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Desde el primitivo daguerrotipo hasta los actuales soportes y canales de distribución, la fotografía catalana ha sido la protagonista de una revolución de poco menos de dos siglos.

Meses después de aparecer el daguerrotipo en Francia (1839), Ramon Alabern se convierte en el primer catalán en hacer fotografías con este nuevo invento. Poco después, fotógrafos como José Martínez Sánchez o Juan Martí serán testigos de la Revolución Industrial.

A finales del siglo XIX aparecen los primeros fotógrafos artísticos catalanes (Joan Vilatobà, Miquel Renom o Pere Casas Abarca), cercanos al simbolismo y al impresionismo, mientras que la segunda generación sigue el pictorialismo (Joaquim Pla y Claudi Carbonell). El vanguardismo también llega a la fotografía catalana, y el trabajo de profesionales como Josep Sala, Pere Català Pic o Gabriel Casas supone una revolución artística y técnica.

No es hasta la década de los cincuenta que resurge la tradición de la fotografía documental. Una nueva generación (Francesc Català Roca, Ramon Masats, Xavier Miserachs, Oriol Maspons, Joan Colom, Leopoldo Pomés, Colita o Eugeni Forcano) mostrará la realidad de forma crítica e irónica.

En los años setenta y ochenta aumenta la difusión y prestigio cultural de la fotografía, que finalmente entra en los museos. Con la llegada de la era digital se democratiza aún más su uso.

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Durante la segunda mitad del siglo XX Barcelona experimentó la expansión urbana más grande de su historia.

El "modelo Barcelona" nace durante los años ochenta gracias a la colaboración de las instituciones democráticas y arquitectos como Oriol Bohigas. De esta época son el Parque de la España Industrial (Peña i Rius) o el Moll de la Fusta (Solà-Morales).

Pero el punto culminante del urbanismo catalán inicia con la elección de Barcelona como sede de los Juegos Olímpicos de 1992. La intervención en Montjuïc incluye la restauración del Estadio Olímpico y las Piscinas Picornell y la construcción del Palau Sant Jordi (Isozaki). La Villa Olímpica (Martorell-Bohigas-Mackay) acerca la ciudad al mar con la construcción del Puerto Olímpico. Otras muestras de la arquitectura olímpica son la Torre de Collserola (Foster), la Torre de Telefónica (Calatrava) o el Hotel Arts (Skidmore, Owings & Merrill).

Con el Fórum Universal de las Culturas (2004), la Diagonal se alarga hasta el mar, y se construyen el Centro Internacional de Convenciones (Mateo), el edificio Fórum (Herzog y de Meuron) y la gran placa fotovoltaica (Martínez Lapeña y Torres).

Como ejemplos post-Fórum destacan espectaculares muestras de arquitectura de autor como la Torre Agbar (Nouvel) o el Edificio Gas Natural (Miralles y Tagliabue).

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La revista catalana Dau al Set (1948) y el grupo artístico homónimo son considerados las manifestaciones más importantes del vanguardismo de posguerra.

La gran mayoría de sus miembros fundadores (el poeta y dramaturgo Joan Brossa, el filósofo Arnau Puig y los pintores Joan Ponç, Antoni Tàpies, Modest Cuixart y Joan-Josep Tharrats) vivían en el mismo barrio de Barcelona, y los unía la disconformidad con la situación ideológica represiva y las limitadas posibilidades creativas de la época. También compartían una gran creatividad, sensibilidad y sentido de la acción.

El nombre de la revista jugaba con la idea de lo imposible (un dado sólo tiene seis caras), y expresaba la intención del grupo, situado entre la negación y confusión del dadaísmo y la liberadora expresión creativa del surrealismo.

Las circunstancias políticas dificultaron la voluntad de Dau al Set de incidir en el entorno social, y la expresión de libertad de sus miembros fue sobre todo artística y creativa. Así, lucharon para evitar las formas expresivas establecidas por el Régimen, demostraron que la represión no puede ahogar la creatividad y fueron los detonantes de nuevas actitudes de expresión libre.

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Durante la Guerra Civil Española (1936-1939), las manifestaciones artísticas en Cataluña adoptan medios modernos como el cartelismo y la fotografía documental.

Como vehículo de consignas para la concienciación y movilización, el cartelismo destaca durante este periodo por su creatividad artística y técnica.

Algunos de los artistas más activos son Josep Renau (Hoy más que nunca: Victoria), Martí Bas i Blasi (Feu tancs, tancs, tancs...), Jaume Solà (Unió és força), Lleó Arnau (Assassins!), Carles Fontserè (Llibertat!), Lorenzo Goñi (I tu... què has fet per la victòria?), Pere Català Pic (Aixafem el feixisme), Antoni Clavé (Catalans!... 11 de setembre), Lluís Garcia Falgàs (Informeu-vos dels que lluiten al front), Enrique Ballesteros "Henry" ( Voy a luchar por tu porvenir) y Paco Ribera (Diada de la Dona Antifeixista).

La fotografía documental ofrece un testimonio de la realidad del frente y la retaguardia durante la Guerra Civil. Fotoperiodistas catalanes como Agustí Centelles, Josep Maria Sagarra o Carlos Pérez de Rozas retratan el día a día del conflicto junto a profesionales extranjeros como Robert Capa y Gerda Tardo, autores de imágenes míticas.

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En los siglos XVIII y XIX una nueva clase social, la burguesía, persigue un arte más personal, emocional, original y sobre todo rebelde, y reclama la identificación con una patria y raíces comunes.

En Cataluña el romanticismo tiene una clara connotación política: los literatos catalanes reivindican la recuperación de la lengua, la literatura y la cultura popular.

El primer poema romántico en lengua catalana es Oda a la Pàtria, de Bonaventura Carles Aribau (1833), pero el arraigo no llega hasta Lo Gaiter del Llobregat, de Joaquim Rubió i Ors. En novela, las primeras obras románticas en catalán son de autores como Antoni de Bofarull y Martí Genís i Aguilar. En cuanto al teatro, los exponentes son dramaturgos como Víctor Balaguer, Eduard Vidal y Frederic Soler, "Pitarra".

La Renaixença comparte con el romanticismo la voluntad de reavivar la conciencia nacional después de una etapa de decadencia y, de hecho, los dos movimientos conviven a lo largo del siglo XIX.

En Cataluña conviven dos facciones: la conservadora (Bofarull), y la reivindicativa (Balaguer). Comparten la voluntad de recuperar los Juegos Florales como instrumento para proyectar socialmente el catalán y estimular la producción editorial. El empujón definitivo de este acontecimiento literario llega en 1877, cuando son premiados Jacint Verdaguer y Àngel Guimerà.

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Nuevo en contraposición a viejo. Moderno lugar de modernismo. El novecentismo, el movimiento cultural y político de principios del siglo XX (1906-1923) nace con la voluntad de superar el panorama artístico catalán dominante hasta entonces. Según los postulados definidos por Eugeni d'Ors, había que recuperar las raíces del mundo clásico y crear un nuevo universo lingüístico e iconográfico.

El ensayo y la poesía son los principales géneros literarios del novecentismo catalán, y nombres como Josep Carner, Enric Prat de la Riba o Pompeu Fabra marcan los inicios del movimiento.

Si el novecentismo rompe con el modernismo, las vanguardias rompen con el novecentismo. Surgen en Europa entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial como reacción contra el poder y los gustos estéticos de la burguesía. Incluyen movimientos artísticos como el cubismo, que reinterpreta el espacio y utiliza formas geométricas, el futurismo, que desafía la belleza clásica, el dadaísmo, caracterizado por la negación y la confusión; y el surrealismo, que apuesta por la ausencia de la razón en la creación.

En Cataluña los principales nombres del movimiento literario vanguardista son poetas como Joan Salvat-Papasseit, Carles Sindreu, Joan Josep M. Junoy o J.V. Foix.

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Romper con los valores sociales y artísticos establecidos y transformarlos en una cultura moderna y nacional con nuevas ideas. Estos son los objetivos del modernismo de finales del siglo XIX hasta la primera década del siglo XX aplicados a todas las artes, incluida la literatura.

Los primeros pasos de este movimiento en Cataluña van ligados a la aparición de L’Avens (L’Avenç), la revista cultural de Valentí Almirall, que contará con la colaboración de Àngel Guimerà, Narcís Oller, Jaume Brossa, Joaquim Casas-Carbó y Jaume Massó. Las discrepancias en la publicación propiciarán la aparición de dos tendencias diferenciadas: el sector regeneracionista, preocupado por cambiar la sociedad y encabezado por Jaume Brossa, y el sector esteticista, impulsado por Santiago Rusiñol y Raimon Casellas, defensores del arte por el arte.

Al cambiar de siglo, las diferencias se superarán con la aparición de nuevos órganos de expresión modernista (la revista Catalonia y el semanario Joventut), que facilitarán un discurso más moderado y participativo.

Esta etapa es la que da frutos literarios de mayor diversidad y calidad: Els sots feréstecs (Raimon Casellas), Solitud (Víctor Català), L'auca del senyor Esteve (Santiago Rusiñol) y Josafat (Prudenci Bertrana). Entre los poetas, la figura capital del modernismo catalán es Joan Maragall, responsable de renovar el género, haciéndolo más coloquial y menos grandilocuente.

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Como consecuencia de las desamortizaciones del siglo XIX, buena parte del patrimonio artístico de la Iglesia se dispersó o privatizó. Durante la Renaixença catalana se intentó recuperar y proteger todo este legado con iniciativas como el Museo de Lleida Diocesano y Comarcal, fundado en 1893 siguiendo el ejemplo del Museo Episcopal de Vic. Actualmente gestiona un importante legado artístico proveniente de las Terres de Ponent y de la antigua Diócesis de Lleida, que cubre desde la prehistoria hasta la edad moderna.

En 2007 se inaugura la nueva sede que plantea criterios de musealización modernos. Durante la visita al museo es necesaria una parada obligatoria ante algunas piezas destacadas. Entre ellas, una cabeza de sátiro romano, frontales de altar del siglo XIII y fragmentos escultóricos románicos y retablos góticos de la Seu Vella. Del Renacimiento y Barroco encontramos obras del pintor Pere Nunyes, esculturas de Gabriel Joly y Damià Forment y varias obras del pintor Antoni Viladomat.

De toda la colección permanente destacan dos piezas únicas: el juego de ajedrez del siglo X-XI de Sant Pere de Àger y la Virgen de Bellpuig de Les Avellanes, una de las obras góticas más importantes del patrimonio catalán.

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El patrimonio musical de Barcelona y Cataluña es inmenso. Y una de las instituciones que más ha contribuido a su conservación, estudio y difusión es el Museo de la Música de Barcelona. Ubicado en la segunda planta de L’Auditori, custodia una colección de 2.000 instrumentos musicales de todo el mundo y de 10.000 documentos sonoros, que han llegado a partir de legados y donaciones. Está considerado como uno de los fondos musicales más importantes de España.

La exposición permanente invita al visitante a vivir el mundo de la música y a entender que los instrumentos son documentos vivos de nuestro pasado, llenos de sentido y de información sobre nuestro patrimonio musical. Durante el recorrido se muestran más de 500 piezas, explicadas a través de recursos audiovisuales, sonoros y textuales.

El itinerario por la exposición permite conocer los instrumentos a partir de la historia de la música: de las antiguas civilizaciones, se avanza por el nacimiento y la difusión de la polifonía, el Barroco, el Clasicismo y el Romanticismo hasta llegar a los nuevos colores y la industria del sonido en el siglo XIX y los nuevos estilos y las nuevas tecnologías del siglo XX.

Los instrumentos de cuerda son los que tienen más representación en el museo y destacan la colección de guitarras y la de instrumentos de teclado. También merecen especial atención los instrumentos de viento, que reflejan su importante tradición constructora catalana y su uso en culturas sudamericanas y asiáticas.

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El Museo del Cine de Girona nace a partir de la excepcional colección de objetos relacionados con el mundo del precine y del cine de Tomàs Mallol formada por 8.000 objetos, 10.000 documentos (fotografías, carteles, grabados, dibujos y pinturas), 800 filmes y 700 libros y revistas. Se inauguró en 1998, convirtiéndose en el primer museo de estas características de España y uno de los pocos existentes a escala europea.

Entrar en el Museo del Cine es un proceso de descubrimiento. Y es que la exposición permanente tiene en el espectador su punto de mira. No es extraño. A lo largo de la historia, el hombre ha estado fascinado por las imágenes en movimiento, desde las primitivas sombras chinescas hasta los primeros años de cine.

Este proceso de descubrimiento está dividido en 10 apartados más un audiovisual que sirve de prólogo a la exposición y un epílogo que hace referencia al cine amateur y el cine infantil. El discurso principal finaliza en los años 30, con la llegada de las primeras televisiones.

Así, se puede entender de forma didáctica y amena cómo funcionaban las linternas mágicas, cajas ópticas, cámaras oscuras, cronofotografías, aparatos para dar movimiento a las primeras imágenes (fenaquistiscopio, zootropos...), proyectores ... Incluso está permitido dejarse engañar por diversas ilusiones ópticas, que demuestran que ya desde muy antiguo, lo más importante es sorprender.