Público general | Page 33 | Patrimonio Cultural. Generalitat de Cataluña.

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El ámbito cultural catalán es el único de la Península Ibérica donde hay una intensa actividad dramática durante la Edad Media. Las grandes representaciones teatrales son la Pasión de Cristo y la Asunción de María.

A partir del siglo XIV las manifestaciones teatrales sobre la Pasión de Cristo se van diferenciando de los dramas eclesiásticos en latín. Las nuevas representaciones (misterios) resaltan la naturaleza humana de Cristo, incorporan la lengua vulgar y aceptan la participación del pueblo.

Actualmente se mantienen tres tipologías de misterios en lo que se denomina "valle de la Pasión", en El Baix Llobregat: la de raíz tradicional, que se realiza en Olesa y Esparreguera; la itinerante de Sant Vicenç dels Horts; y la representación moderna de una obra de autor, en Molins de Rei.

El gran ciclo dramático del teatro medieval catalán se completa con cuatro representaciones de la Asunción de la Virgen: el Drama litúrgico de Santa María de l’Estany, el Misterio de la Selva, el Misterio asuncionista de la Catedral de Valencia, y el Misterio o Fiesta de Elche.

Otras manifestaciones medievales que han llegado hasta la actualidad son el Canto de la Sibila de Mallorca y de Alguer, o la Danza de la Muerte de Verges.

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La cultura catalana no se puede entender sin los grandes equipamientos de Barcelona. Son escenarios que se han convertido en la columna vertebral de la cultura del país.

El Palau de la Música, obra de Lluís Domènech i Montaner y Patrimonio la Humanidad por la Unesco, es mucho más que una refinada muestra de la arquitectura modernista. Testigo de episodios claves de la historia catalana, se ha convertido en referente para los catalanes.

Compartiendo protagonismo como símbolo de la cultura catalana está el Gran Teatro del Liceo. Construido en 1847 y ligado desde los inicios a la burguesía barcelonesa, este edificio ha sobrevivido a dos episodios catastróficos: una bomba anarquista en 1893 y un incendio en 1994.

Entre los equipamientos contemporáneos vinculados a las artes escénicas destacan el Teatre Nacional de Catalunya (TNC), el Teatre Lliure y el Mercat de les Flors. En el ámbito musical, la referencia más allá del Palau de la Música y el Liceo es L’Auditori de Barcelona. En cuanto al arte, las principales instituciones son el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), que ofrece una perspectiva global e histórica del arte catalán, y el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), escaparate del arte más actual.

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Sin olvidar el vínculo con las fiestas tradicionales y populares, la Feria de Teatro en la Calle de Tàrrega, se ha convertido en referente por su compromiso con la innovación escénica y la calidad. Hoy es uno de los mercados europeos de las artes escénicas más destacados .

El éxito del espectáculo de calle que la compañía Comediants organizó en 1980 fue el inicio de la Feria de Teatro en la Calle de Tàrrega, convertida sólo un año después en evento anual.

Para el historiador y crítico teatral Xavier Fàbregas, uno de los ideólogos del proyecto, había que recuperar la calle como espacio para actividades creativas y al mismo tiempo renovar las fiestas populares y tradicionales. Por eso, en sus inicios predominaban los espectáculos vinculados directamente a la cultura popular.

Con la creación del Patronato Fundación Público Municipal y del área de programadores, y con la dirección artística encargada a profesionales de las artes escénicas, la Feria de Teatro en la Calle de Tàrrega se fue profesionalizando hasta convertirse en un mercado de venta y contratación nacional e internacional de espectáculos teatrales catalanes. Este evento ha destacado siempre por la incorporación de nuevas tendencias, técnicas y lenguajes escénicos visuales y contemporáneos.

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Antes de la Edad media ya se celebraban ferias y mercados gastronómicos en Cataluña. Nacieron como puntos de encuentro entre comerciantes y compradores, y se han convertido en lugares de articulación social.

Los mercados, tal y como los conocemos hoy, surgieron como respuesta a la escasez de suministros provocada por las concentraciones humanas. Era necesario fijar unas fechas para el intercambio comercial. Uno de los mercados catalanes más antiguos de los que se tiene constancia es el de Bellcaire, en el siglo XIV.

Las ferias, en cambio, dependían de los movimientos del ganado y de las rutas comerciales , estaban ligadas a festividades religiosas y solían tener una periodicidad anual. Actualmente todavía hay poblaciones como Guimerà, Peratallada, Batea, Vic o Montblanc que una vez al año celebran estas ferias para rememorar las de la Edad Media.

La imagen y los productos de los mercados y ferias catalanes son hoy en día muy diferentes. Lo que no ha variado es su carácter de acontecimiento social y tradicional, y el hecho que son sinónimo de garantía de calidad. Actualmente existe un extenso calendario de ferias y mercados en todo el territorio y también se han creado rutas gastronómicas para la promoción de los productos locales.

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El ciclo festivo de Cataluña incluye una mezcla de celebraciones paganas, religiosas y civiles, tanto de origen ancestral como de reciente aparición. Un calendario de fiestas tradicionales y costumbres en el que la gastronomía tiene un gran protagonismo.

Y es que una buena celebración no se puede entender sin una buena comida una manifestación de la identidad colectiva y de cohesión social. Cada fiesta se asocia a un plato, por ejemplo la crema catalana de San José, la coca de San Juan, las castañas y los panellets de Todos los Santos, la mona de Pascua o los platos navideños (escudella, canelones, turrones, barquillos, etc.).

En Cataluña, prohibiciones de tradición católica como el no comer carne en Cuaresma ha hecho populares la cocina con bacalao o los postres como los buñuelos. También se da el caso de que celebraciones de origen religioso como romerías y peregrinaciones se han convertido en encuentros gastronómicos colectivos (costilladas, sardinadas, etc.).

El calendario festivo también incluye celebraciones familiares más íntimas vinculadas al ciclo vital, como los banquetes de boda, las meriendas de comunión y las comidas para celebrar santos y cumpleaños.

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Con el cambio de siglo, la cocina catalana vive una nueva edad de oro. Destacados cocineros del país reciben el reconocimiento mundial por su labor vanguardista. La nueva cocina creativa catalana implica una nueva manera de entender la restauración: satisfacer el intelecto y las emociones.

Uno de los puntos culminantes de esta etapa se produce en 1999, cuando el cocinero francés Joël Robuchon afirma que Ferràn Adrià es el mejor cocinero del mundo. Sus innovaciones, que acabarán en la portada del suplemento del The New York Times i>, se basan en nuevos productos y técnicas, presentaciones inéditas y experiencias sorprendentes.

A pesar del eco mediático de la cocina más vanguardista, la gastronomía actual es mucho más amplia. Así, la cocina catalana tradicional b> vive una relectura por parte de grandes chefs, con nuevas técnicas y presentaciones. Además, la preocupación por lo que comemos provoca la aparición de conceptos como "cocina ecológica" y "de kilómetro cero".

También cabe destacar el efecto de fenómenos como la globalización en la cocina catalana. La entrada de productos y formas de cocinar de otras partes del mundo acaba, inevitablemente, impregnando nuestro recetario y aparecen conceptos como la "cocina de fusión".

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Menús opulentos, inspiración en la cocina francesa y desprecio por la tradicional y casera. Durante el siglo XIX la burguesía catalana y los grandes restaurantes optan por una gastronomía lujosa y fastuosa, que no consigue popularizarse.

En cambio, la cocina catalana popular y de calidad sigue muy viva en las "fondes de sisos" (casas de comidas), con menús caseros a precios asequibles. Estos establecimientos popularizan platos como la butifarra o lomo con judías, el bacalao a la "llauna" o los macarrones gratinados al horno. La creatividad y el sentido del humor destacan en los nombres de los platos como la barretina (picadillo de verduras con arenque) o la "samarreta" con alioli (callos al horno). En las "fondes de sisos" también nacen costumbres como la paella de los jueves, una iniciativa comercial que busca atraer más clientes en un día de la semana habitualmente flojo.

Las primeras referencias al pan con tomate también son del siglo XIX. Según el gastrónomo Néstor Luján, el plato catalán por excelencia aparece en el mundo rural en una época de abundancia de tomates, que se aprovechan para ablandar el pan seco.

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Durante la época moderna se sientan las bases de la cocina catalana rural. Excepcionalmente refinada y completa, la gastronomía del Renacimiento, el Barroco y la Ilustración es la antesala de la cocina tradicional catalana.

Del siglo XVI al XVIII, se vive una revolución con la llegada de nuevos productos procedentes de América: tomate, pimiento, judías, maíz, cacao, pavo o vainilla. Además, se introducen cambios en los sabores con la distinción entre dulce y salado, y se popularizan las bebidas frías, las ensaladas, el chocolate, el arroz y la pasta. Las clases populares y los conventos son los más receptivos a estos nuevos productos, mientras que los aristócratas y los burgueses son más continuistas con la cocina medieval.

Los testimonios escritos b> más destacados de la cocina catalana de la época moderna son Nuevo arte de cocina (Juan Altimiras), Llibre dels secrets d'agricultura, casa rústica i pastoril (fra Miquel Agustí), Instrucció breu i útil per los cuiners principiants (Francesc del Santíssim Sagrament), Avisos y instrucciones per lo principiant cuyner (Francesc Orri), El llibre de l'art de quynar (fra Sever d'Olot) y Llibre de cuina de Scala Dei (monasterio de Banyoles).

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El actual "boom" de la cocina catalana tiene muchas cosas en común con la primera edad de oro de la gastronomía de nuestro país, pues ya en los siglos XIV y XV es considerada la primera del mundo cristiano, especialmente en las cortes de Nápoles y de Roma. Así lo reflejan documentos como el Llibre de Coch (Mestre Robert) o Com usar bé de beure e menjar (Francesc Eiximenis).

Lejos de imaginarnos a reyes y nobles comiendo con los dedos, la cocina medieval catalana destaca por su refinamiento y riqueza de un recetario tan simple como exquisito. Convertida en símbolo de estatus social, también cuenta con gourmets y cocineros famosos, y destaca por las buenas maneras en la mesa.

A pesar de no disponer aún de productos de América, la lista de alimentos es rica: cereales, verduras, especias, fruta fresca, frutos secos y carne de cerdo. Los ricos añaden arroz, fideos, carne de aves de corral y de caza, y pescado fresco o secado a su dieta habitual.

La cocina catalana de esta época también es innovadora porque, por primera vez, las mujeres pueden participar en los convites: grandes comidas concebidas como un espectáculo teatralizado. También destaca por la gran variedad de técnicas, recipientes y utensilios.

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Desde el primitivo daguerrotipo hasta los actuales soportes y canales de distribución, la fotografía catalana ha sido la protagonista de una revolución de poco menos de dos siglos.

Meses después de aparecer el daguerrotipo en Francia (1839), Ramon Alabern se convierte en el primer catalán en hacer fotografías con este nuevo invento. Poco después, fotógrafos como José Martínez Sánchez o Juan Martí serán testigos de la Revolución Industrial.

A finales del siglo XIX aparecen los primeros fotógrafos artísticos catalanes (Joan Vilatobà, Miquel Renom o Pere Casas Abarca), cercanos al simbolismo y al impresionismo, mientras que la segunda generación sigue el pictorialismo (Joaquim Pla y Claudi Carbonell). El vanguardismo también llega a la fotografía catalana, y el trabajo de profesionales como Josep Sala, Pere Català Pic o Gabriel Casas supone una revolución artística y técnica.

No es hasta la década de los cincuenta que resurge la tradición de la fotografía documental. Una nueva generación (Francesc Català Roca, Ramon Masats, Xavier Miserachs, Oriol Maspons, Joan Colom, Leopoldo Pomés, Colita o Eugeni Forcano) mostrará la realidad de forma crítica e irónica.

En los años setenta y ochenta aumenta la difusión y prestigio cultural de la fotografía, que finalmente entra en los museos. Con la llegada de la era digital se democratiza aún más su uso.