La participación de los principales artistas,
músicos y escritores del siglo XIX en las actividades que el artista Santiago
Rusiñol organizaba en su casa-taller de Sitges desde el 1893 la
convirtieron en un verdadero templo del modernismo.
Precisamente la llamó cau porque quería que fuera
un refugio para los amantes de la poesía y ferrat porque tenía
la colección de hierros forjados que él mismo había recogido en sus viajes por
Cataluña. El edificio es hoy el Museo del Cau Ferrat, uno de
los principales museos de la población de El Garraf.
Reúne
las colecciones de arte antiguo y arte moderno reunidas por
el artista y escritor catalán. Pintura, dibujo, escultura, forja, cerámica, vidrio
y muebles configuran un conjunto artístico único, que
incluye parte de la obra plástica del propio Rusiñol y de artistas como Casas,
Picasso, El Greco, R. Pichot, Mas i Fondevila, Zuloaga, Regoyos y Degouwe de Nucques,
Enric Clarasó, Manolo Hugué y Pau Gargallo, entre otros.
El
edificio del Museo del Cau Ferrat fue reformado entre 2010 y 2014 para reforzar
su estructura y restaurar los elementos patrimoniales originales.
El Archivo de la Corona de Aragón (ACA) es el archivo histórico que contiene el fondo documental de las instituciones de la antigua Corona de Aragón, además de otros fondos históricos españoles. El antiguo Archivo Real de Barcelona guarda entre sus paredes más de siete siglos de historia.
El rey Jaume II el Justo creó el año 1318 el Archivo Real de Barcelona con el objetivo de unificar los fondos de todos los territorios de la Corona. En sus inicios se custodiaron principalmente escrituras referentes al Patrimonio Real, así como documentos de gobierno y justicia. Durante la monarquía borbónica se modernizó el edificio (1738), se aprobó un nuevo reglamento interno (1754) y pasó a llamarse Archivo de la Corona de Aragón (ACA). Con el cambio de nombre se inició la tarea de incorporar al fondo de la Corona de Aragón los archivos de instituciones del antiguo régimen.
Hasta 1993 su sede fue el Palacio del Lloctinent, un edificio construido entre 1549 y 1557 como una ampliación del Palacio Real Mayor de Barcelona. Posteriormente la mayoría de documentos, así como la labor de investigación, conservación y custodia, se trasladaron a la actual sede actual en la calle Almogàvers. La sede histórica se mantiene para la difusión, a través de cursos y exposiciones, y para actos protocolarios.
Desde un manuscrito del siglo X a las Actas del Consejo
de Gobierno de la Generalitat republicana, pasando por los archivos y
fondos personales de nombres ilustres de la sociedad catalana de los
siglos XIX y XX como Francesc Macià, Prat de la Riba, Eugeni d'Ors o Carles
Riba. Desde 1980 el Archivo Nacional de Cataluña (ANC) es la
institución encargada de reunir, conservar y difundir el patrimonio documental
del país.
Como archivo general de la
administración, el ANC ingresa, recupera y gestiona la documentación
que genera la acción política y administrativa de la Generalitat de Catalunya.
Como archivo histórico nacional, se dedica a la recuperación
de la documentación clave para el conocimiento de nuestro pasado.
Además de los archivos procedentes de administraciones, asociaciones y
fundaciones y de la Iglesia, en sus más de 900 fondos y colecciones
documentales destacan especialmente los fondos personales y las
colecciones de manuscritos, pergaminos e impresos.
La
historia del Archivo Nacional de Cataluña se inicia en 1936, durante la
República, y se reanuda con el final de la dictadura franquista. La actual sede
en Sant Cugat del Vallès es un moderno edificio que dispone de las últimas tecnologías para garantizar la mejor conservación de los documentos.
Más allá de las especulaciones sobre si la construcción era un mausoleo o una villa durante la época romana, el conjunto romano de Centcelles (Constantí) es único por sus mosaicos del siglo IV. Testimonio arquitectónico excepcional de época tardorromana en Cataluña, desde el año 2000 está incluido en el conjunto de monumentos de la antigua Tarraco declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Los restos más antiguos de Centcelles corresponden a un pequeño edificio rural de los siglos II-I a.C., que más tarde se convierte en una magnífica villa con un conjunto de baños. El espacio más destacado es la estancia circular cerrada con una cúpula donde se encuentran los mosaicos. Estos son considerados los mosaicos de cúpula de temática cristiana más antiguos del mundo romano y son excepcionales por su buen estado de conservación. Se representan varias escenas, organizadas en tres áreas: una cacería en la parte inferior, escenas bíblicas del Antiguo y el Nuevo Testamento en la parte central y figuras de las cuatro estaciones en la parte superior.
A partir del estudio de estos mosaicos y las pinturas murales, se podría pensar que la villa se convirtió en un mausoleo. Sin embargo, su interpretación es aún incierta. Las primeras tesis de los investigadores apuntaban que los mosaicos hacían referencia a la tumba de Constancio, hijo del emperador Constantino el Grande. Búsquedas más recientes, en cambio, consideran que Centcelles fue la villa tardorromana de un personaje destacado de la jerarquía eclesiástica o civil.
La importancia histórica y monumental de la antigua Tarraco tiene su reflejo en el actual Museo Arqueológico de Tarraco, un centro de referencia. Formado durante la primera mitad del siglo XIX, el MNAT es el museo más antiguo de Cataluña en su especialidad y su extenso fondo ilustra de forma magistral el proceso de romanización de la Península Ibérica.
Ubicado desde 1960 en un edificio de planta nueva, en el subsuelo se conserva un tramo de la muralla, que se conservó in situ. Entre las piezas más destacadas recuperadas de la antigua Tarraco, podemos ver parte de un medallón (clipeus) con la representación de Júpiter-Amón, el ara dedicada al Numen de los Augustos, un pedestal de estatua con una inscripción dedicada al genio de la Colonia Tarraco, las estatuas de Baco, Hércules niño, Claudio y Minerva, el retrato de Nerón Julio César y los sarcófago de los Leones y del Pedagogo.
Capítulo aparte merecen los mosaicos como el de cabeza de la Medusa -el mejor de los hallados en Tarraco-, procedente de la zona residencial de la ciudad; el que representa Euterpe, musa de la música, descubierto en la villa romana de Els Munts (Altafulla); la lauda sepulcral de Óptimo, mosaico funerario con inscripción, localizado en la Necrópolis Paleocristiana de Tarragona; y el mosaico de los Peces, que decoraba una estancia de la villa romana de Calípolis, en Vila-seca.
Entre las piezas más singulares del MNAT, una muñeca articulada de marfil encontrada en el interior del sarcófago de una niña en la Necrópolis de Tarraco y la lámpara de bronce decorada con la representación de una máscara teatral procedente de la villa romana de La Llosa.
Además del Museo Arqueológico, el MNAT gestiona la Necrópolis de Tarraco, la Villa romana de Els Munts (Altafulla) y el Conjunto romano de Centcelles (Constantí). Integra también los conocidos monumentos Arco de Bará y la Torre de los Escipiones -situados en la Vía Augusta-, así como el Teatro de Tarraco de la ciudad. Un conjunto de primer orden que es Patrimonio Mundial desde el año 2000 y que acerca al visitante a una etapa fundamental de la historia europea.
El antiguo Molí de la Vila de Capellades, uno de los más importantes de Cataluña y del Estado, es hoy el Museu-Molí Paperer. Su misión es doble: por un lado, difundir el patrimonio histórico e industrial de esta actividad desde el siglo XIII y hasta principios del XX; por otro, dar continuidad a la actividad artesanal del papel hecho a mano.
En los siglos XVIII y XIX un entorno bien comunicado y con abundancia de agua convirtieron a Capellades en la capital del papel, con nombres ilustres como los Soteras, los Romeu, los Guarro, los Serra y los Romaní. La altísima calidad de sus productos fue apreciada por clientes del país y también por las colonias de ultramar.
Las herramientas, maquinaria, carátulas, tampones de madera y diferentes variedades de papel expuestas en el museo son los testigos de esta tarea industrial. A estos objetos hay que sumarle la conservación y nuevo uso de los molinos, y la numerosa documentación sobre la tecnología y el arte del papel.
Integrado en la red del Museo de la Ciencia y de la Técnica de Cataluña, durante los últimos años el Museo Molino se ha convertido también en punto de encuentro de profesionales que exploran las posibilidades del papel como materia artística.
Con 42 figuras pintadas y 260 elementos grabados sobre la roca, la Roca dels Moros (El Cogul, Les Garrigues) es sin duda uno de los yacimientos rupestres más importantes de la Península Ibérica. El conjunto es Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1998.
Esta zona de Les Garrigues ha estado habitada por el hombre de forma ininterrumpida desde el Paleolítico y la cavidad se utilizó durante unos 5.000 años como lugar de culto. Los últimos cazadores-recolectores (VIII-V milenio a.C.) dejaron en la roca las pinturas pertenecientes al arte levantino. Más tarde, durante el V y II milenio a.C., los grupos neolíticos tomaron el relevo para dibujar sus creencias (representaciones muy diversas que se inscriben dentro del arte esquemático). Los investigadores han identificado también inscripciones posteriores, de época ibérica y romana, aunque muchas son ilegibles.
Entre las escenas más destacadas está la cacería, con la representación de una figura humana que lleva un arco y unas flechas y que se enfrenta a un jabalí. También destacan las figuras de varios toros. La singularidad del conjunto se manifiesta sobre todo en la escena que se ha denominado 'la danza fálica: un grupo de mujeres vestidas con largas faldas y el cuerpo desnudo se agrupan en parejas y rodean a un hombre con el sexo exagerado. Se trata de una excepcional representación de un acto ritual que refuerza la identidad de la cueva como lugar de culto rupestre.
Trabajo en equipo, esfuerzo y espíritu de superación. Estos son los valores que encarnan los Castells, una práctica cultural con más de 200 años de historia y declarada en 2010 Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
Los datos más antiguos de estas torres humanas se remontan al siglo XVIII: las torres formadas por dos o tres personas eran la culminación del Baile de Valencianos, propio de las fiestas mayores de las comarcas de Tarragona. Cuando estas construcciones se independizaron del resto del baile nacieron los Castells como exhibición con carácter propio.
Su popularidad ha vivido diferentes etapas. Tras consolidarse en el siglo XIX, con castillos de hasta nueve pisos de altura, su práctica decayó a inicios del siglo XX, y resurgió durante la década de los 60.
La época dorada de los Castells se produjo a partir de los años 90 y hasta la actualidad. Han contribuido a ello la creación de nuevas "colles" de perfil joven y multicultural, el logro de nuevas y espectaculares construcciones, y la retransmisión de las exhibiciones de Castells por televisión.
Actualmente se contabilizan cerca de 100 "colles" y más de 12.000 "castellers", superando los 16.000 castillos levantados cada año.
Durante la Semana de Corpus la capital de El Berguedà se transforma con la celebración de La Patum, una fiesta popular única en Cataluña que se ha mantenido prácticamente sin interrupción desde el siglo XV.
El origen de esta tradición, que en 2005 fue inscrita por la UNESCO en la Lista del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, se remonta a los entremeses, representaciones parateatrales que formaban parte de las procesiones medievales del Corpus.
Los días centrales de la celebración son el jueves y el domingo. Durante el mediodía La Patum es más reposada y solemne, mientras que por la noche es más festiva y participativa. Los principales personajes y momentos de la fiesta son el tambor, los turcos y caballitos, las mazas, la guita, el águila, los enanos viejos, los gigantes, los enanos nuevos, los plens (diablos) y el tirabol (comparsa final).
El momento culminante de La Patum son los plens, que convierten la plaza Mayor de Berga en un infierno de fuego. Los principales protagonistas de la fiesta bailan siguiendo el ritmo del tambor y de la música que Joaquim Serra compuso a finales del siglo XIX.
Pan, vino y aceite. La esencia de la dieta mediterránea, compartida por íberos, celtas, griegos, romanos, bárbaros y árabes se basa en este tridente. Una combinación de alimentos sencilla, variada y equilibrada que a lo largo de los siglos, y sin perder la identidad propia, se ha ido enriqueciendo con la aportación y el mestizaje de culturas milenarias.
Así, desde Oriente Próximo y Medio llegaron los cereales, las legumbres y muchas frutas y verduras como la zanahoria, la cebolla o la manzana. Desde Europa, la col o los espárragos. Del Lejano Oriente, los garbanzos o la berenjena. Del Sudeste asiático y Oceanía, el arroz, la pimienta o la caña de azúcar. De África , el melón. De América, la patata o el tomate.
La existencia de esta alimentación se debe, en buena parte, a las características del territorio, seco y accidentado de la cuenca del Mediterráneo, donde el olivo, la vid y los cereales se adaptan a la perfección. Huertas y pequeños bosques complementan el paisaje, junto con un clima cálido.
Desde 2010 la dieta mediterránea es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Una de las motivaciones de la candidatura, presentada conjuntamente por España, Grecia, Italia y Marruecos, era proteger este saludable modelo alimentario frente a los cambios socioculturales fruto de la globalización.