Religioso | Page 2 | Patrimonio Cultural. Generalitat de Cataluña.

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Pintura mural, sobre madera, escultura, tejidos, indumentaria, fondo documental, orfebrería, objetos para la liturgia... El fondo actual del Museo Diocesano de Urgell es un referente del arte sacro donde brilla especialmente el Beatus de Liébana , una de las dos únicas copias que hay en Cataluña de la obra que el abad Beat del monasterio de Liébana escribió a finales del siglo VIII comentando el libro del Apocalipsis.

Curiosamente el Museo nació a partir de una exposición temporal que se realizó en 1957 con las piezas del Tesoro de la Catedral. Tal fue el éxito de la muestra que la exposición se hizo permanente y la colección se fue ampliando con piezas procedentes de toda la diócesis de estilos románico, gótico, renacentista, barroco y del siglo XIX. Entre las adquisiciones hay tesoros como la Bula del papa Silvestre II.

En 1969 se habilitó la iglesia de la Piedad (anexa a la catedral de Santa Maria de la Seu d’Urgell) como sede del museo. Este espacio aporta obras propias al fondo de la colección como el retablo de la Piedad y el conjunto de la Dormición, realizadas por el escultor Jerónimo Xanxo.

Una de las obras más significativas del fondo es El retaule dels Goigs de la Verge, de Abella de la Conca. Es de Pere Serra y data del siglo XIV. Además de su valor artístico, tiene detrás una historia de ladrones de guante blanco. Fue robado en 1972 y, tras un largo periplo, se recuperó seis años más tarde en Nueva York.
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Frederic Marès, además de ser escultor, sintió desde muy joven la pasión por el coleccionismo. A lo largo de más de 80 años reunió un gran número de obras de arte (especialmente escultura) y más de 50.000 objetos. En 1944 dio sus colecciones a la ciudad de Barcelona que las exhibiría, dos años más tarde, en el Museo Frederic Marès ubicado dentro del antiguo Palacio Real de los Condes de Barcelona.

En el sótano y en las dos primeras plantas se concentra la colección de escultura hispánica: desde la antigüedad hasta el siglo XIX. Una de las joyas de la corona es el relieve L’aparició de Jesús als seus deixebles al mar, atribuido al Maestro de Cabestany, obra maestra del románico catalán procedente del monasterio de Sant Pere de Rodes. También está bien representada la escultura del Renacimiento y el Barroco castellano. En menor medida se muestran otras colecciones artísticas durante el recorrido (pintura, orfebrería, mobiliario o tejidos).

En el mismo edificio también se exponen los objetos que había ido colecciones Marès: muñecas, relojes, abanicos, pipas, naipes, daguerrotipos, botes de farmacia, soldaditos de plomo, etc. Es el espacio llamado Gabinete del coleccionista (Marès lo bautizó como Museo Sentimental). El visitante puede recorrer 17 salas, donde se acumulan miles de objetos curiosos y entrañables que reflejan la vida y las costumbres del pasado, especialmente del siglo XIX.

Finalmente, quien quiera adentrarse más en la figura de Frederic Marès puede visitar el estudio biblioteca del artista. Este espacio acoge un conjunto de obras escultóricas de Marès, que él mismo eligió para mostrarlas al público, además de una serie de objetos personales.
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Una de las colecciones de arte románico catalán más importantes de Catalunya se puede ver en el Museu Diocesà i Comarcal de Solsona, ubicado en el Palacio Episcopal. Además de visitar la época medieval, el visitante podrá hacer un viaje en el tiempo: desde la prehistoria hasta la edad contemporánea.

En la extensa sala de románico destacan, por encima de otras piezas, los elementos arquitectónicos que provienen de los claustros de la catedral de Santa María de Solsona: varios capiteles y una columna historiada por el taller del maestro Gilabert de Tolosa.

Muy destacables son también la muestra de vírgenes de los siglos XII y XIII, grandes ejemplos de pintura mural prerrománica y románica de los conjuntos de Sant Quirze de Pedret y Sant Vicenç de Rus, la pintura sobre tabla de los paneles laterales del altar de la iglesia de Sant Andreu de Sagàs, la tabla gótica con la escena de la Santa Cena de Santa Constanza de Linyà y el retablo de Sant Jaume de Frontanyà.

El Museo Diocesano de Solsona fue creado en 1896 por el obispo Ramon Riu i Cabanes. Los objetivos eran los mismos que los de los otros museos eclesiásticos como el Museo Episcopal de Vic, fundado 5 años antes: preservar el patrimonio de la diócesis y contribuir a la reconstrucción nacional impulsada por la Renaixença catalana. Todo este patrimonio peligró con el estallido de la Guerra Civil, en 1936. Por ello, parte de las obras fueron trasladadas a Ginebra y volvieron a Solsona una vez terminada la guerra. El actual museo es una herencia de la renovación que se hizo en los años ochenta.
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El nacimiento de la canónica de Santa María de Vilabertran es un símbolo del movimiento de reforma de finales del siglo XI que luchaba contra las imposiciones nobiliarias en los nombramientos eclesiásticos.

Con este posicionamiento, el clérigo Pere Rigau consiguió reunir una comunidad de sacerdotes que vivían en la casa anexa a la iglesia de Santa Maria de Vilabertran. En 1080 fundaron un monasterio que seguiría la regla de San Agustín en unas tierras donadas por familias de la zona. Hoy ésta se considera una de las primeras comunidades de clérigos agustinos de Cataluña que, además, ha dejado como legado uno de los ejemplos mejor conservados de la arquitectura canónica medieval.

El conjunto arquitectónico, construido entre los siglos XII y XIII, estaba formado inicialmente por un claustro central que comunicaba con las dependencias monacales y la iglesia. Esta es el elemento más destacado, especialmente la cruz procesional de su interior, considerada la pieza de orfebrería gótica más grande de Cataluña.

Posteriormente se amplió la canónica con la capilla funeraria de los Rocabertí (siglo XIV), el palacio abacial (siglo XV) y el patio amurallado (siglo XVIII) que recogía las dependencias externas del recinto de clausura.
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El convento de Sant Bartomeu de Bellpuig es un gran ejemplo del paso del gótico tardío al Renacimiento. Y es a la vez una muestra de cómo el individuo buscaba la trascendencia de su poder y su honor más allá de la muerte.

Ramon Folc de Cardona-Anglesola, barón de Bellpuig y virrey en Nápoles y Sicilia, quería un escenario solemne donde ubicar su mausoleo. Con este objetivo promovió en 1507 la construcción de un convento de franciscanos encima de la antigua capilla de Sant Bartomeu. Es por ello que en la decoración destaca el contraste entre la austeridad franciscana y el esplendor noble que le dio la familia mecenas.

El edificio, de planta rectangular, se organiza en torno a dos claustros. En el menor encontramos un elemento de gran valor artístico: la segunda galería, formada por diez columnas entorchadas. Cabe destacar también la escalera de caracol del campanario, la escalera principal, la sala capitular y el Mirador del Duque.

Aún así, la pieza más monumental era el mausoleo del barón de Bellpuig, ubicado inicialmente en la iglesia y que ahora se puede ver en la iglesia parroquial. Fue construido en 1524 con mármol de Carrara por el escultor napolitano Giovanni da Nola. Tiene la estructura de un arco de triunfo y está acompañado de motivos alegóricos que hacen referencia a la personalidad del difunto. Por su calidad es una de las mejores obras renacentistas de Cataluña.
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Un imponente edificio cerca del río Ebro es testigo desde el siglo XIV de la historia de Tortosa. La catedral de Santa Maria es, junto con el castillo de la Suda y los Reales Colegios, el conjunto arquitectónico más destacado de la ciudad.

En el mismo emplazamiento que ocuparon sucesivamente el foro romano, una mezquita y una catedral románica, se levanta la actual catedral de Santa Maria, que se empezó a construir en 1347 siguiendo los preceptos del gótico más clásico. Sin embargo, incluye elementos constructivos posteriores como la fachada barroca terminada en 1757.

Del conjunto destacan la nave central y el claustro, con una importante muestra de lapidario, y la capilla de la Virgen de la Cinta, de estilo barroco.

Asimismo, no se puede pasar por alto el rico patrimonio pictórico y escultórico que ha tenido la catedral de Tortosa empezando por el retablo de la Virgen de la Estrella (siglo XIV) que preside el altar mayor. Otros retablos góticos han ocupado las paredes de la basílica como el de la Virgen de los Ángeles, de Pere Serra (actualmente en el MNAC), o el de la Transfiguración, atribuido al taller de Jaume Huguet.

Este último es una de las obras estrella del Museo de la Catedral, que muestra cerca de 200 piezas del arte religioso acumulado durante nueve siglos. Se pueden ver pinturas, esculturas, tapices, objetos de orfebrería y una valiosa colección de códices.
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La ciudad de Manresa está asociada indefectiblemente a la imponente estampa de la Colegiata Basílica de Santa Maria en lo alto del Puigcardener. Conocida popularmente como la Seu, es considerada uno de los principales edificios del gótico catalán.

Su emplazamiento elevado acogió sucesivamente un poblado íbero, una fortaleza romana y un templo románico. La construcción del actual edificio se inicia en 1322 bajo la dirección del mismo arquitecto de Santa Maria del Mar, Berenguer de Montagut, y se culmina a finales del siglo XV con el gótico como estilo imperante. Sin embargo, posteriores intervenciones hacen que encontremos también elementos renacentistas, barrocos o incluso neogóticos, como la fachada del baptisterio.

Los elementos más destacados de la Seu son el impresionante rosetón de la fachada de poniente, la campana y la cripta con un gran tabernáculo de mármol y ocho medallones barrocos. Lateralmente sobresalen dos torres: la de la capilla del Santísimo y la del baptisterio, de planta octogonal.

En el interior llama la atención la colección pictórica, donde destaca el retablo del Espíritu Santo del maestro Pere Serra, uno de los más valiosos de la pintura catalana del siglo XIV.

Sobre la fachada principal del edificio se encuentra el Museo Histórico de la Seu, inaugurado en 1934, que expone una gran muestra de obras de arte sacro.
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Wifredo el Velloso fundó en 887 el monasterio de Sant Joan de Ripoll que acabó llamándose San Joan de les Abadesses (San Juan de las Abadesas). Y es que durante casi 60 años, entre los siglos IX y X, fue el único monasterio femenino de Cataluña.

La primera abadesa fue la hija de Wifredo el Velloso, Emma de Barcelona. Esta comunidad de monjas benedictinas se mantuvo hasta 1017 cuando las religiosas, acusadas de llevar una vida poco ejemplar, fueron expulsadas. Entonces el monasterio fue ocupado por una comunidad masculina de canónigos agustinos hasta el siglo XVI y luego pasó a ser regido por arciprestes hasta el siglo XIX.

El recinto monástico que podemos ver actualmente ha sufrido modificaciones a lo largo del tiempo. La iglesia románica original se renovó en el siglo XII siguiendo los modelos arquitectónicos monumentales del suroeste de Francia y se repuso en parte después del terremoto de 1428. En su interior no se puede pasar por alto el Santísimo Misterio, el único descendimiento románico conservado in situ en Cataluña.

Adosados ​​a la iglesia se encuentran el claustro gótico (siglo XV) y la capilla de los Dolores (siglo XVIII), con la cúpula barroca del escultor Jacint Morató. Se conserva también el antiguo palacio abadicial, del siglo XIV-XV, donde actualmente se ubica el Centro de Interpretación del Mito del Conde Arnau, ya que este personaje de leyenda se relaciona con la primera comunidad de monjas de la abadía.

El museo del monasterio, abierto desde 1975 en la antigua rectoría, muestra una colección de pinturas, esculturas, tejidos y orfebrería del siglo VIII hasta el XX, la mayoría destinados al culto litúrgico.

En la orilla del río Gaià encontramos el monasterio de Santes Creus, el que fue el centro de una de las señorías monásticas más extensas e influyentes de la Corona de Aragón. Con una arquitectura sólida, grave y austera, la abadía refleja el modelo canónico de los monasterios del Cister (junto con Vallbona de les Monges y Poblet). Visitar Santes Creus es revivir un tiempo en que la pureza y el alejamiento del mundo se concretaban en un punto bien anclado en la tierra.

Fundado en 1160, el momento álgido de Santes Creus fue entre los siglos XIII y XIV, por su estrecha relación con la nobleza y el linaje real. Los reyes Pedro III de Aragón y Jaime II el Justo y su esposa Blanca de Anjou fueron mecenas del monasterio y escogieron ser enterrados aquí, en dos mausoleos góticos junto al altar mayor. El estudio y restauración del panteones reales, en 2010, permitieron descubrir los restos de Pedro III de Aragón y Blanca de Anjou, los únicos reyes de la Corona de Aragón los restos de los cuales se han mantenido intactos.

La planta del monasterio organiza los espacios en función de las necesidades de la comunidad. La iglesia, abierta al culto en 1225, es un ejemplo de la transición del románico al gótico. Aunque ofrece sensación de ligereza y grandiosidad, es un templo sólido y austero. Contrasta con el esplendor del claustro, del siglo XIV, el primero de estilo gótico de la Corona de Aragón.

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Durante la Semana de Corpus la capital de El Berguedà se transforma con la celebración de La Patum, una fiesta popular única en Cataluña que se ha mantenido prácticamente sin interrupción desde el siglo XV.

El origen de esta tradición, que en 2005 fue inscrita por la UNESCO en la Lista del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, se remonta a los entremeses, representaciones parateatrales que formaban parte de las procesiones medievales del Corpus.

Los días centrales de la celebración son el jueves y el domingo. Durante el mediodía La Patum es más reposada y solemne, mientras que por la noche es más festiva y participativa. Los principales personajes y momentos de la fiesta son el tambor, los turcos y caballitos, las mazas, la guita, el águila, los enanos viejos, los gigantes, los enanos nuevos, los plens (diablos) y el tirabol (comparsa final).

El momento culminante de La Patum son los plens, que convierten la plaza Mayor de Berga en un infierno de fuego. Los principales protagonistas de la fiesta bailan siguiendo el ritmo del tambor y de la música que Joaquim Serra compuso a finales del siglo XIX.