¿Es posible sentirse como un burgués de principios del siglo XX visitando un monasterio románico? Sant Benet de Bages demuestra cómo el patrimonio se adapta a nuevos usos con el tiempo. En este caso, pasa de monasterio medieval a residencia de verano de la familia de Ramon Casas y actualmente es un complejo turístico y cultural.
La primera iglesia (prerrománica) se consagraba el año 972 con una comunidad de doce monjes. Sin embargo, es a partir del siglo XII que la abadía vive su época de esplendor, con la construcción de una nueva iglesia y el claustro. Este último es la estrella románica del conjunto. Entre los pilares se abren arcos de medio punto que descansan sobre columnas dobles con capiteles esculpidos, todos ellos originales.
Fruto de la desamortización de Mendizábal, el monasterio se abandonó. Fue en 1907, que Elisa Carbó i Ferrer, madre del pintor Ramon Casas, compró los terrenos de Sant Benet y aprovechó las estancias de la comunidad monástica para habilitarlas como residencia. La rehabilitación fue a cargo de otro nombre ilustre: Josep Puig i Cadafalch. Destaca la terraza de mediodía de estilo modernista que ocupa parte de las antiguas celdas de los monjes.
Actualmente, gracias a las nuevas tecnologías, se puede realizar una inmersión en la historia monástica y el pasado modernista del edificio. Pero no sólo eso. El año 2007 se inauguró en torno al monasterio el complejo Món Sant Benet que, además de difundir el patrimonio, también trabaja para la gastronomía y el paisaje.
Los templos de Sant Pere, Sant Miquel y Santa Maria, que originariamente configuraban la "catedral" paleocristiana de Ègara, responden a múltiples etapas constructivas que han dejado su huella en forma de variedad de estilos -desde el tardo-romano hasta el gótico- y disciplinas artísticas. Se trata, pues, de un conjunto monumental único en Cataluña.
La primera construcción es un conjunto paleocristiano que ejerce como sede del obispado de Ègara y del que aún hay vestigios en los templos de Santa Maria y Sant Miquel. El hecho de que haya tres iglesias se había interpretado históricamente como una "copia" del modelo bizantino de la antigüedad -dos iglesias y un baptisterio- pero después de las últimas excavaciones (2000-2007) los estudiosos creen que la iglesia de Sant Miquel no funcionaba como baptisterio, sino que tenía un uso funerario. Por tanto, nos encontramos ante una catedral paleocristiana, organizada como una ciudad en miniatura con varios templos y dependencias.
La segunda etapa constructiva debemos situarla en los siglos IX y X, tras la conquista cristiana del territorio dominado por los musulmanes. Por lo tanto, el estilo es prerrománico; de esta época quedan muchas muestras en las iglesias que, finalmente, se dieron por terminadas en una tercera y definitiva etapa, ya románica (s. XI-XII).
En medio de Montjuïc, en Barcelona, entre la sombra de los árboles, los volúmenes blancos de la Fundación Joan Miró no pasan desapercibidos. En su interior, se custodian más de 14.000 piezas del pintor surrealista, entre pinturas, esculturas, cerámicas y tapices. Uno de los valores más importantes de la Fundación es que conserva casi todos los dibujos preparatorios de Joan Miró, con más de 8.000 referencias, un material básico para entender la obra del artista.
El fondo se creó principalmente con una donación del propio Joan Miró y se amplió con donaciones de familiares, amigos y coleccionistas.
La colección de la Fundación permite realizar un viaje a través de la vida artística de Miró. Comenzando con las primeras pinturas con clara influencia del impresionismo, el fauvismo y el cubismo franceses (Ermita de Sant Joan d’Horta o Retrato de una niña). Pasando por la etapa plenamente surrealista (La botella de vino) y los conocidos collages (Homenaje a Prats). Y terminando con sus obras sobre la Guerra Civil (Hombre y mujer ante un montón de excrementos) y los cuadros de las constelaciones.
Pero el museo no sólo destaca por la obra que acoge sino también por sus planteamientos arquitectónicos y museológicos. Miró quería abrir una Fundación que mirara hacia el futuro, que no se convirtiera en un templo de objetos de coleccionista sino en un lugar de descubrimiento y debate. Y con este objetivo pidió al arquitecto Josep Lluís Sert que construyera un edificio con personalidad propia. El resultado es una arquitectura que es el mejor escaparate posible de la obra del artista.
Detrás de la iglesia de Sant Pere Nolasc, en la plaza de Castilla de Barcelona, aparecen tres edificios sencillos de ángulos rectos y formas puras. Son el Dispensario Central Antituberculoso, el primer conjunto dedicado al tratamiento en exclusiva de la tuberculosis en Cataluña y uno de los hitos de la arquitectura racionalista en el país. Los arquitectos responsables del proyecto, Josep Lluís Sert, Joan Baptista Subirana y Josep Torres Clavé -miembros del GATCPAC- no buscaban florituras sino la mejor solución técnica para diseñar un edificio sanitario.
El Dispensario es un conjunto de tres edificios de cemento de cuatro pisos levantados con una planta en forma de ángulo recto o 'L'. Su construcción, entre los años 1934 y 1937, contribuyó a esponjar una zona urbana especialmente densa.
Inspirados por el racionalismo arquitectónico que prima la funcionalidad y la sencillez, los arquitectos tuvieron en cuenta el criterio del doctor Lluís Sayé al levantar el conjunto: eran necesarias unas estructuras que permitieran una correcta ventilación y circulación del aire y un buen soleamiento para el tratamiento de los enfermos. Y así se hicieron, aunque el trío de arquitectos tuvo que luchar con algunas ordenanzas municipales para conseguirlo.
El pabellón es una estructura horizontal de una sola planta que descansa sobre 8 pilares de acero que soportan todo el peso de la cubierta plana. No hay ningún espacio cerrado, ni tampoco puertas, y casi no existe una separación entre el interior y el exterior. La geometría pura y la sencillez dominan el edificio.
Muros de vidrio, mármoles verdes, ónix dorado del Atlas, travertino romano, cemento, acero cromado y agua son los ingredientes 'utilizados’ por Ludwig Mies Van der Rohe para diseñar un edificio austero pero con notables cualidades expresivas.
Esta obra tan singular se levantó con motivo de la Exposición Universal de 1929 en Barcelona. El Pabellón Alemán de Mies Van der Rohe fue un "golpe de modernidad" en medio de las suntuosas construcciones novecentistas que definieron la urbanización de Montjuïc.
A pesar de ser concebido como un edificio efímero (se desmontó una vez finalizada la Exposición Universal) tuvo tiempo suficiente para convertirse en un referente del racionalismo arquitectónico (años 20-30 del siglo XX). Tanto es así que en 1954, con motivo del 25 aniversario de la Exposición, el arquitecto Oriol Bohigas impulsa su reconstrucción. Ésta se hizo realidad después de más de 30 años, en 1986.
Construida entre 1932 y 1936 en el distrito de Sant Andreu de Barcelona, la Casa Bloc es uno de los ejemplos paradigmáticos de la primera arquitectura racionalista en Cataluña. Es obra de Josep Lluís Sert (1902-1983), Josep Torres Clavé (1906-1939) y Joan Baptista Subirana (1904-1978), miembros del GATCPAC (Grupo de Arquitectos y Técnicos Catalanes para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea). Se trata de un colectivo que, junto con la Generalitat de Catalunya, impulsó la introducción de la arquitectura moderna en el país a principios de los años 30.
Durante la Segunda República, fue un proyecto social innovador, integrado en el entorno urbano y con viviendas funcionales concebidas como alojamientos estándar para obreros. Una 'nueva’ arquitectura que definía la morfología urbana moderna, propia del siglo XX, contrapuesta al Eixample del siglo XIX.
Actualmente se puede visitar la vivienda 1/11 de la Casa Bloc, reconvertida en un piso-museo y gestionado por el Museo del Diseño de Barcelona. La musealización ha devuelto la estructura y el aspecto originales a la vivienda, y los presenta tal como lo habían pensado sus creadores.