Grupos | Page 9 | Patrimonio Cultural. Generalitat de Cataluña.

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La visita al Museo de Historia de Girona comienza observando su edificio. Es un casal gótico (siglo XV) propiedad de la familia Cartellà que se convirtió en el convento capuchino de San Antonio en el siglo XVIII. De esta época se conserva el cementerio, la cisterna y el claustro. A finales del siglo XIX se adaptó como instituto y, finalmente, se transformó en museo en 1981. Además, acoge los restos de la muralla de la antigua Gerunda y una parte del recinto de la Judería medieval.

Todo un viaje por la historia de Girona que ya anuncia lo que encontrará expuesto el visitante en su interior: un recorrido cronológico por la Girona romana, la medieval, la moderna y la contemporánea que se completa con diversos ámbitos de tradiciones catalanas como el de la copla y la sardana.

Entre las piezas destacadas se encuentra el fragmento del mosaico pavimental de Can Pau Birol del 300 dC, la escultura de bronce del Ángel de la Catedral de Girona realizada en 1764 por Ramon Salvatella, las obras modernistas y novecentistas los escultores Fidel Aguilar y Ricard Guinó o los carteles de actos políticos de la Transición en Girona, entre otros.

El museo gestiona también el refugio antiaéreo del Jardí de la Infància, de la Guerra Civil, y el establecimiento modernista de la Agencia Gómez.
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Una de las consecuencias de la Revolución Francesa fue el nacimiento nacionalismos en Europa. Cataluña no se quedó al margen y a mediados del siglo XIX apareció la Renaixença, un movimiento cultural que tenía el objetivo de hacer del catalán una lengua literaria y de cultura a la vez que exaltaba la historia de Cataluña y la idea de patria.

En este contexto, nació en 1890 en Barcelona el Centre Excursionista de Catalunya. El objetivo fundacional era "fomentar las excursiones por nuestra tierra para hacer que sea conocida y amada, y también publicar los trabajos resultantes de estas excursiones, crear una biblioteca y archivo". Qué mejor manera de documentar las salidas, a finales del siglo XIX, que a través de la fotografía.

El Centre Excursionista recogió tal cantidad de material gráfico que tuvo que crear el Archivo Fotográfico en la calle Paradís de Barcelona. Actualmente custodia más de 100 fondos (400.000 imágenes) procedentes de donaciones particulares y legados. Las temáticas son variadas: paisajes de Cataluña y actividades montañosas, arqueología, espeleología, náutica, ciclismo, boxeo... El conjunto es un importante legado histórico de la Cataluña de los siglos XIX y XX.

Paralelamente, el Archivo muestra la evolución técnica de la fotografía. Encontramos colodiones en vidrio de la década de 1860, placas de gelatinobromuro de plata de finales del siglo XIX, nitratos, placas estereoscópicas y autocromos. También se conservan utensilios fotográficos históricos como cámaras, trípodes, instrumentos de laboratorio o fotómetros.
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La criba (garbella, en catalán) era un antiguo impuesto que se cobraba sobre ciertos artículos de primera necesidad y, por extensión, también se utilizaba para designar los almacenes donde se guardaban estos productos. La Garbella es precisamente como se conoce la masía del siglo XVIII, en el centro de Arbúcies, donde se encuentra el Museo Etnológico del Montseny (MEMGA) en la Gabella, un nombre que marca un pasado histórico vinculado a las personas y al territorio. El MEMGA, inaugurado en 1985, se dedica a la conservación, difusión, investigación y exposición del patrimonio cultural del macizo del Montseny.

La visita a las instalaciones pasa por tres espacios. La planta baja está dedicada a los primeros pobladores y muestra la evolución de las formas de vida en el Montseny: prehistoria, mundo íbero, romanización y Edad Media. El visitante hace un recorrido por la historia donde se va encontrando objetos representativos (algunos originales, otras reproducciones). Dedica una sala al castillo de Montsoriu (siglo XIV) con una selección de materiales recuperados durante las intervenciones arqueológicas. Una gran maqueta de la fortificación preside el espacio.

La primera planta se centra en la sociedad tradicional de autoabastecimiento, que se basaba en la agricultura, la ganadería y la explotación forestal y estaba estructurada alrededor de los cortijos, pilar económico del siglo XIX en el Montseny, hasta la industrialización. Precisamente, la última planta del museo está dedicada a los cambios que produjo la llegada de la industria en la zona. Dentro de las colecciones del museo cabe destacar las muestras de oficios artesanales y de la primera industrialización.
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Ubicado estratégicamente en la cima de la montaña de Montjuïc, el castillo bautizado con el mismo nombre es una construcción defensiva imponente que responde al modelo de fortificaciones en forma de estrella. Su aspecto actual se debe a la reforma de las antiguas instalaciones realizada por el ingeniero militar Juan Martín Cermeño durante el siglo XVIII.

Más allá de su arquitectura, el castillo de Montjuïc ha sido escenario de numerosos episodios sangrientos y represivos a lo largo de sus 400 años de historia. Actualmente, el recinto es propiedad de la ciudad y se ha convertido en un símbolo de Barcelona.

Los orígenes del castillo se remontan a 1640, en plena Guerra dels Segadors, cuando se levantó un pequeño fortín en torno a una antigua torre de vigilancia. Era el inicio de la militarización de la montaña, que ha marcado su historia hasta mediados del siglo XX.

Esta pequeña fortificación inicial fue reformada y modernizada en profundidad por Juan Martín Cermeño. Terminada la Guerra de Sucesión (1701-1714), el castillo pasaba a titularidad monárquica y se establecía una guarnición permanente. Junto con la Ciutadella, Montjuïc se convertía en el guardián de la ciudad de Barcelona.

La intervención supuso el derribo del fortín original y la construcción de los nuevos edificios sobre una planta trapezoidal irregular adaptada a la topografía de la montaña, con cuatro baluartes en los extremos y un camino cubierto perimetral. Cermeño terminó de "modernizar" las instalaciones dotándolas de servicios, cisternas y ordenó también la construcción del foso.

A lo largo del siglo XIX el castillo volvió a tener protagonismo militar como represor de los movimientos insurreccionales en la ciudad. Hasta 3 veces se bombardeó Barcelona desde la fortaleza (1842, 1843 y 1856), que se utilizó para encarcelar sindicalistas, anarquistas y revolucionarios, igual que durante la Semana Trágica de 1909. Con la Guerra Civil Española el espacio tuvo los mismos usos en manos del gobierno republicano. Posteriormente, el castillo se convirtió en lugar conmemorativo de los vencedores de la guerra, prisión militar y escenario de consejos de guerra (el de mayor trascendencia política fue el fusilamiento del presidente Lluís Companys).

Se convirtió en museo militar en 1963. Finalmente el castillo pasó a titularidad municipal en 2007, cerrando definitivamente las puertas del museo y recuperando el espacio para la ciudad.
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En el siglo XVII la familia Papiol se estableció en Vilanova de Cubelles, la actual Vilanova i la Geltrú. Su poder y propiedades aumentaron hasta convertirse en una de las familias más influyentes del momento. La manera de demostrar esta posición social fue construir una mansión de 5 plantas en plena calle Major, hecho que pocas familias podían permitirse.

La casa se empezó a construir en 1790 por orden de Francesc de Papiol i Padró y se necesitaron 11 años para terminarla. Una austera fachada neoclásica ocultaba unos opulentos salones que reunieron la alta sociedad local hasta los años cincuenta. En 1961 se abrió al público como Museo Romántico, siguiendo los pasos del de Can Llopis de Sitges. Mantenía la estructura, la distribución y la decoración originales.

La planta noble, residencia principal de la familia, responde a un refinado gusto decimonónico donde destacan las grisallas de las paredes. Durante la visita se puede ver la sala de música, la de billar, y muy especialmente el gran salón de baile, donde la familia recibía a los invitados. El circuito también pasa por las habitaciones privadas del señor de la casa, los baños y los tocadores. La casa cuenta también con una pequeña capilla privada de estilo neoclásico y una biblioteca de cerca de 6.000 volúmenes datados entre el siglo XVI y XIX.

La mansión se divide en dos zonas más: la del servicio (que incluye cocina, panadería y despensa) y la de las tareas del campo (granero, bodega y establo). En la parte posterior de la residencia hay un jardín romántico que acoge algunos carruajes y bicicletas de la época.
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La família Llopis se dedicaba al cultivo de vides. De hecho, su bodega elaboraba la Malvasia Llopis, un vino dulce característico de la villa de Sitges. El último miembro de la estirpe, el diplomático Manuel Llopis i Casades, dejó la casa familiar en testamento a la   Generalitat de Catalunya incluyendo el mobiliario y otros objetos, con el encargo de instalar un museo romántico. Así fue. El Museo Romántico Can Llopis abrió sus puertas en 1949.

El edificio es una casa construida a finales del siglo XVIII de estilo neoclásico con formas sobrias y elegantes. El interior refleja cómo vivía una familia burguesa durante el siglo XIX, viajando desde los gustos más aristocráticos de principios de siglo al esplendor del romanticismo. Esta evolución también se aprecia en detalles como la iluminación, que combina las arañas de velas con el alumbrado de gas.

El museo cuenta con una serie de dioramas, que ilustran la vida cotidiana y las tradiciones populares en el siglo XIX. También custodia la colección de muñecas y juguetes de la artista Lola Anglada formada por más de 400 piezas de los siglos XVIII y XIX. Antes de irse, el visitante no puede perderse el carruaje para 14 personas y la colección de velocípedos.
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¿Cómo fue el proceso de industrialización alrededor del río Ter, uno de los polos de la Revolución Industrial en Cataluña? ¿Cómo conviven el paisaje y la actividad humana? El Museo del Ter, que forma parte del Sistema Territorial del mNACTEC, nació en Manlleu en 2004 precisamente para poner en valor el patrimonio industrial y natural de la cuenca media del río Ter.

La sede del Museo del Ter es Can Sanglas, una antigua fábrica de hilatura de algodón, situada en el último tramo del canal industrial de Manlleu. Data del año 1841 y es una de las muestras más antiguas de las fábricas que se instalaban al borde de los canales para aprovechar la energía hidráulica.

Gracias a la primera de las exposiciones permanentes, La fàbrica de riu, Can Sanglas vuelve a su época de actividad fabril. Esta exposición destaca los aspectos históricos del proceso de industrialización en el Ter medio: desde el trabajo manufacturero hasta la mecanización. Varias máquinas experimentales ayudan a entender cómo ha evolucionado históricamente el proceso de transformación del algodón en hilo.

Durante el recorrido nos encontramos los dos espacios energéticos de los que disponía Can Sanglas para aprovechar la energía hidráulica: la turbina Francis, que permite comprobar cómo se generaba la electricidad, y la turbina Fontaine, uno de los primeros motores hidráulicos instalados en el Ter. ¡Incluso se puede ver cómo el sistema mecánico pone en marcha las máquinas de hilatura!
Este primer tramo del recorrido enlaza con la segunda de las exposiciones permanentes, La societat industrial, que muestra los cambios sociales producidos por la industrialización.

Finalmente, la exposición Els rius mediterranis hace un recorrido por los paisajes, la hidrología, la ecología, el patrimonio natural, los aspectos socio-ambientales y la gestión sostenible de los cursos fluviales mediterráneos. Y es que el Museo del Ter acoge también el Centre d’Estudis dels Rius Mediterranis (CERM)  dedicado a la educación y a la sensibilización ambiental.
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El Museo del Suro, ubicado en Palafrugell, interpreta y pone en valor el patrimonio al entorno del mundo del corcho en Catalunya, tanto antes como después de la industrialización

Más allá de la importancia de la vertiente industrial (la manufactura corcho-tapera se consolidó durante el siglo XIX y tuvo un gran impacto en las comarcas del Alt y el Baix Empordà), el museo pone de relieve aspectos como la configuración de un paisaje, de unas formas de vida formas de vida y de una identidad alrededor de este producto. En el centro se explica el proceso de producción corchera artesanal e industrial, desde el entorno ecológico, la pela del corcho, el transporte, la manufactura de tapones y su comercialización.

La antigua fábrica de Can Mario, símbolo de la potencia del sector corchero catalán, es actualmente la sede del Museo. Con paredes de sillares, decoración de ladrillo, cerámica esmaltada y hierro forjado, este edificio de estilo modernista acoge los espacios de la exposición permanente, las muestras temporales, los talleres y un auditorio con capacidad para un centenar de personas.
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No se puede entender la villa pallaresa de Gerri sin lo que ha sido su motor económico desde la Edad Media, la sal. Las salinas, las más importantes que ha habido históricamente en Cataluña, han dado una fisonomía característica al pueblo, que se completa con el Real Alfolí de Gerri o Casa de la Sal y el monasterio de Santa María, una de las joyas del románico que se conservan en los Pirineos.

El alfolí y las salinas son las dos estructuras básicas utilizadas desde la edad media para extraer y tratar la sal en Gerri. A un lado del Noguera Pallaresa, entre el río y el pueblo, las salinas son estructuras de planta irregular, hechas con muros de piedra de diferentes formas y revestidas de barro, donde se conducía el agua de una fuente salada cercana al pueblo. Una vez parada en estas balsas, sólo había que esperar a que el calor evaporara el agua (proceso conocido también como "mina Ofita") y recoger la sal depositada en unas superficies planas de piedra enmarcadas con tablones de madera.

El alfolí era el almacén de esta preciada sustancia, un edificio de planta rectangular con tres niveles que actualmente acoge la musealización de todo el proceso industrial. Ubicado en la plaza Major de Gerri, se trata del edificio civil más grande en planta de todo el Pallars.

Finalizada la explotación salina ya bien entrado el siglo XX, actualmente el alfolí y las salinas permiten al visitante conocer el proceso de producción, transformación, almacenamiento y comercialización del oro blanco, la sal.
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La Farga Palau de Ripoll, documentada desde 1626 y en funcionamiento hasta 1978, es un valioso testimonio de una industria histórica en nuestro país: la forja catalana. Ubicada en la orilla del río Freser, se puede ver restaurada la estructura que la ha mantenido en funcionamiento a lo largo de cuatro siglos.

La fragua ocupa una planta baja donde se conservan las trompas de agua, los martinetes de fraguar (singulares por estar hechos con cojinetes metálicos, mango de olmo y mazo de acero), la carbonera, el horno, donde se reducía la especie, y la fragua. La parte industrial se completa en el exterior con la rueda hidráulica, la acequia y la balsa. Todos ellos son los elementos esenciales de la forja catalana o «procedimiento catalán»; un tipo de forja que conseguía manufacturar un producto de gran calidad.

Ripoll fue el gran centro metalúrgico de Cataluña gracias a la elaboración de las dos manufacturas más prestigiosas de la forja catalana: las armas de fuego portátiles y las llaves.

Con la introducción de nuevas técnicas industriales muchas fraguas dedicadas al hierro quedaron obsoletas y, para subsistir, se dedicaron a trabajar el cobre. Es el caso de la Farga Palau, la única de Cataluña que elaboraba piezas de cobre hasta la segunda mitad del siglo XX. La fragua cerró definitivamente en 1978 y en 1997 se integró, como sección, dentro del Sistema Territorial del Museu de la Ciència i de la Tècnica de Catalunya (mNACTEC).