Familias | Page 8 | Patrimonio Cultural. Generalitat de Cataluña.

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El Molino de las Tres Eres formaba parte de una cadena de tres molinos hidráulicos de harina que funcionaron en Cambrils desde el siglo XIV hasta finales del siglo XIX. Después de utilizarse para usos diversos y de años de abandono, finalmente el antiguo molino de harina se convirtió en la sede del Museo de Historia de Cambrils. Actualmente acoge dos exposiciones permanentes que explican el desarrollo del municipio.

La muestra de arqueología "Cambrils: los orígenes" hace un recorrido histórico que va desde la prehistoria hasta la baja romanidad, a través de los objetos neolíticos, ibéricos y romanos que provienen de los diferentes yacimientos del municipio. En especial, la Villa Romana de la Llosa. Destacan un candelabro con la representación del dios Baco adolescente y una lámpara decorada con una máscara, ambos del siglo I dC.

Una vez terminada la rehabilitación del molino, en 2001, se inauguró en la sala de muelas la exposición permanente "El Molino de las Tres Eres: testimonio vivo del pasado". En ella, el visitante puede visitar las instalaciones harineras y su maquinaria que, semanalmente, se pone en funcionamiento con una visita guiada. Tras más de 100 años, el molino no sólo vuelve a moler trigo y hacer harina, sino que es un ejemplo vivo de patrimonio preindustrial.
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Horta de Sant Joan, el pueblo de Tierra Alta que inspira un joven Picasso marcándolo para siempre, es una villa que nace sobre un relieve accidentado en un paisaje privilegiado, entre la sierra de los Pesells y el Parque Natural de Els Ports.

Los orígenes de la población de Orta (como se conocía el municipio hasta el siglo XIX) se remontan a muchos siglos atrás. Los indicios arqueológicos hablan de un asentamiento del pueblo íbero de los ilercavones en la parte más alta del pueblo, mientras que en el conjunto montañoso de las Rocas de Benet estaba la población romana de Bene. En el siglo VIII los musulmanes conquistan la zona y los cristianos la reconquistan el siglo XII. En esta época Horta contaba con un castillo y un recinto amurallado, donde nació la villa medieval que ha llegado hasta la actualidad.

Aún se conservan los callejones estrechos y concéntricos que rodeaban el desaparecido castillo. El itinerario por el centro histórico permite contemplar varios edificios góticos (la iglesia parroquial de Sant Joan Baptista), renacentistas (el ayuntamiento, la Casa Clúa, la Casa Pitarch o la Casa del Delme) y disfrutar de magníficas vistas sobre la montaña de Santa Bárbara.

En 1898, Pablo Picasso con solo 16 años fue invitado a Horta por su compañero de estudios Manuel Pallarès para terminar de curarse de la escarlatina. Aquí comenzó una relación del artista con el municipio que le acompañó toda la vida

11 años más tarde, cuando Picasso ya era un artista consolidado, volvió a la villa con su compañera Fernanda Olicer. Fruto de esta segunda estancia son las obras cubistas como La Fàbrica o  La Bassa, donde el artista refleja las calles y los alrededores de Horta. En 1992 se creó el Centre Picasso, ubicado en el antiguo hospital del pueblo.
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¿Quieres sentirte cómo si pasearas por unos jardines ingleses, frondosos y aparentemente anárquicos? Esta es la sensación que ofrece el Parc Nou d’Olot, que abrió sus puertas en 1943, cuando la finca señorial se convirtió en parque municipal. Entre otras cosas, se puede visitar un pequeño robledal natural de roble carvallo que ha sido catalogada como arboleda monumental y tiene árboles de más de 150 años y 25 metros de altura.

Dentro del recinto del Parc Nou existen hoy una veintena de especies vegetales. Esta gran diversidad y la necesidad de preservar el robledal de roble carvallo llevaron a la creación del Jardín Botánico de Vegetación Natural Olotina en 1986. El conjunto permite observar la complejidad de la vida del bosque húmedo. En mayo de 2005 se abrió al público el jardín de plantas medicinales de la Garrotxa.

Dentro del parque se encuentra la Torre Castanys, conocida también como Casa Sureda, un edificio modernista que acoge un centro de información del Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa y el Museu dels Volcans. Este último explica, a través de maquetas y tecnología interactiva, los fenómenos sísmicos y vulcanológicos tan importantes en la comarca, un simulador de terremotos único en Cataluña.
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Ya las domus romanas se decoraban con flores y hierbas cuando llegaba la primavera. Las fiestas de las Enramadas continúan esta tradición, cubriendo las calles con alfombras de flores para celebrar el Corpus. Una de las fiestas de las Enramadas más destacadas es la de Arbúcies, que aparece documentada en el siglo XVI y fue declarada Fiesta Tradicional de Interés Nacional en 1999. Se celebra durante la octava de Corpus.

En un inicio, se ponían ramas ante las casas, que permitían cubrir toda la calle de guirnaldas hechas con hojas y flores. De ahí el nombre de "enramadas". Hoy en día, las ramas y guirnaldas han sido sustituidas por banderitas de papel y de plástico. Lo que sí ha perdurado son las alfombras de flores que servían para ornamentar las calles por donde pasaba la solemne procesión de Corpus. Durante la vigilia mujeres y niños cosechaban flores del bosque y se esparcían el día de Corpus. En la posguerra (1947) se empiezan a hacer dibujos y filigranas con los pétalos de las flores.

Hasta el siglo pasado, las Enramadas de Arbúcies tuvieron un marcado acento religioso. La procesión, encabezada por el paso del Santísimo Sacramento, era el elemento básico de la celebración tradicional. A partir de 1977 se sustituye por un pasacalles con gigantes, grallers, carrozas y otros elementos festivos. El acto principal de la celebración laica es la danza que cada barrio hace en el enclave más representativo.
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Desde descubrir los murciélagos hasta explorar la Vía Láctea. El Museo de Ciencias Naturales de Granollers trabaja para la conservación, estudio y difusión científica en materias muy diversas: la paleontología, la geología, la botánica, la meteorología y, especialmente, la zoología. Precisamente una de las colecciones más importantes que conserva es la de mariposas de todo el mundo y la de escarabajos tropicales.

El visitante puede descubrir en la exposición permanente fósiles procedentes del yacimiento Triásico del Montseny (de 250 millones de años), muestras de las explotaciones mineras de Gualba, Matagalls y Vallcarca o un herbario de líquenes.

La sede del Museo desde 1987 es una antigua torre modernista llamada la Tela, o casa Pius Anfres, a la que en 2012 se anexó un nuevo edificio de más de 2.000 metros cuadrados, convirtiéndose en uno de los principales museos de ciencias naturales de España. El jardín que rodea el conjunto acoge una muestra de la botánica y la geología de la comarca del Vallés Oriental.

En las nuevas instalaciones hay un espacio reservado para el firmamento. Es el planetario, con una cúpula de 6 metros de diámetro. ¡Se puede llegar a ver proyectado el cielo de épocas pasadas y futuras!

Además de estos equipamientos, el museo gestiona el Aula de Naturaleza de Can Cabanyes, en la Reserva Natural de Can Cabanyes, y la Estación Meteorológica de Granollers, el Puig de les Forques.

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La visita al Museo de Historia de Girona comienza observando su edificio. Es un casal gótico (siglo XV) propiedad de la familia Cartellà que se convirtió en el convento capuchino de San Antonio en el siglo XVIII. De esta época se conserva el cementerio, la cisterna y el claustro. A finales del siglo XIX se adaptó como instituto y, finalmente, se transformó en museo en 1981. Además, acoge los restos de la muralla de la antigua Gerunda y una parte del recinto de la Judería medieval.

Todo un viaje por la historia de Girona que ya anuncia lo que encontrará expuesto el visitante en su interior: un recorrido cronológico por la Girona romana, la medieval, la moderna y la contemporánea que se completa con diversos ámbitos de tradiciones catalanas como el de la copla y la sardana.

Entre las piezas destacadas se encuentra el fragmento del mosaico pavimental de Can Pau Birol del 300 dC, la escultura de bronce del Ángel de la Catedral de Girona realizada en 1764 por Ramon Salvatella, las obras modernistas y novecentistas los escultores Fidel Aguilar y Ricard Guinó o los carteles de actos políticos de la Transición en Girona, entre otros.

El museo gestiona también el refugio antiaéreo del Jardí de la Infància, de la Guerra Civil, y el establecimiento modernista de la Agencia Gómez.
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Una de las consecuencias de la Revolución Francesa fue el nacimiento nacionalismos en Europa. Cataluña no se quedó al margen y a mediados del siglo XIX apareció la Renaixença, un movimiento cultural que tenía el objetivo de hacer del catalán una lengua literaria y de cultura a la vez que exaltaba la historia de Cataluña y la idea de patria.

En este contexto, nació en 1890 en Barcelona el Centre Excursionista de Catalunya. El objetivo fundacional era "fomentar las excursiones por nuestra tierra para hacer que sea conocida y amada, y también publicar los trabajos resultantes de estas excursiones, crear una biblioteca y archivo". Qué mejor manera de documentar las salidas, a finales del siglo XIX, que a través de la fotografía.

El Centre Excursionista recogió tal cantidad de material gráfico que tuvo que crear el Archivo Fotográfico en la calle Paradís de Barcelona. Actualmente custodia más de 100 fondos (400.000 imágenes) procedentes de donaciones particulares y legados. Las temáticas son variadas: paisajes de Cataluña y actividades montañosas, arqueología, espeleología, náutica, ciclismo, boxeo... El conjunto es un importante legado histórico de la Cataluña de los siglos XIX y XX.

Paralelamente, el Archivo muestra la evolución técnica de la fotografía. Encontramos colodiones en vidrio de la década de 1860, placas de gelatinobromuro de plata de finales del siglo XIX, nitratos, placas estereoscópicas y autocromos. También se conservan utensilios fotográficos históricos como cámaras, trípodes, instrumentos de laboratorio o fotómetros.
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La criba (garbella, en catalán) era un antiguo impuesto que se cobraba sobre ciertos artículos de primera necesidad y, por extensión, también se utilizaba para designar los almacenes donde se guardaban estos productos. La Garbella es precisamente como se conoce la masía del siglo XVIII, en el centro de Arbúcies, donde se encuentra el Museo Etnológico del Montseny (MEMGA) en la Gabella, un nombre que marca un pasado histórico vinculado a las personas y al territorio. El MEMGA, inaugurado en 1985, se dedica a la conservación, difusión, investigación y exposición del patrimonio cultural del macizo del Montseny.

La visita a las instalaciones pasa por tres espacios. La planta baja está dedicada a los primeros pobladores y muestra la evolución de las formas de vida en el Montseny: prehistoria, mundo íbero, romanización y Edad Media. El visitante hace un recorrido por la historia donde se va encontrando objetos representativos (algunos originales, otras reproducciones). Dedica una sala al castillo de Montsoriu (siglo XIV) con una selección de materiales recuperados durante las intervenciones arqueológicas. Una gran maqueta de la fortificación preside el espacio.

La primera planta se centra en la sociedad tradicional de autoabastecimiento, que se basaba en la agricultura, la ganadería y la explotación forestal y estaba estructurada alrededor de los cortijos, pilar económico del siglo XIX en el Montseny, hasta la industrialización. Precisamente, la última planta del museo está dedicada a los cambios que produjo la llegada de la industria en la zona. Dentro de las colecciones del museo cabe destacar las muestras de oficios artesanales y de la primera industrialización.
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Ubicado estratégicamente en la cima de la montaña de Montjuïc, el castillo bautizado con el mismo nombre es una construcción defensiva imponente que responde al modelo de fortificaciones en forma de estrella. Su aspecto actual se debe a la reforma de las antiguas instalaciones realizada por el ingeniero militar Juan Martín Cermeño durante el siglo XVIII.

Más allá de su arquitectura, el castillo de Montjuïc ha sido escenario de numerosos episodios sangrientos y represivos a lo largo de sus 400 años de historia. Actualmente, el recinto es propiedad de la ciudad y se ha convertido en un símbolo de Barcelona.

Los orígenes del castillo se remontan a 1640, en plena Guerra dels Segadors, cuando se levantó un pequeño fortín en torno a una antigua torre de vigilancia. Era el inicio de la militarización de la montaña, que ha marcado su historia hasta mediados del siglo XX.

Esta pequeña fortificación inicial fue reformada y modernizada en profundidad por Juan Martín Cermeño. Terminada la Guerra de Sucesión (1701-1714), el castillo pasaba a titularidad monárquica y se establecía una guarnición permanente. Junto con la Ciutadella, Montjuïc se convertía en el guardián de la ciudad de Barcelona.

La intervención supuso el derribo del fortín original y la construcción de los nuevos edificios sobre una planta trapezoidal irregular adaptada a la topografía de la montaña, con cuatro baluartes en los extremos y un camino cubierto perimetral. Cermeño terminó de "modernizar" las instalaciones dotándolas de servicios, cisternas y ordenó también la construcción del foso.

A lo largo del siglo XIX el castillo volvió a tener protagonismo militar como represor de los movimientos insurreccionales en la ciudad. Hasta 3 veces se bombardeó Barcelona desde la fortaleza (1842, 1843 y 1856), que se utilizó para encarcelar sindicalistas, anarquistas y revolucionarios, igual que durante la Semana Trágica de 1909. Con la Guerra Civil Española el espacio tuvo los mismos usos en manos del gobierno republicano. Posteriormente, el castillo se convirtió en lugar conmemorativo de los vencedores de la guerra, prisión militar y escenario de consejos de guerra (el de mayor trascendencia política fue el fusilamiento del presidente Lluís Companys).

Se convirtió en museo militar en 1963. Finalmente el castillo pasó a titularidad municipal en 2007, cerrando definitivamente las puertas del museo y recuperando el espacio para la ciudad.
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En el siglo XVII la familia Papiol se estableció en Vilanova de Cubelles, la actual Vilanova i la Geltrú. Su poder y propiedades aumentaron hasta convertirse en una de las familias más influyentes del momento. La manera de demostrar esta posición social fue construir una mansión de 5 plantas en plena calle Major, hecho que pocas familias podían permitirse.

La casa se empezó a construir en 1790 por orden de Francesc de Papiol i Padró y se necesitaron 11 años para terminarla. Una austera fachada neoclásica ocultaba unos opulentos salones que reunieron la alta sociedad local hasta los años cincuenta. En 1961 se abrió al público como Museo Romántico, siguiendo los pasos del de Can Llopis de Sitges. Mantenía la estructura, la distribución y la decoración originales.

La planta noble, residencia principal de la familia, responde a un refinado gusto decimonónico donde destacan las grisallas de las paredes. Durante la visita se puede ver la sala de música, la de billar, y muy especialmente el gran salón de baile, donde la familia recibía a los invitados. El circuito también pasa por las habitaciones privadas del señor de la casa, los baños y los tocadores. La casa cuenta también con una pequeña capilla privada de estilo neoclásico y una biblioteca de cerca de 6.000 volúmenes datados entre el siglo XVI y XIX.

La mansión se divide en dos zonas más: la del servicio (que incluye cocina, panadería y despensa) y la de las tareas del campo (granero, bodega y establo). En la parte posterior de la residencia hay un jardín romántico que acoge algunos carruajes y bicicletas de la época.