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Desde la historia y la etnografía a la geografía y la economía, pasando por la ecología, el Museo de las Terres de l’Ebre (Amposta) da una visión transversal del territorio del delta del Ebro. El visitante puede conocer a los ilercavones, aprender diferentes tipologías de artes de pesca e incluso ver de cerca un laúd, la embarcación fluvial más característica.

Fue creado en 2011 como una ampliación y actualización del anterior Museo Comarcal del Montsià. Ocupa el antiguo edificio modernista de las Escuelas públicas Miquel Granell, adaptado a las necesidades de un proyecto museográfico moderno y sugerente. El museo conserva y gestiona una de las colecciones más importantes de naturaleza, arqueología y etnología de las Tierras del Ebro formada por más de 35.000 objetos, donde destaca la Falcata, una espada ibérica que forma parte del conjunto de urnas y ajuares de la necrópolis ibérica de Mianes (Santa Bàrbara).

La exposición permanente "Las Tierras del Ebro: la prehistoria a la edad media" hace un recorrido por la historia de la ribera baja del Ebro, a partir de los restos arqueológicos encontrados en la zona. La segunda sala "El Ebro: camino de agua" se centra en la influencia del río más importante de la Península Ibérica en la historia e identidad colectiva y reflexiona sobre cómo será el futuro del territorio.

En la web del Museo se pueden consultar varias piezas arqueológicas en 3D.

El Museo encabeza la red "Ebro, naturaleza & cultura" que aglutina museos, centros de interpretación, yacimientos y monumentos en diferentes municipios ebrencs.
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Se puede descubrir la historia de Tortosa en uno de los edificios más significativos de la ciudad. Se trata del antiguo matadero, una obra modernista del arquitecto Pau Monguió, construida sobre terrenos ganados al Ebro. En 2012 se trasladó el centenario Museo de Tortosa y se aprovechó la estructura de pabellones para mostrar un proyecto museístico totalmente renovado.

El museo tiene un fondo de más de 4.000 piezas entre las que figuran utensilios de sílex prehistóricos, estelas funerarias romanas, cerámica andalusí, capiteles góticos, señales de riada, herramientas de uno de los últimos alfareros de Tortosa y obra pictórica y escultórica de artistas tortosinos, entre otros.

El recorrido por la exposición permanente permite conocer la historia de Tortosa y su territorio, desde la prehistoria hasta la actualidad. Se muestran los vestigios de la Ilercavònia, Dertosa o Turtuxa. Se pueden ver las piezas más representativas de cada período histórico procedentes de la propia colección del museo y de otros museos que las han cedido en depósito, como el Museo del Prado, el MNAC, el Museu Nacional Arqueològic de Tarragona y el Museo de las Terres de l’Ebre. La obra contemporánea del artista Leonardo Escoda interactúa de manera transversal con el espacio y el contenido del museo.
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La idea de crear un museo en Valls se remonta al año 1909. Desde entonces se ha alimentado de donaciones y depósitos de mecenas hasta acoger una colección de más de un millar de obras del arte catalán de los últimos 120 años, considerada una de las mejores de Cataluña.

Ubicado desde 1970 en la Casa de Cultura, renovó totalmente sus instalaciones el año 1993. Haciendo un recorrido cronológico por la colección, encontramos muestras de realismo (F. Galofré Oller, Josep Marqués, Baldomer Galofré), modernismo e impresionismo (Isidre Nonell, Eliseu Meifrén, Enric Galwey, Joan Llimona, Francesc Vayreda) o novecentismo (Joaquim Sunyer, Enric Casanovas). Una de las joyas del museo es la colección de pinturas, esculturas y joyas de Manolo Hugué, vinculado a las primeras vanguardias.

El museo también tiene una buena representación de los artistas de la posguerra (Josep M. Mallol Suazo, Josep Amat, Joan Miró, Antoni Tàpies, Joan Brossa, Apel·les Fenosa, Modest Cuixart).

Destaca su colección de fotografía, sobre todo gracias al depósito realizado en 1998 por el fotógrafo Francesc Català-Roca. Se completa con obras de Pere Català Pic, Pere Català Roca, Colita, Xavier Miserachs, Leopoldo Pomés o Oriol Maspons.

Además de su colección de arte, el Museo de Valls también custodia una importante colección arqueológica centrada en el mundo íbero, disponible para los investigadores, y una colección etnográfica castellera que pasará a formar parte del futuro Museo Casteller de Cataluña.
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Para entender qué ha significado el siglo XX a nivel artístico en las tierras de poniente hace falta visitar el Museo de Arte Jaume Morera, dedicado al arte moderno y contemporáneo de Lleida. Aquí están representadas las diferentes disciplinas artísticas: pintura, escultura, arquitectura, dibujo, artes de estampación, diseño gráfico, fotografía, vídeo o incluso cómic, con un claro dominio de autores locales.

Inaugurado en 1917 en el antiguo Mercado de Sant Lluís, se ubica actualmente en el edificio del Casino Principal de Lleida a la espera de la construcción de su nueva sede. En los trabajos iniciales de conformación del fondo artístico del museo tuvo un papel muy destacado el pintor Jaume Morera i Galícia, que cedió su colección de arte y actuó de mecenas. En agradecimiento a su colaboración se puso su nombre al museo.

La colección abarca desde el cambio del siglo XIX - XX hasta nuestros días: desde Baldomer Gili, Xavier Gosé o Santiago Rusiñol hasta Joan Brossa o Albert Bayona. Una de las partes más destacadas de la colección es la referente a las vanguardias de los años 30 del siglo XX, donde tienen un lugar preferente las 190 obras del escultor Leande Cristòfol como De l’aire a l’aire (1933) o Nit de lluna (1935).
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Los paisajes de la Garrotxa han sido fuente de inspiración para varias generaciones de artistas, como queda reflejado visitando este museo. Ubicado en el tercer piso del edificio Hospici del siglo XVIII, el Museo de la Garrotxa (Olot) muestra la actividad artística de la comarca entre finales del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XX, poniendo el acento principalmente en la escuela paisajística de Olot. Esta corriente pictórica de la segunda mitad del siglo XIX, impulsado por los hermanos Joaquim y Marià Vayreda y por Josep Berga i Boix, trasladó el modelo de escuela paisajística de Barbizon en el arte catalán.

Obras de autores locales como Miquel Blay, Josep Clarà, Ramon Amadeu, Josep Berga i Boada, Melcior Domenge, Iu Pasqual, Francesc Vayreda, Xavier Nogués, Leonci Quera, Josep Pujol, Xavier Gosé, Laureà Barrau, entre otros, forman parte de la colección del museo.

Se completa con la presencia de otros autores extranjeros, principalmente de finales del siglo XIX y principios del XX como Enic Galwey, Joan Llimona, Joan Brull, Joaquim Mir y Ramon Casas, que tiene un lugar de honor en el museo. Y es que éste custodia desde el 1919 la pintura La càrrega, un lienzo de grandes dimensiones muy controvertido en su momento. También es destacable la colección de carteles modernistas.

En 2016 la exposición permanente aumentó con la cesión de 13 obras del MNAC de artistas que influyeron en la escuela paisajística olotense como Rafel Benet, Ramon Martí Alsina o Modest Urgell, que permiten  hacer una lectura más completa de la colección del museo. 
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Desde 2004, la Masía de Can Serra de Sant Adrià acoge el Museo de historia de la inmigración de Cataluña (MhiC) que actúa como centro de investigación y difusión de la memoria migratoria de Cataluña. Para ello, el museo ofrece una exposición permanente dividida en tres ámbitos que utilizan recursos museográficos modernos, interactivos y didácticos.

El ámbito Humanos en movimiento uestra comportamientos históricos de los movimientos humanos desde la prehistoria hasta el siglo XX. La visita continúa en el interior de un antiguo vagón de tren de mediados del siglo XX: el Sevillano. Este espacio quiere rendir homenaje a la generación protagonista de las migraciones interiores del siglo XX en Cataluña. Se completa con los testimonios y recuerdos de los que viajaron en él. El último ámbito presenta las migraciones del siglo XXI, las que tienen lugar en un mundo globalizado y en continua transformación.

El MhiC Dispone de un centro de documentación y recursos. Parte del fondo son cuestionarios de memoria oral que pueden rellenar los protagonistas de procesos migratorios.
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A partir de los años sesenta la Diputación de Tarragona fue adquiriendo un importante patrimonio artístico que no estaba al alcance de la ciudadanía. Por eso en 1976 creó el Museo de Arte Moderno, que tenía la finalidad de promover el estudio y el conocimiento del arte moderno y contemporáneo y, a la vez, conservar y mostrar estas colecciones.

La ubicación original escogida fue en la Casa Martí, una finca señorial del siglo XVIII en la parte alta de Tarragona. En 2008 el museo renovó su exposición permanente e inauguró un nuevo proyecto museográfico más moderno y didáctico.

El museo dedica unas salas en el Taller - Escuela de Pintura y Escultura que construyó la Generalitat republicana en Tarragona y la posterior Escuela Taller de Arte de la Diputación de Tarragona. También expone obras de artistas contemporáneos de los años ochenta de la zona como Bruno Gallart o Jaume Solé.

Una de las colecciones más importantes del museo es la del legado del escultor Julio Antonio. En la exposición permanente se pueden ver diversas facetas de su trabajo, haciendo hincapié en el Monumento a los Héroes de 1811, situado en la Rambla Nova de Tarragona. Otros representantes de la transición del siglo XIX al XX como Josep Tapiró también están presentes en la muestra.

Sin embargo, la obra más mediática del Museo de Arte Moderno de Tarragona lleva la firma de Joan Miró. Es el Tapiz de Tarragona, un proyecto de grandes dimensiones que el pintor hizo conjuntamente con Josep Royo. Miró regaló este tapiz en 1970 al Hospital de la Cruz Roja de Tarragona, dirigido entonces por Rafael Orozco, en agradecimiento a las atenciones que este médico ofreció a su hija. Cuando cerró esta institución la obra se cedió al museo donde ocupa un lugar de honor.
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Este edificio medieval es el regalo de Dalí a Gala, su esposa y musa. La casa-museo Castillo Gala Dalí de Púbol, abierta al público desde 1996, resume muy bien la relación establecida entre los dos amantes y, a la vez, permite descubrir el talento creativo del artista en todo tipo de detalles decorativos.

En 1969 Salvador Dalí adquiere el castillo de la baronía de Púbol, una fortificación del siglo XIV-XV muy deteriorada, pero con un aspecto misterioso y romántico que le cautivó. El propio artista se encargó personalmente de la decoración interior, creando representaciones pictóricas en los muros y techos y falsas arquitecturas. Dotó las estancias de antigüedades, barroquismo textil y simbología romántica, generando un ambiente sobrio y delicado, pensado para el refugio de su esposa.

Todo el edificio rinde culto a Gala, casi como si se tratara de una señora feudal. Incluso la pareja acordó que Dalí no la visitaría si no era con una invitación de ella por escrito.

En los años ochenta, el castillo se transformó en el último taller de Salvador Dalí. Actualmente se pueden ver las pinturas y dibujos que Dalí regaló a Gala, esculturas de elefantes de patas largas en el jardín y una colección de vestidos de alta costura. Sin duda, uno de los elementos más significativos es el mausoleo del sótano, diseñado por el pintor, donde fue enterrada Gala, la dama del castillo.

El Castillo Gala Dalí de Púbol forma, junto con la Casa Salvador Dalí de Portlligat y el Teatro-Museo Dalí de Figueres, el triángulo daliniano ampurdanés.
 
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Desde las primeras excavaciones en el siglo XIX, se ha puesto de manifiesto el importante patrimonio arqueológico del Pla de l'Estany. Y es que aquí se concentran algunos de los yacimientos de referencia de Cataluña. Los resultados de estas intervenciones realizadas en la comarca se encuentran recogidos en el Museo Arqueológico Comarcal de Banyoles. No es de extrañar, por tanto, que este equipamiento cuente con una de las colecciones de paleontología y arqueología más importantes de Cataluña.

El museo se inaugura oficialmente en 1943 y ocupa desde entonces el palacio gótico de la Pia Almoina. De 2000 a 2009 se ha reformado la museografía adaptándola a criterios modernos. Actualmente el Museo Arqueológico Comarcal de Banyoles dispone de tres salas para la exposición permanente (la sala de Paleontología, la de Prehistoria y la de Historia) que permiten hacer un recorrido desde el Terciario superior hasta el siglo XVIII dC.

En la sala de Paleontología destacan restos fósiles de grandes animales del Terciario y el Cuaternario, como el cráneo de un tigre con dientes de sable del yacimiento de Incarcal. La sala de Prehistoria dedica una atención especial a la mandíbula neandertaliana de Banyoles encontrada en 1887 en el Pla de la Formiga y muestra también varias piezas del poblado neolítico de La Draga y de las Cuevas de Serinyà.

Por su parte, la sala de Historia explica cómo era el Pla del Llac a través de los hallazgos hechos principalmente en el poblado ibérico de Mas Castell de Porqueres y la villa romana de Vilauba. Para la etapa medieval-moderna se centra, sobre todo, en el barrio viejo de Banyoles.
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El antiguo depósito de locomotoras de vapor de Vilanova i la Geltrú acoge desde 1990 una de las colecciones ferroviarias más importantes de Europa. Más de 60 vehículos de todas las épocas, tecnologías y países, incluidas 28 locomotoras de vapor de finales del siglo XIX, conforman la parte principal de la exposición del Museo del Ferrocarril de Cataluña.

A través de su colección se puede seguir como ha sido la historia del ferrocarril en España, empezando por una réplica del primer tren que circuló en la Península, la Mataró. Se puede ver también la locomotora original más antigua conservada en el Estado, el último vehículo de vapor o el primer Talgo. Complementan el recorrido objetos ferroviarios que explican cómo eran las estaciones o como se controlaba el tráfico ferroviario. Entre otros elementos, encontramos una mesa de enclaves y un puente de señales originarios de la Estación de Francia de Barcelona.

Además del aspecto técnico e histórico, el museo invita a conocer la vertiente social y emocional del mundo del tren. Por eso está concebido como un espacio de experiencias. Y es que los visitantes pueden entrar en las locomotoras, recorrer los trenes de viajeros e incluso ver proyecciones audiovisuales dentro de un vagón de mercancías.

La importante labor de conservación y divulgación del museo se pone de manifiesto en su centro de documentación, con más de 10.000 fotografías, 5.000 registros bibliográficos y 400 vídeos.