Familias | Page 9 | Patrimonio Cultural. Generalitat de Cataluña.

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Apéndice natural de La Rambla, la Reial es una de las plazas más emblemáticas de Barcelona. Levantada a mediados del siglo XIX para esponjar el Barrio Gótico, se trata de un espacio claro, limpio y diáfano que se hace un hueco entre la alta densidad de edificios del casco antiguo de la ciudad.

Francesc Daniel Molina es el autor del proyecto arquitectónico, inspirado en el estilo de las plazas neoclásicas francesas del siglo XVII. La construcción comenzó en 1848 en un espacio anteriormente ocupado por un convento capuchino. La plaza quedó rodeada por un conjunto de edificios idénticos que se elevaban sobre arcos de medio punto: encima, dos pisos principales enmarcados por un orden gigante de pilastras corintias; el 3º y último piso retirado hacia dentro, formando un ático y rematado por una cornisa con balaustrada.
Los pórticos y las fachadas están decorados con motivos de terracota helenizantes, bustos de navegantes, escudos sostenidos por niños indios y bustos de exploradores americanos, siguiendo las directrices del neoclasicismo en una época en la que España ya había perdido todas las colonias americanas continentales. Bajo los arcos se sitúan los comercios, en un espacio que queda resguardado gracias a los porches con bóveda catalana.

El centro de la plaza está presidido por la fuente de las Tres Gràcies, un conjunto de hierro fundido estándar fabricado en los talleres Durenne de París, rodeado por dos farolas de 6 brazos, obra temprana de Antoni Gaudí. En el centro de la plaza y colocadas de forma irregular, destacan las emblemáticas palmeras de diferentes alturas. Estos últimos elementos dan a la Plaça Reial su fisonomía característica.

Pensada originalmente para la burguesía de la época, la Plaça Reial ha sido a lo largo de su historia uno de los epicentros de la bohemia canalla de Barcelona.
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Algunos expertos apuestan por el topónimo Aquis Voconis. Otros dicen que se llamaba Aquae Calidae. Lo cierto es que la actual Caldes de Malavella fue una importante estación termal con la romanización en el siglo I dC. Situada cerca de la Vía Augusta, muchos viajeros paraban para descansar y beneficiarse de las propiedades curativas de sus aguas calientes (salen a 60° C). A partir de ahí. se generó el núcleo urbano.

Como testigo de este momento, se conservan los restos de las antiguas termas romanas que se empezaron a excavar el 1897 a 1902. El conjunto está formado por una piscina central rodeada de habitáculos destinados a tratamientos curativos. Hay tres espacios en la parte trasera, como si fueran bañeras, donde se aplicaban los aceites.

El yacimiento está muy bien conservado. ¡Aún se pueden observar los mecanismos de funcionamiento de agua casi intactos! Durante las excavaciones se han encontrado objetos como una cabeza de perro realizada en bronce o monedas de varios períodos que se pueden ver en el Museu de Arqueología de Catalunya-Girona.
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Los romanos se dieron cuenta rápidamente de los beneficios de las aguas calientes que brotaban de manera natural en lo que ahora es Caldes de Montbui. Por eso, fundaron una estación balnearia de la que queda un testimonio excepcional: las termas situadas justo en el centro de la villa actual. Son las mejor conservadas de la península Ibérica.

La parte restaurada - donde se puede ver una piscina de 13,5 por 5,9 metros hecha con opus signium cubierta por una vuelta – es sólo una de las alas de un gran establecimiento termal construido en la época del Imperio. A su alrededor se fue desarrollando el núcleo urbano de Aquae Calidae (aunque hay controversia sobre si este topónimo corresponde al actual Caldes de Montbui o a Caldes de Malavella) que fue bastante importante en el siglo I dC. También se encontraron restos de villas diseminadas en las afueras.

Después de los romanos, el núcleo urbano de Caldes entró en decadencia, aunque persistió durante la época visigótica. La actividad termal se recuperó en el siglo XIX, cuando Caldes de Montbui se convirtió en la segunda estación balnearia de España.
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Fundada hacia el año 80-70 aC sobre un promontorio natural, la antigua Iluro (actual Mataró) fue una de las principales ciudades romanas del momento, actuando como centro organizador de un amplio territorio (casi toda la comarca del Maresme). Hoy en día, la mayoría de restos arqueológicos se conservan bajo el casco histórico de Mataró y conforman uno de los yacimientos más importantes de época romana de Cataluña.

Tramos de la muralla y partes del foro, de varios edificios públicos, de las necrópolis urbanas y suburbanas, calles, casas, una gran cisterna, el mercado, alcantarillas y canalizaciones son los principales restos documentados de esta ciudad que llegó a tener unas 6 hectáreas de extensión. Una pequeña parte de estos vestigios se pueden ver actualmente en la superficie, dentro de diferentes edificios y plazas.

La importancia de la antigua Iluro se refleja en la presencia de estos destacados edificios públicos y por el hecho de poseer un sistema defensivo complejo que se utilizó hasta el siglo V dC. Durante la época del emperador Augusto la ciudad vivió su momento de máximo esplendor y obtuvo el estatuto jurídico de municipum. Las diferentes domus de la ciudad también dan testimonio de este pasado próspero: la Vil·la dels Caputxins, la de los Dofins y, sobre todo, la de Torre Lauder son las más destacadas.

Esta última estaba ubicada en las afueras de la ciudad, junto a la Vía Augusta. Se conservan restos del área residencial (pars urbana), y de la zona reservada a la explotación agrícola. Como es habitual, las estancias de la mansión señorial se encontraban distribuidas alrededor del atrio o recibidor y en la parte central estaba el impluvium, espacio utilizado como almacén del agua. Equipada con baños termales, la villa, en buen estado de conservación, está decorada con ricos mosaicos de motivos geométricos y vegetales.
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Cuando se urbanizaba el cercado de la Torre en Badalona en 1954 se hizo un hallazgo excepcional: los restos de las termas de la ciudad romana de Baetulo en un excelente estado de conservación. Para preservarlas, se construyó por encima el Museo de Badalona, ​​que se inauguraba en 1966.

Desde la remodelación de 2010, bajar al subsuelo del Museo de Badalona es acceder a un yacimiento de 3.400 m2 con los vestigios de la ciudad romana. Además de las termas, se pueden ver restos del cardo maximus y del decumanus maximus (con las correspondientes cloacas), de varias tiendas (tabernae) y de tres conjuntos de viviendas (insulae). Se trata de uno de los conjuntos arqueológicos de época romana más importantes y mejor conservados de Cataluña.

La exposición permanente del Museo explica los primeros hábitats documentadoss en Badalona - prehistoria, edad del hierro y cultura ibérica -, pero destacan sobre todo las piezas referentes a Baetulo, entre las que encontramos los quicios de la puerta de la ciudad, el Vaso de las Naves o el retrato de Agripina.

La colección cuenta con un documento epigráfico de gran valor, la Tabula Hospitalis, una mesa de bronce que transcribe un pacto de hospitalidad del año 98 dC entre los baetulonenses y Quinto Licinio Silvano Graniano, patrón de la ciudad. La otra joya de la exposición es la Venus de Badalona, ​​una de las representaciones femeninas más importantes de Cataluña. Estas piezas volvieron a Badalona en 1980, después de que fueran expoliadas durante la Guerra Civil.

Aparte del edificio principal, el Museo cuenta con diferentes subsedes: los yacimientos romanos museizados de la Casa dels Dofins y el Jardín de Quinto Licinio, el Turó d’en Boscà (poblado ibérico amurallado), y la masía de Can Miravitges (casa señorial agrícola del siglo XVIII).
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En 1882, cuando se derribó el castillo románico de los Montcada en el núcleo antiguo de Vic, aparecieron entra la runa los restos de un templo romano. Era el antiguo templo romano de Ausa y estaba conservado en magníficas condiciones. El edificio data del siglo II, después de la conquista romana de Hispania. Su reconstrucción duró 77 años (1882-1959), pero actualmente es uno de los dos únicos templos romanos en toda España que se conservan prácticamente completos.

El templo, construido sobre un podio, consta de una cela y un atrio con 8 columnas. Se encontraron casi íntegras dos de las paredes de la cela. Un capitel, un trozo de fuste de columna y los fragmentos originales del frontón localizados entre la runa permitieron reconstruir el exterior del monumento.

El castillo que ocupaba el espacio del templo fue construido en el 897 por Guifré el Pilós y a partir del siglo XI fue propiedad y residencia de la familia de los Montcada que reaprovechó las cuatro paredes del templo para construir el patio central del castillo. Después se utilizó el edificio como residencia del veguer, sede de la curia real, granero de la ciudad y, finalmente, prisión y cantera. En el siglo XIX había perdido por completo su aspecto de fortaleza y se había convertido en un caserón ruinoso. Actualmente aún se conservan partes de las vueltas y paredes del castillo en los sectores norte y poniente.
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En la Plaça Gran de Granollers, sobre una plataforma de piedras, se levantan quince columnas cubiertas por un tejado de cuatro vertientes con las aristas cubiertas de tejas esmaltadas verdes. El que es el monumento más emblemático de Granollers fue construido entre 1586 y 1587 como una lonja de grano. Hoy se ha convertido en el centro neurálgico de la ciudad.

El proyecto inicial se atribuye al maestro de obras Bartomeu Bruflat y costó 520 libras barcelonesas, según el contracto con la universidad granollerense. Al inicio se utilizó durante el mercado agrícola para cubrir el trigo que se vendía. En 1872 se rodeó con unas rejas y se construyeron paradas en el interior. Hizo su función de mercado general hasta que en 1938 un bombardeo de la aviación franquista dejó la Porxada muy deteriorada. Cuando terminó la guerra en 1939 se reconstruyó sin las rejas ni las paradas, dejando las columnas a la vista como cuando se concibió.

En la esquina sur-occidental de la Porxada, justo delante del ayuntamiento de Granollers, encontramos la Pedra de l’Encant, un bloque de gres rojo que seguramente servía para hacer los encantes públicos (subastas) de productos agrícolas y ganaderos. La leyenda dice que esta piedra la arrastró una riada hasta la Porxada y que estará allí hasta que otra riada se la vuelva a llevar.
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El Museu de les Mines de Cercs es un museo dedicado al carbón y a las estrechas relaciones entre este combustible fósil y el entorno geológico, paisajístico, económico y humano del Alt Berguedà.

El espacio más emblemático es la mina Sant Romà, donde un tren minero nos lleva galería adentro para descubrir cómo era el trabajo y la extracción de carbón en el sitio original. En el museo también puede visitarse la exposición permanente, dividida en dos ámbitos: el del carbón y su explotación, y el de la vida cotidiana a la colonia minera de Sant Corneli. La visita se complementa con la proyección de un audiovisual y la visita de una vivienda minera, tal y como era en los años cuarenta del siglo pasado.

El programa didáctico consta de visitas a todos los espacios y de talleres educativos que se pueden desarrollar en el entorno más inmediato del museo. Son actividades relacionadas con la historia social y técnica de la industrialización y, también con el patrimonio paleontológico y la transformación paisajística de la comarca.


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En Cataluña, el gótico duró más tiempo que en otras regiones vecinas. Por tanto, las muestras de arquitectura renacentista son más bien escasas. Uno de los primeros edificos de este estilo que se conservan en Cataluña es el Ayuntamiento de Arnes (Terra Alta). La prueba está en el friso de las seis ventanas principales donde se puede leer, consecutivamente, una inscripción con la fecha de construcción “1584” y el nombre de Joan Vilabona de Queretes.

El edificio, totalmente exento, cuenta con una  entrada porticada. El primer piso está delimitado por las seis ventanas con lindes y medias columnas jónicas adosadas, donde mejor se puede ver la influencia renacentista. Finalmente cierra el conjunto un segundo piso con una galería corrida, actualmente cegada. A pesar de su austeridad, destacamos algunos detalles como las gárgolas o el escudo de armes en una dovela de la puerta central.

El interior está modificado, pero ya no quedaba nada del original del siglo XVI. Desapareció en 1835, durante las guerras carlinas, cuando el edificio fue incendiado.
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Desde la historia y la etnografía a la geografía y la economía, pasando por la ecología, el Museo de las Terres de l’Ebre (Amposta) da una visión transversal del territorio del delta del Ebro. El visitante puede conocer a los ilercavones, aprender diferentes tipologías de artes de pesca e incluso ver de cerca un laúd, la embarcación fluvial más característica.

Fue creado en 2011 como una ampliación y actualización del anterior Museo Comarcal del Montsià. Ocupa el antiguo edificio modernista de las Escuelas públicas Miquel Granell, adaptado a las necesidades de un proyecto museográfico moderno y sugerente. El museo conserva y gestiona una de las colecciones más importantes de naturaleza, arqueología y etnología de las Tierras del Ebro formada por más de 35.000 objetos, donde destaca la Falcata, una espada ibérica que forma parte del conjunto de urnas y ajuares de la necrópolis ibérica de Mianes (Santa Bàrbara).

La exposición permanente "Las Tierras del Ebro: la prehistoria a la edad media" hace un recorrido por la historia de la ribera baja del Ebro, a partir de los restos arqueológicos encontrados en la zona. La segunda sala "El Ebro: camino de agua" se centra en la influencia del río más importante de la Península Ibérica en la historia e identidad colectiva y reflexiona sobre cómo será el futuro del territorio.

En la web del Museo se pueden consultar varias piezas arqueológicas en 3D.

El Museo encabeza la red "Ebro, naturaleza & cultura" que aglutina museos, centros de interpretación, yacimientos y monumentos en diferentes municipios ebrencs.