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Patrimonio documental

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Escribanos, iluminadores y miniaturistas trabajan codo a codo en el escritorio del monasterio de Ripoll, uno de los centros de referencia cultural de la Europa medieval. Este célebre escritorio produjo numerosos manuscritos de gran calidad artística, sobre todo bajo el impulso del abad Oliba. Hechas en el primer cuarto del siglo XI, la Biblia de Ripoll y la Biblia de Rodes son las más ilustradas que nos han llegado del periodo del románico.

El monje Guifré (Wifredo) fue el único copista de las Biblias; el principal ilustrador era, tal como los historiadores lo han definido, “un dibujante de estilo impresionista”. Con un estilo muy diferente, encontramos el tercer monje que participa en la Biblia. Se identifica claramente gracias a una característica peculiar: tenía por costumbre hacer las caras redondas, un poco llenas y utilizaba herramientas como el compás y el tiralíneas para trazar circunferencias y líneas rectas.

La Biblia de Ripoll es un volumen de gran formato (550x370mm) que contiene 465 folios. Además de las Sagradas Escrituras, el códice incluye 210 prólogos, sumarios y otros textos introductorios, que hacen de la Biblia de Ripoll una especie de “gran enciclopedia ilustrada medieval”. La “fuente” de los textos es la escritura carolingia pura del monje Guifred, el único copista de esta obra. Las impresionantes miniaturas y dibujos que contiene le han dado renombre: encontramos 20 folios totalmente ilustrados con miniaturas que inspiraron la iconografía del célebre pórtico del monasterio.

Pero la de Ripoll no fue la única Biblia que salió del rico escritorio del monasterio. El primer cuarto del siglo XI fue prolífico y, en total, fueron tres los códices de este tipo que se elaboraron en Ripoll. Actualmente solo se conservan dos, ya que uno de ellos desapareció en el incendio del año 1835.
La Biblia de Ripoll fue copiada en el escritorio y trasladada a Marsella por los monjes del Monasterio de San Víctor cuando las dos abadías se unieron el año 1070. Finalmente, ya en el siglo XVII, el manuscrito fue a parar al Vaticano gracias a un sobrino del papa Pablo V, concretamente en la Biblioteca Apostólica Vaticana.

El tercer códice es lo que conocemos como Biblia de Rodes y fue un regalo del abad Oliba para el monasterio de Sant Pere de Rodes con motivo de la consagración de su iglesia monástica (1022). De ahí que se conozca con el nombre del monasterio ampurdanés, de donde fue robada en el siglo XVII por el mariscal francés Noailles durante el expolio del monasterio, y vendida posteriormente al rey Luis XV.

La Biblia de Rodes está escrita sobre vitela con lo que se conoce como escritura carolingia pura. Originalmente tenía un total de 566 folios que, ya en el siglo XVIII y en manos de los franceses, se dividieron en cuatro volúmenes. La riqueza artística de sus miniaturas es importante por sí misma pero, sobre todo, por la gran influencia que tuvo a la hora de inspirar la pintura y la escultura románicas. Los historiadores del arte dan por hecho que las ilustraciones de la Biblia inspiraron un fresco de la Crucifixión de Cristo recuperado en el claustro de Sant Pere de Rodes, algunos de sus capiteles historiados (hoy, en el Museo Nacional de la Edad Media de París) y escenas de la magnífica portada de Ripoll). Actualmente se conserva en la Biblioteca Nacional de Francia.

En 2002 y 2007, unos mil años después de su edición original, los dos ejemplares se reeditaron en formato facsímil.


T
El primer músico catalán que consiguió fama internacional fue posiblemente Isaac Albéniz. Nacido en Camprodon en 1860, destacó como compositor y pianista. Niño prodigio, viajó por todo el mundo y nos dejó una extensa y prolífica producción musical con notables innovaciones instrumentales. En su ciudad natal se puede hacer una inmersión en una de las grandes figuras de la historia de la música.

El Museo Isaac Albéniz custodia una amplia documentación sobre el compositor: cartas, partituras manuscritas originales y primeras ediciones, libros, fotografías, muebles u objetos personales. Entre otros, se puede ver el piano vertical Benareggi&Gassó de la hermana mayor de Albéniz con el que se inició en la música cuando tenía 2 o 3 años o el piano de cola Bechstein, que pertenecía a su hija Enriqueta.

A través de la colección, cedida principalmente por los descendientes del músico, se puede reseguir la vida y obra de Albéniz y se evidencia su vinculación con otras figuras como Pau Casals, Paul Debussy, Enric Granados o Cesar Frank.