Trabajo en equipo, esfuerzo y espíritu de superación. Estos son los valores que encarnan los Castells, una práctica cultural con más de 200 años de historia y declarada en 2010 Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
Los datos más antiguos de estas torres humanas se remontan al siglo XVIII: las torres formadas por dos o tres personas eran la culminación del Baile de Valencianos, propio de las fiestas mayores de las comarcas de Tarragona. Cuando estas construcciones se independizaron del resto del baile nacieron los Castells como exhibición con carácter propio.
Su popularidad ha vivido diferentes etapas. Tras consolidarse en el siglo XIX, con castillos de hasta nueve pisos de altura, su práctica decayó a inicios del siglo XX, y resurgió durante la década de los 60.
La época dorada de los Castells se produjo a partir de los años 90 y hasta la actualidad. Han contribuido a ello la creación de nuevas "colles" de perfil joven y multicultural, el logro de nuevas y espectaculares construcciones, y la retransmisión de las exhibiciones de Castells por televisión.
Actualmente se contabilizan cerca de 100 "colles" y más de 12.000 "castellers", superando los 16.000 castillos levantados cada año.
Durante la Semana de Corpus la capital de El Berguedà se transforma con la celebración de La Patum, una fiesta popular única en Cataluña que se ha mantenido prácticamente sin interrupción desde el siglo XV.
El origen de esta tradición, que en 2005 fue inscrita por la UNESCO en la Lista del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, se remonta a los entremeses, representaciones parateatrales que formaban parte de las procesiones medievales del Corpus.
Los días centrales de la celebración son el jueves y el domingo. Durante el mediodía La Patum es más reposada y solemne, mientras que por la noche es más festiva y participativa. Los principales personajes y momentos de la fiesta son el tambor, los turcos y caballitos, las mazas, la guita, el águila, los enanos viejos, los gigantes, los enanos nuevos, los plens (diablos) y el tirabol (comparsa final).
El momento culminante de La Patum son los plens, que convierten la plaza Mayor de Berga en un infierno de fuego. Los principales protagonistas de la fiesta bailan siguiendo el ritmo del tambor y de la música que Joaquim Serra compuso a finales del siglo XIX.
Pan, vino y aceite. La esencia de la dieta mediterránea, compartida por íberos, celtas, griegos, romanos, bárbaros y árabes se basa en este tridente. Una combinación de alimentos sencilla, variada y equilibrada que a lo largo de los siglos, y sin perder la identidad propia, se ha ido enriqueciendo con la aportación y el mestizaje de culturas milenarias.
Así, desde Oriente Próximo y Medio llegaron los cereales, las legumbres y muchas frutas y verduras como la zanahoria, la cebolla o la manzana. Desde Europa, la col o los espárragos. Del Lejano Oriente, los garbanzos o la berenjena. Del Sudeste asiático y Oceanía, el arroz, la pimienta o la caña de azúcar. De África , el melón. De América, la patata o el tomate.
La existencia de esta alimentación se debe, en buena parte, a las características del territorio, seco y accidentado de la cuenca del Mediterráneo, donde el olivo, la vid y los cereales se adaptan a la perfección. Huertas y pequeños bosques complementan el paisaje, junto con un clima cálido.
Desde 2010 la dieta mediterránea es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Una de las motivaciones de la candidatura, presentada conjuntamente por España, Grecia, Italia y Marruecos, era proteger este saludable modelo alimentario frente a los cambios socioculturales fruto de la globalización.
En la orilla este del Lago de Banyoles, entre el paraje de Els Desmais y La Caseta de Fusta y siguiendo el paseo ajardinado, destacan unas construcciones singulares: las pesquerías.
La construcción de estas plataformas de pesca se inició en el siglo XIX y duró hasta 1931, cuando el Ayuntamiento prohibió edificar más. Originalmente eran sencillas y fueron sofisticándose con el paso del tiempo. De la forma funcional se pasó a grandes estructuras más anchas con capacidad para más barcas, símbolo de prestigio social y económico.
Como consecuencia del auge de la burguesía catalana y la práctica de deportes acuáticos, las pesqueras fueron objeto de reformas a lo largo de todo el siglo XX, tanto para aumentar la capacidad de almacenamiento, como para alojarse en ellas.
Actualmente sólo pueden verse desde el exterior ya que son de titularidad privada.
En plena Edad Media, el pueblo compagina las prácticas cristianas con rituales de origen pagano. Como reacción, nace la festividad del Corpus Christi, una nueva celebración en honor al Santísimo Sacramento que con el tiempo perderá parte del carácter religioso y se convertirá en un acontecimiento social y festivo.
Las primeras celebraciones del Corpus en Cataluña son las de Barcelona (1320), Manresa (1322), Vic (1.330), Tortosa (1330), Solsona (1331) y Bagà (1333). La fiesta se centra en la procesión, con el desfile triunfal del Santísimo Sacramento por las calles y plazas de pueblos y ciudades.
La jerarquía y el protocolo, vitales en la organización del Corpus institucional, conviven con los entremeses. La cristianización de elementos paganos busca moralizar y educar a los que observan el cortejo, pero el carácter lúdico se acaba imponiendo al aleccionador. Esto facilita la aparición de los "bullicios" del Santísimo Sacramento, origen de La Patum de Berga.
Otros elementos característicos del Corpus son L’ou como Balla, un huevo vacío que se eleva como por arte de magia en el manantial de agua de una fuente, y las alfombras de flores, obras de arte efímeras pisadas por la procesión que perviven todavía en municipios como Sitges, Arbúcies o La Garriga.