es como Joan Miró retrata al óleo Mas Miró, el lugar donde tomó la decisión de dedicarse plenamente a la pintura de por vida.
 
Aunque el pintor nació en Barcelona y murió en Palma, pasó largas temporadas en la casa familiar, situada en las afueras de Mont-roig del Camp. Es aquí donde se dejó cautivar por la vida rural y consolidó su vínculo con la tierra catalana, que marcaría para siempre el carácter del artista y, de rebote, su obra pictórica.
Mas Miró comprende el conjunto de edificios satélite de la masía de estilo colonial, erigidos en diferentes momentos entre el siglo XVIII y el XX. La visita al conjunto, catalogado como Bien Cultural de Interés Nacional, permite adentrarse en el taller del artista, descubrir sus esbozos y material, recorrer el jardín que conserva el gallinero, la capilla, los cultivos y el corral.
 
El paseo por este entorno –amenizado, si se quiere, por las actividades que ofrece la Fundació Mas Miró- es la experiencia ideal para conocer la cuna del estilo simbólico que hoy todos reconocemos como mironiano y que lo convirtió en uno de los pintores más relevantes del siglo XX.
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Joan Miró (1893-1983) es considerado uno de los artistas más influyentes del siglo XX. Su estilo único y original, marcado por las formas simples, los colores elementales y la experimentación con nuevos materiales, la ha convertido en un referente para muchos creadores.

Con tan sólo 14 años, comenzó los estudios de comercio por indicaciones de su padre, que aceptó que, paralelamente, se matriculara en las clases nocturnas de dibujo en La Llotja de Barcelona "como pasatiempo". Fue en 1911, durante la estancia en Mont-Roig del Camp para recuperarse de una enfermedad, que decidió firmemente ser pintor. Ni la proyección internacional, ni las estancias en París, Nueva York o Japón le alejarían jamás de los paisajes del Baix Camp, claves para su vocación artística y fuente de inspiración, como tampoco de sus raíces catalanas.

Después de una primera etapa artística con influencias fauvistas, expresionistas y cubistas (Retrat de nena, 1919; La masia, 1920) la estancia en París lo pone en contacto con el surrealismo y el dadaísmo, y su pintura evoluciona y se libera del convencionalismo y el academicismo. En su particular visión surrealista, Miró se inspira en lo irracional y transforma los objetos y los personajes en símbolos y formas que mezclan lo geométrico con lo orgánico. El carnaval d’Arlequí (1924) y El gos bordant a la lluna (1926) son títulos muy significativos.

El inicio del reconocimiento internacional de su obra, con la compra de piezas por parte del MoMA de Nueva York en 1928, coincide con su etapa más rebelde, marcada por el deseo de "matar" la idea clásica de pintura. Y es que durante toda su vida experimentará con nuevas técnicas y expresiones como el collage, los grabados, la cerámica, los tapices, la escultura, la escenografía, basculando constantemente entre la figuración y la abstracción. A partir de los años 60 inventa un nuevo lenguaje, donde su mitología característica (mujer, pájaro, estrella, luna y sol) adquiere una significación muy explícita (L’atzur d’or, 1967).

Huía del protagonismo público, refugiándose menudo en su estudio de Palma de Mallorca. Esto no es impedimento para que Miró exprese la rabia y sensibilidad por los grandes acontecimientos de su época (la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial) a través de su obra: Natura morta del sabatot (1937) o la serie Constel·lacions (1939 -1941). E incluso en los años de consagración internacional, con retrospectivas en los museos más prestigiosos, no se detiene su espíritu combativo. Son un ejemplo las telas que quemó y taladró en 1973 en protesta contra la represión franquista.

Una de las mejores colecciones de la obra del artista se encuentra recogida en la Fundación Joan Miró de Barcelona, ​​que abrió sus puertas en 1975. También hay importantes fondos de obra suya en la Fundación Pilar y Joan Miró de Palma de Mallorca, el Centro Georges Pompidou de París, el MoMA y el Guggenheim de Nueva York, en la Tate Modern de Londres y el Moderna Museet de Estocolmo, entre otros.
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La visita al Museo de Historia de Girona comienza observando su edificio. Es un casal gótico (siglo XV) propiedad de la familia Cartellà que se convirtió en el convento capuchino de San Antonio en el siglo XVIII. De esta época se conserva el cementerio, la cisterna y el claustro. A finales del siglo XIX se adaptó como instituto y, finalmente, se transformó en museo en 1981. Además, acoge los restos de la muralla de la antigua Gerunda y una parte del recinto de la Judería medieval.

Todo un viaje por la historia de Girona que ya anuncia lo que encontrará expuesto el visitante en su interior: un recorrido cronológico por la Girona romana, la medieval, la moderna y la contemporánea que se completa con diversos ámbitos de tradiciones catalanas como el de la copla y la sardana.

Entre las piezas destacadas se encuentra el fragmento del mosaico pavimental de Can Pau Birol del 300 dC, la escultura de bronce del Ángel de la Catedral de Girona realizada en 1764 por Ramon Salvatella, las obras modernistas y novecentistas los escultores Fidel Aguilar y Ricard Guinó o los carteles de actos políticos de la Transición en Girona, entre otros.

El museo gestiona también el refugio antiaéreo del Jardí de la Infància, de la Guerra Civil, y el establecimiento modernista de la Agencia Gómez.
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Una de las consecuencias de la Revolución Francesa fue el nacimiento nacionalismos en Europa. Cataluña no se quedó al margen y a mediados del siglo XIX apareció la Renaixença, un movimiento cultural que tenía el objetivo de hacer del catalán una lengua literaria y de cultura a la vez que exaltaba la historia de Cataluña y la idea de patria.

En este contexto, nació en 1890 en Barcelona el Centre Excursionista de Catalunya. El objetivo fundacional era "fomentar las excursiones por nuestra tierra para hacer que sea conocida y amada, y también publicar los trabajos resultantes de estas excursiones, crear una biblioteca y archivo". Qué mejor manera de documentar las salidas, a finales del siglo XIX, que a través de la fotografía.

El Centre Excursionista recogió tal cantidad de material gráfico que tuvo que crear el Archivo Fotográfico en la calle Paradís de Barcelona. Actualmente custodia más de 100 fondos (400.000 imágenes) procedentes de donaciones particulares y legados. Las temáticas son variadas: paisajes de Cataluña y actividades montañosas, arqueología, espeleología, náutica, ciclismo, boxeo... El conjunto es un importante legado histórico de la Cataluña de los siglos XIX y XX.

Paralelamente, el Archivo muestra la evolución técnica de la fotografía. Encontramos colodiones en vidrio de la década de 1860, placas de gelatinobromuro de plata de finales del siglo XIX, nitratos, placas estereoscópicas y autocromos. También se conservan utensilios fotográficos históricos como cámaras, trípodes, instrumentos de laboratorio o fotómetros.
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Joan Brossa (1919-1998) fue un artista inquieto, que se interesó por diferentes disciplinas artísticas. Si bien es cierto que fue poeta, no se limitó a las formas clásicas y trabajó los poemas visuales, los objetos poemas o los poemas urbanos. Además, este artista vanguardista, difícil de catalogar, trabajó con multitud de disciplinas: la música, el teatro, el cine e, incluso, la magia. A pesar de todo, fue prácticamente un desconocido hasta 1970, en que publicó Poesía rasa.

El pistoletazo de salida de su carrera es en 1948, cuando participó en la fundación de la mítica revista Dau al Set, una publicación que suponía la adopción plena del surrealismo en el terreno artístico y literario. Es de esta época el libro Romances del Dragolí (1948), que destila ironía y mucho humor. También comienza a escribir teatro de línea dadaísta, dos guiones cinematográficos e, incluso, una pieza de ballet.

En los años cincuenta, la poesía de Brossa cada vez más reflejaba las cuestiones sociales, la denuncia política y las teorías marxistas. Fruto de este giro son las publicaciones Me hizo Joan Brossa (1950), Cataluña y selva (1953) y los diez libros de odas sáficas. Su teatro también fue comprometido, con formas populares como el cuadro de costumbres: Cortina de murallas o Oro y sal son algunos ejemplos.

A partir de los sesenta, la plasticidad tomó cada vez más fuerza en la obra de Brossa. El poeta manipulaba los objetos para representar el concepto (poemas visuales). La colaboración con artistas plásticos fue, pues, inevitable. Trabajó con Antoni Tàpies y Joan Miró. Con todo, Brossa no abandonó nunca el poema escrito. Son de este momento Els entra-i-surts del poeta. Roda de llibres (1969-75), poemas cortos y lúdicos.

Fue después de la muerte de Franco que la popularidad del artista creció sin cesar: premios y distinciones, una exposición antológica en la Fundación Joan Miró y una gran proyección internacional. Su obra comenzó a tener presencia física en Barcelona, ​​a través de algunos poemas visuales corpóreos, como Barcino (1991-1994), delante de la Catedral de Barcelona, ​​y también con la inauguración del espacio de creación Brossa Espacio Escénico.

El artista intentó siempre que la potencia lírica no le impidiera tener los pies en el suelo. La franqueza, la ironía e incluso el sarcasmo fueron algunas de las herramientas para conseguirlo. Después de su muerte su legado pasó a la Fundación Joan Brossa, que lo ha cedido en depósito en el MACBA.
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Desde 2004, la Masía de Can Serra de Sant Adrià acoge el Museo de historia de la inmigración de Cataluña (MhiC) que actúa como centro de investigación y difusión de la memoria migratoria de Cataluña. Para ello, el museo ofrece una exposición permanente dividida en tres ámbitos que utilizan recursos museográficos modernos, interactivos y didácticos.

El ámbito Humanos en movimiento uestra comportamientos históricos de los movimientos humanos desde la prehistoria hasta el siglo XX. La visita continúa en el interior de un antiguo vagón de tren de mediados del siglo XX: el Sevillano. Este espacio quiere rendir homenaje a la generación protagonista de las migraciones interiores del siglo XX en Cataluña. Se completa con los testimonios y recuerdos de los que viajaron en él. El último ámbito presenta las migraciones del siglo XXI, las que tienen lugar en un mundo globalizado y en continua transformación.

El MhiC Dispone de un centro de documentación y recursos. Parte del fondo son cuestionarios de memoria oral que pueden rellenar los protagonistas de procesos migratorios.
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A partir de los años sesenta la Diputación de Tarragona fue adquiriendo un importante patrimonio artístico que no estaba al alcance de la ciudadanía. Por eso en 1976 creó el Museo de Arte Moderno, que tenía la finalidad de promover el estudio y el conocimiento del arte moderno y contemporáneo y, a la vez, conservar y mostrar estas colecciones.

La ubicación original escogida fue en la Casa Martí, una finca señorial del siglo XVIII en la parte alta de Tarragona. En 2008 el museo renovó su exposición permanente e inauguró un nuevo proyecto museográfico más moderno y didáctico.

El museo dedica unas salas en el Taller - Escuela de Pintura y Escultura que construyó la Generalitat republicana en Tarragona y la posterior Escuela Taller de Arte de la Diputación de Tarragona. También expone obras de artistas contemporáneos de los años ochenta de la zona como Bruno Gallart o Jaume Solé.

Una de las colecciones más importantes del museo es la del legado del escultor Julio Antonio. En la exposición permanente se pueden ver diversas facetas de su trabajo, haciendo hincapié en el Monumento a los Héroes de 1811, situado en la Rambla Nova de Tarragona. Otros representantes de la transición del siglo XIX al XX como Josep Tapiró también están presentes en la muestra.

Sin embargo, la obra más mediática del Museo de Arte Moderno de Tarragona lleva la firma de Joan Miró. Es el Tapiz de Tarragona, un proyecto de grandes dimensiones que el pintor hizo conjuntamente con Josep Royo. Miró regaló este tapiz en 1970 al Hospital de la Cruz Roja de Tarragona, dirigido entonces por Rafael Orozco, en agradecimiento a las atenciones que este médico ofreció a su hija. Cuando cerró esta institución la obra se cedió al museo donde ocupa un lugar de honor.
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Joan Brossa, poeta, dramaturgo y artista plástico, fue por encima de todo un amante del arte en todas sus expresiones. Experimentó en diferentes géneros y a lo largo de su vida guardó mucha documentación relacionada. Eran tales las montañas de papeles y materiales diversos acumuladas en su primer estudio en la calle Balmes que tuvo que alquilar un segundo estudio para continuar almacenando "pequeños tesoros".

Un año después de la muerte del artista y siguiendo su voluntad, en 1999 nació la Fundación Joan Brossa para salvaguardar su legado documental y difundirlo de manera rigurosa, haciendo hincapié en su carácter interdisciplinario. La Fundación promueve la investigación, la edición, la reedición, la traducción, la representación y la exhibición de la obra de Brossa.

Entre el patrimonio de la Fundación se encuentra la biblioteca de Joan Brossa, formada por unos 6.000 libros, numerosas revistas y catálogos de exposición. Se le suma el archivo personal del poeta formado por unos 52.000 documentos tan variados como manuscritos de su obra artística y literaria, facsímiles, galeradas, correspondencia, carteles, recortes de prensa, fotografías, etc. La colección de arte de Joan Brossa, entre la que hay obras suyas, pero también obras de artistas como Joan Miró o Antoni Tàpies, también pertenece a la Fundación.

En 2012 se cedió en depósito la colección, el archivo y la biblioteca al MACBA para asegurar su conservación y permitir una mayor difusión. Tres años más tarde, se trasladó la sede de la Fundación -que estaba en La Seca Espai Brossa- a la primera planta del Centro de Estudios y Documentación del MACBA.
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El escritor Josep Pla es uno de los prosistas más importante de la literatura catalana del siglo XX. A pesar de sus viajes, no se olvidó de su Palafrugell natal. Por ello, en 1973 dio su biblioteca a una entidad de nueva creación, la Fundación Privada Biblioteca Josep Pla, ligada al municipio. Desde 1995 este patrimonio literario se encuentra en la casa natal del escritor, actual sede de la Fundación Josep Pla.

En el número 49 de la calle Nou de Palafrugell, donde el periodista pasó su primera infancia, se puede hacer una inmersión en la vida y obra del autor de la Calle Estrecha. Además de custodiar su biblioteca personal, la Fundación dispone de un fondo bibliográfico especializado en Josep Pla que se va actualizando. Se complementa con el material del Centro de Documentación, que incluye manuscritos y documentación personal del autor, artículos de la hemeroteca, fondo de imágenes y vídeos y fondos de arte.

Desde el año 2000 en la casa natal se puede ver la exposición permanente Josep Pla (1897-1981), un itinerario vital y profesional del escritor enmarcado dentro del contexto histórico del siglo XX. Termina en una sala que ilustra el proceso de elaboración del Cuaderno Gris, la obra maestra de Pla, desde las primeras anotaciones en el manuscrito primigenio hasta la primera edición del texto.
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Era el 1951 y el ingeniero industrial Eustaquio Ugalde Urosa acababa de comprar una parcela  boscosa frente al mar en Caldes d'Estrac. Sentado bajo un algarrobo y disfrutando de las vistas, decidió construir una casa en aquel paraje idilio que le permitiera mantener el paisaje tal como estaba. Le encargó el proyecto a su amigo José Antonio Coderch que diseñó una vivienda unifamiliar de dos pisos y jardín formado por un conjunto de volúmenes que cumplen a la perfección el objetivo inicial: se integran perfectamente en el entorno natural.

Las vistas sobre el mar y la topografía del emplazamiento determinan la construcción del edificio. Este busca su espacio en medio del bosque, donde crece con discreción y respeto por el entorno. También opta por materiales autóctonos, típicos de la arquitectura popular mediterránea como los muros de piedra, los forjados de hormigón, pavimentos con baldosas de terracota rojiza, las cubiertas con bóveda de teja o el uso de madera.

Esta herencia constructiva catalana se combina con formas arquitectónicas más modernas. Y es que la Casa Ugalde es una construcción irregular, abierta y libre, tanto en planta como en alzado que propicia la comunicación fluida entre interior y exterior. Mientras en el interior todos los muros son rectos, en el exterior domina un muro curvilíneo que separa la casa del bosque. Con todo, las terrazas son las grandes protagonistas. Los espacios son diáfanos y claros, gracias a la luz que penetra en el edificio por todos los lados y al color blanco de toda la construcción.

La obra de la casa finaliza en 1952. Su aspecto externo se ha mantenido hasta la actualidad, a pesar de las reformas de los sucesivos propietarios.