Accesibilidad | Patrimonio Cultural. Generalitat de Cataluña.

Accesibilidad

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La Necrópolis de Tárraco, situada en las afueras de la antigua ciudad de Tárraco, a orillas del río Francolí, nos ofrece un viaje en el tiempo hacia las prácticas funerarias y creencias del mundo romano y sobre la vida en los barrios fuera murallas de una ciudad romana.

Este extenso cementerio contiene tanto tumbas de personas de religión romana como tumbas de los primeros romanos cristianos, de entre los siglos III-V d.C. Con más de 2.000 entierros documentados, es uno de los cementerios más importantes de los conservados del imperio romano.

Al pasear por la necrópolis, se pueden contemplar diferentes tipos de sepulturas. El lugar y la forma del entierro variaba en función del estatus social de la persona difunta. Cuanta más categoría tenía, más cerca se enterraba de una vía principal, como la Vía Augusta. Así, encontrábamos desde simples fosas con ataúdes hechos de materiales como la madera, la piedra o el plomo, hasta monumentos funerarios más elaborados, como mausoleos e iglesias, con sarcófagos decorados.

En 1923 los trabajos de construcción de la Fábrica de Tabacos pusieron al descubierto la necrópolis. La posterior excavación permitió concluir que el 259 d.C. fueron enterrados el obispo de Tárraco Fructuoso y sus diáconos Augurio y Eulogio. También permitió localizar las criptas de los Arcos y la de los Ingenieros; revelar detalles sobre las creencias religiosas y la vida en época romana; y recuperar piezas, como la lauda sepulcral de Óptimo, el sarcófago de los Leones o la Muñeca de marfil, aparecida dentro de un sarcófago con los despojos de una niña de seis años.

La necrópolis de Tárraco es, pues, una parada imprescindible para todas aquellas personas interesadas en la arqueología y la historia romana, un lugar que forma parte del Conjunto Arqueológico de Táchira, inscrito en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO desde el 2000.

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Una casa blanca bajo un cielo azul intenso, el gallinero en segundo plano, herramientas del campo, vegetación y vida en todas partes. Así es como Joan Miró retrata al óleo Mas Miró, el lugar donde tomó la decisión de dedicarse plenamente a la pintura de por vida.
 
Aunque el pintor nació en Barcelona y murió en Palma, pasó largas temporadas en la casa familiar, situada en las afueras de Mont-roig del Camp. Es aquí donde se dejó cautivar por la vida rural y consolidó su vínculo con la tierra catalana, que marcaría para siempre el carácter del artista y, de rebote, su obra pictórica.
Mas Miró comprende el conjunto de edificios satélite de la masía de estilo colonial, erigidos en diferentes momentos entre el siglo XVIII y el XX. La visita al conjunto, catalogado como Bien Cultural de Interés Nacional, permite adentrarse en el taller del artista, descubrir sus esbozos y material, recorrer el jardín que conserva el gallinero, la capilla, los cultivos y el corral.
 
El paseo por este entorno –amenizado, si se quiere, por las actividades que ofrece la Fundació Mas Miró- es la experiencia ideal para conocer la cuna del estilo simbólico que hoy todos reconocemos como mironiano y que lo convirtió en uno de los pintores más relevantes del siglo XX.
El imponente edificio de la catedral de Girona esconde varios tesoros románicos. Románica fue la primera catedral consagrada en 1038 y, tal como ocurre con la mayoría de edificios religiosos, se fueron superponiendo otros estilos con las diferentes etapas constructivas.

Para encontrar el rastro de la arquitectura románica debemos visitar el claustro y, desde allí, hacer un vistazo al antiguo campanario, conocido también como la “torre de Carlomagno”. Tampoco podemos abandonar el edificio sin hacer un vistazo a lo que se conoce como el “tesoro de la catedral”, donde destaca el magnífico Tapiz de la Creación.

Datado en la segunda mitad del siglo XII, el claustro de la catedral de Girona es uno de los más interesantes del románico catalán gracias a su riqueza escultórica. Encontramos esculturas de gran calidad en sus 122 capiteles y en los frisos decorados que rodean los pilares. La piedra esculpida muestra escenas historiadas del Antiguo y del Nuevo Testamento, escenas aisladas con humanos y animales, y finalmente, motivos vegetales y geométricos puramente decorativos. Entre las representaciones más destacadas, podemos citar el capítulo del Anastasis o descendimiento de Cristo en el Infierno, en uno de los frisos de la galería sur, o episodios dedicados a Noé y al Diluvio, en la galería oeste.

El otro elemento arquitectónico románico es el antiguo campanario del edificio del siglo XI. Este campanario se podría comparar en monumentalidad a los de Sant Miquel de Cuixà y Sant Pere de Vic. Originalmente de planta cuadrada y con siete pisos de altura, presenta todos los elementos propios de los campanarios lombardos del siglo XI: lesenas, arcos ciegos, y frisos de diente de sierra como principales elementos decorativos, además de ventanas geminadas (dos por piso) con arcos de medio punto. Construido en dos fases, a partir del tercer piso destacan las arcuaciones y los frisos hechos con piedra volcánica negra, que los hacen destacar del conjunto.

El Tapiz de la Creación es una pieza casi única en el mundo solo igualada en valor artístico e histórico por el tapiz de Bayeux (s. XI). Se trata de un “retrato” medieval de la Creación que ilustra el origen del cielo y de la tierra tal como eran concebidos a finales del siglo XI. Como el Tapiz de la Creación no consta en ninguno de los inventarios de tejidos que se hacían en la Catedral de Girona, no se sabe con certeza el origen. No obstante, parece ser que esta pieza ornamental religiosa de unos 12 metros cuadrados se realizó en Girona a finales del siglo XI en un obrador de bordadores utilizando la pintura a la aguja. Actualmente el Tapiz de la Creación, junto con el Beatus de Girona, es uno de los elementos más destacados de la colección del Tesoro.

La Catedral de Girona forma parte de la escapada ‘Fin de semana románico: del Montseny a la Garrotxa’.




Autores de las fotografías: Bob Masters y Josep Giribet.
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El Museo de Terrasa explica la evolución del territorio y la ocupación humana de Terrassa y su comarca, desde los orígenes hasta nuestros días, a través de un fondo de más de 26.000 objetos. Una de sus peculiaridades es que no se encuentra todo concentrado en un único edificio. Para conocer las colecciones de arte, arqueología y artes decorativas, es necesario visitar seis espacios históricos de la ciudad.

Primera parada: el edificio medieval del Castillo Cartuja de Vallparadís, convertido en museo en 1959, que acoge la exposición permanente del Museo de Terrassa. Esta comienza explicando el medio natural, la prehistoria y el mundo antiguo. Se puede ver un brazalete de glicimeris del neolítico final (Cueva del Frare), un signaculum romano (Can Colomer) o una reconstrucción de un entierro en tegulae. Precisamente así es como encontraron en Ca n'Anglada el sarcófago de plomo de los siglos II-IV que también forma parte de la exposición.

A continuación se puede descubrir la Terrassa medieval con algunos objetos originales como la talla de la virgen románica de Sant Cugat. En la última sala se explica sobre todo cómo era la vida rural y la Revolución Industrial en la ciudad contemporánea. ¡Incluso se puede entrar en una casa de la posguerra!

Las extensiones del Museo de Terrassa llevarán al visitante a la Torre del Palau y Centro de Interpretación de la Villa Medieval de Terrassa (siglo XII), el Claustro del convento de Sant Francesc (siglo XVII), la Casa Alegre de Sagrera (siglo XIX pero reconvertida en una vivienda burguesa durante la época modernista) y también en la Sede de Egara, el elemento patrimonial más excepcional de Terrassa.
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La serigrafía textil se conoce como la técnica de estampación a la lionesa y debe su nombre a la fábrica "Lyon Barcelona S.A.", la más importante de España dedicada a la estampación y ubicada en Premià de Mar. Este municipio del Maresme, pionero en esta actividad textil, acoge desde 1983 el Museo de la Estampación, integrado en el Sistema Territorial del mNACTEC.

El objetivo del museo es explicar las diferentes etapas de la estampación en Cataluña, empezando por el siglo XVIII y las indianas. El proceso de producción de estos tejidos de algodón estampados por una sola cara es la antesala de la industrialización textil en Cataluña en el siglo XIX.

Por tanto, como no podía ser de otro modo, la sede del museo (desde 2002) es un símbolo de la actividad fabril en el Maresme. Se trata de la fábrica del gas de Premià de Mar de estilo modernista y neoclásico. Es la única fábrica de gas de hulla que queda en pie en Cataluña y en su interior se puede ver la exposición permanente con la evolución de las técnicas de estampación hasta la fecha. También se exponen algunos tejidos y vestidos de época.

Además, el Museo de la Estampación conserva, estudia y difunde el patrimonio arqueológico del municipio, así como la historia y etnografía locales.
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La criba (garbella, en catalán) era un antiguo impuesto que se cobraba sobre ciertos artículos de primera necesidad y, por extensión, también se utilizaba para designar los almacenes donde se guardaban estos productos. La Garbella es precisamente como se conoce la masía del siglo XVIII, en el centro de Arbúcies, donde se encuentra el Museo Etnológico del Montseny (MEMGA) en la Gabella, un nombre que marca un pasado histórico vinculado a las personas y al territorio. El MEMGA, inaugurado en 1985, se dedica a la conservación, difusión, investigación y exposición del patrimonio cultural del macizo del Montseny.

La visita a las instalaciones pasa por tres espacios. La planta baja está dedicada a los primeros pobladores y muestra la evolución de las formas de vida en el Montseny: prehistoria, mundo íbero, romanización y Edad Media. El visitante hace un recorrido por la historia donde se va encontrando objetos representativos (algunos originales, otras reproducciones). Dedica una sala al castillo de Montsoriu (siglo XIV) con una selección de materiales recuperados durante las intervenciones arqueológicas. Una gran maqueta de la fortificación preside el espacio.

La primera planta se centra en la sociedad tradicional de autoabastecimiento, que se basaba en la agricultura, la ganadería y la explotación forestal y estaba estructurada alrededor de los cortijos, pilar económico del siglo XIX en el Montseny, hasta la industrialización. Precisamente, la última planta del museo está dedicada a los cambios que produjo la llegada de la industria en la zona. Dentro de las colecciones del museo cabe destacar las muestras de oficios artesanales y de la primera industrialización.
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Ubicado estratégicamente en la cima de la montaña de Montjuïc, el castillo bautizado con el mismo nombre es una construcción defensiva imponente que responde al modelo de fortificaciones en forma de estrella. Su aspecto actual se debe a la reforma de las antiguas instalaciones realizada por el ingeniero militar Juan Martín Cermeño durante el siglo XVIII.

Más allá de su arquitectura, el castillo de Montjuïc ha sido escenario de numerosos episodios sangrientos y represivos a lo largo de sus 400 años de historia. Actualmente, el recinto es propiedad de la ciudad y se ha convertido en un símbolo de Barcelona.

Los orígenes del castillo se remontan a 1640, en plena Guerra dels Segadors, cuando se levantó un pequeño fortín en torno a una antigua torre de vigilancia. Era el inicio de la militarización de la montaña, que ha marcado su historia hasta mediados del siglo XX.

Esta pequeña fortificación inicial fue reformada y modernizada en profundidad por Juan Martín Cermeño. Terminada la Guerra de Sucesión (1701-1714), el castillo pasaba a titularidad monárquica y se establecía una guarnición permanente. Junto con la Ciutadella, Montjuïc se convertía en el guardián de la ciudad de Barcelona.

La intervención supuso el derribo del fortín original y la construcción de los nuevos edificios sobre una planta trapezoidal irregular adaptada a la topografía de la montaña, con cuatro baluartes en los extremos y un camino cubierto perimetral. Cermeño terminó de "modernizar" las instalaciones dotándolas de servicios, cisternas y ordenó también la construcción del foso.

A lo largo del siglo XIX el castillo volvió a tener protagonismo militar como represor de los movimientos insurreccionales en la ciudad. Hasta 3 veces se bombardeó Barcelona desde la fortaleza (1842, 1843 y 1856), que se utilizó para encarcelar sindicalistas, anarquistas y revolucionarios, igual que durante la Semana Trágica de 1909. Con la Guerra Civil Española el espacio tuvo los mismos usos en manos del gobierno republicano. Posteriormente, el castillo se convirtió en lugar conmemorativo de los vencedores de la guerra, prisión militar y escenario de consejos de guerra (el de mayor trascendencia política fue el fusilamiento del presidente Lluís Companys).

Se convirtió en museo militar en 1963. Finalmente el castillo pasó a titularidad municipal en 2007, cerrando definitivamente las puertas del museo y recuperando el espacio para la ciudad.
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En el siglo XVII la familia Papiol se estableció en Vilanova de Cubelles, la actual Vilanova i la Geltrú. Su poder y propiedades aumentaron hasta convertirse en una de las familias más influyentes del momento. La manera de demostrar esta posición social fue construir una mansión de 5 plantas en plena calle Major, hecho que pocas familias podían permitirse.

La casa se empezó a construir en 1790 por orden de Francesc de Papiol i Padró y se necesitaron 11 años para terminarla. Una austera fachada neoclásica ocultaba unos opulentos salones que reunieron la alta sociedad local hasta los años cincuenta. En 1961 se abrió al público como Museo Romántico, siguiendo los pasos del de Can Llopis de Sitges. Mantenía la estructura, la distribución y la decoración originales.

La planta noble, residencia principal de la familia, responde a un refinado gusto decimonónico donde destacan las grisallas de las paredes. Durante la visita se puede ver la sala de música, la de billar, y muy especialmente el gran salón de baile, donde la familia recibía a los invitados. El circuito también pasa por las habitaciones privadas del señor de la casa, los baños y los tocadores. La casa cuenta también con una pequeña capilla privada de estilo neoclásico y una biblioteca de cerca de 6.000 volúmenes datados entre el siglo XVI y XIX.

La mansión se divide en dos zonas más: la del servicio (que incluye cocina, panadería y despensa) y la de las tareas del campo (granero, bodega y establo). En la parte posterior de la residencia hay un jardín romántico que acoge algunos carruajes y bicicletas de la época.