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Artes plásticas y visuales

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Si alguien fue capaz de hacer sombra a Georges Méliès fue Segundo de Chomón (1871- 1929). Fue uno de los pioneros más destacados de los primeros años del cine, sobre todo por su pericia con los efectos especiales. Nació en Teruel, aunque su carrera profesional la desarrolló entre Barcelona, ​​París y Turín. Productoras y directores de todo el mundo no se resistieron a sus "trucos" cinematográficos.

En el cambio del siglo XIX al XX se instaló en Barcelona, ​​donde comenzó a experimentar en el campo de los trucajes cinematográficos: primero desde su propia productora (Macaya y Marro) y después para la principal productora cinematográfica del mundo, Pathé. En esa época rodó su filme más conocido, L’hotel elèctric (1905), donde utilizó por primera vez en la historia del cine el procedimiento del paso de manivela (animación fotograma a fotograma, precursor del stop-motion).

Durante su etapa en París, rodó muchos de sus cortometrajes más sorprendentes, de imaginación desbordante y técnicamente innovadores. Uno de ellos fue Excursion dans la lune (1909), una adaptación del Voyage dans la lune (1902) de Méliès. El cineasta coloreó a mano la cinta, una técnica en la que fue pionero.

Aunque su nombre era poco conocido entre el gran público, gozaba de prestigio dentro del sector. Incluso colaboró con los directores Ferdinand Zecca (La Passion de Notre-Seigneur Jésus Christ, Le pêcheur de perles) y Giovanni Pastrone (Cabiria) como operador de cámara y técnico de efectos especiales. No hay que olvidar que el cineasta aragonés se puede considerar el inventor del travelling. Culminó su carrera con Napoleon (1927), de Abel Gance, donde utilizó un sistema que sería la antesala de los formatos panorámicos.

Murió prematuramente poco antes de que el cine sonoro se acabara imponiendo, dejando un legado muy importante para el desarrollo del arte cinematográfico.
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Con su cámara Leica inmortalizó episodios de la Guerra Civil que se han convertido en iconos. Agustí Centelles (1909-1985) es uno de los pioneros del fotoperiodismo moderno en Europa, comparado a menudo con Robert Capa.

Nacido en Valencia, de pequeño se trasladó a Barcelona con su familia. Aprendió el oficio a través de la Agrupación Fotográfica de Cataluña y desarrolló su trabajo de reportero gráfico en medios como El día gráfico, La Humanidad, Diario de Barcelona, ​​La Publicidad o La Vanguardia.

La mañana del 19 de julio de 1936, Centelles fue el primer periodista gráfico de Barcelona que salió a la calle para documentar los acontecimientos del levantamiento fascista y la respuesta popular. Su objetivo fotografió los consejos de guerra, la formación de milicias, la salida de columnas en el frente, así como la batalla de Teruel y la actividad del frente de Aragón. Allí dirigió la Unidad de Servicios Fotográficos del Ejército del Este (1937). Poco más tarde, se encargó del gabinete fotográfico del Departamento Especial de Información del Estado, donde trabajó con el comisario de propaganda de la Generalitat, Jaume Miravitlles, y los fotógrafos  Salvador Pujol y Pere Català i Roca.

Tras la derrota republicana, tuvo que exiliarse en Francia donde, como muchos otros refugiados, fue internado en campos de concentración: primero Argelès y después Bram. Pero su vocación de cronista no desfalleció. Allí, con Salvador Pujol, montaron un laboratorio fotográfico clandestino y documentaron las condiciones de vida de los refugiados.
Hasta el fin del franquismo no pudo difundir su obra. En 1976 recuperó el archivo que había dejado escondido en Carcasona hacía 32 años, que constaba de unos 4.000 negativos de la II República, la Guerra Civil Española y el exilio. En 1978 hizo su primera exposición con el material recuperado: Imatges d’un reporter. Estas fotografías son hoy una de las principales fuentes de información gráfica de la historia contemporánea de España.

En 2009, en medio de una gran polémica, los hijos de Agustí Centelles vendieron el archivo de su padre al Ministerio de Cultura y actualmente se encuentra en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. Aún así, el Archivo Fotográfico de Barcelona y el MNAC también custodian copias de época y positivados hechos por el autor.
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La visita al Museo de Historia de Girona comienza observando su edificio. Es un casal gótico (siglo XV) propiedad de la familia Cartellà que se convirtió en el convento capuchino de San Antonio en el siglo XVIII. De esta época se conserva el cementerio, la cisterna y el claustro. A finales del siglo XIX se adaptó como instituto y, finalmente, se transformó en museo en 1981. Además, acoge los restos de la muralla de la antigua Gerunda y una parte del recinto de la Judería medieval.

Todo un viaje por la historia de Girona que ya anuncia lo que encontrará expuesto el visitante en su interior: un recorrido cronológico por la Girona romana, la medieval, la moderna y la contemporánea que se completa con diversos ámbitos de tradiciones catalanas como el de la copla y la sardana.

Entre las piezas destacadas se encuentra el fragmento del mosaico pavimental de Can Pau Birol del 300 dC, la escultura de bronce del Ángel de la Catedral de Girona realizada en 1764 por Ramon Salvatella, las obras modernistas y novecentistas los escultores Fidel Aguilar y Ricard Guinó o los carteles de actos políticos de la Transición en Girona, entre otros.

El museo gestiona también el refugio antiaéreo del Jardí de la Infància, de la Guerra Civil, y el establecimiento modernista de la Agencia Gómez.
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Una de las consecuencias de la Revolución Francesa fue el nacimiento nacionalismos en Europa. Cataluña no se quedó al margen y a mediados del siglo XIX apareció la Renaixença, un movimiento cultural que tenía el objetivo de hacer del catalán una lengua literaria y de cultura a la vez que exaltaba la historia de Cataluña y la idea de patria.

En este contexto, nació en 1890 en Barcelona el Centre Excursionista de Catalunya. El objetivo fundacional era "fomentar las excursiones por nuestra tierra para hacer que sea conocida y amada, y también publicar los trabajos resultantes de estas excursiones, crear una biblioteca y archivo". Qué mejor manera de documentar las salidas, a finales del siglo XIX, que a través de la fotografía.

El Centre Excursionista recogió tal cantidad de material gráfico que tuvo que crear el Archivo Fotográfico en la calle Paradís de Barcelona. Actualmente custodia más de 100 fondos (400.000 imágenes) procedentes de donaciones particulares y legados. Las temáticas son variadas: paisajes de Cataluña y actividades montañosas, arqueología, espeleología, náutica, ciclismo, boxeo... El conjunto es un importante legado histórico de la Cataluña de los siglos XIX y XX.

Paralelamente, el Archivo muestra la evolución técnica de la fotografía. Encontramos colodiones en vidrio de la década de 1860, placas de gelatinobromuro de plata de finales del siglo XIX, nitratos, placas estereoscópicas y autocromos. También se conservan utensilios fotográficos históricos como cámaras, trípodes, instrumentos de laboratorio o fotómetros.
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Se puede descubrir la historia de Tortosa en uno de los edificios más significativos de la ciudad. Se trata del antiguo matadero, una obra modernista del arquitecto Pau Monguió, construida sobre terrenos ganados al Ebro. En 2012 se trasladó el centenario Museo de Tortosa y se aprovechó la estructura de pabellones para mostrar un proyecto museístico totalmente renovado.

El museo tiene un fondo de más de 4.000 piezas entre las que figuran utensilios de sílex prehistóricos, estelas funerarias romanas, cerámica andalusí, capiteles góticos, señales de riada, herramientas de uno de los últimos alfareros de Tortosa y obra pictórica y escultórica de artistas tortosinos, entre otros.

El recorrido por la exposición permanente permite conocer la historia de Tortosa y su territorio, desde la prehistoria hasta la actualidad. Se muestran los vestigios de la Ilercavònia, Dertosa o Turtuxa. Se pueden ver las piezas más representativas de cada período histórico procedentes de la propia colección del museo y de otros museos que las han cedido en depósito, como el Museo del Prado, el MNAC, el Museu Nacional Arqueològic de Tarragona y el Museo de las Terres de l’Ebre. La obra contemporánea del artista Leonardo Escoda interactúa de manera transversal con el espacio y el contenido del museo.
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La idea de crear un museo en Valls se remonta al año 1909. Desde entonces se ha alimentado de donaciones y depósitos de mecenas hasta acoger una colección de más de un millar de obras del arte catalán de los últimos 120 años, considerada una de las mejores de Cataluña.

Ubicado desde 1970 en la Casa de Cultura, renovó totalmente sus instalaciones el año 1993. Haciendo un recorrido cronológico por la colección, encontramos muestras de realismo (F. Galofré Oller, Josep Marqués, Baldomer Galofré), modernismo e impresionismo (Isidre Nonell, Eliseu Meifrén, Enric Galwey, Joan Llimona, Francesc Vayreda) o novecentismo (Joaquim Sunyer, Enric Casanovas). Una de las joyas del museo es la colección de pinturas, esculturas y joyas de Manolo Hugué, vinculado a las primeras vanguardias.

El museo también tiene una buena representación de los artistas de la posguerra (Josep M. Mallol Suazo, Josep Amat, Joan Miró, Antoni Tàpies, Joan Brossa, Apel·les Fenosa, Modest Cuixart).

Destaca su colección de fotografía, sobre todo gracias al depósito realizado en 1998 por el fotógrafo Francesc Català-Roca. Se completa con obras de Pere Català Pic, Pere Català Roca, Colita, Xavier Miserachs, Leopoldo Pomés o Oriol Maspons.

Además de su colección de arte, el Museo de Valls también custodia una importante colección arqueológica centrada en el mundo íbero, disponible para los investigadores, y una colección etnográfica castellera que pasará a formar parte del futuro Museo Casteller de Cataluña.
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Para entender qué ha significado el siglo XX a nivel artístico en las tierras de poniente hace falta visitar el Museo de Arte Jaume Morera, dedicado al arte moderno y contemporáneo de Lleida. Aquí están representadas las diferentes disciplinas artísticas: pintura, escultura, arquitectura, dibujo, artes de estampación, diseño gráfico, fotografía, vídeo o incluso cómic, con un claro dominio de autores locales.

Inaugurado en 1917 en el antiguo Mercado de Sant Lluís, se ubica actualmente en el edificio del Casino Principal de Lleida a la espera de la construcción de su nueva sede. En los trabajos iniciales de conformación del fondo artístico del museo tuvo un papel muy destacado el pintor Jaume Morera i Galícia, que cedió su colección de arte y actuó de mecenas. En agradecimiento a su colaboración se puso su nombre al museo.

La colección abarca desde el cambio del siglo XIX - XX hasta nuestros días: desde Baldomer Gili, Xavier Gosé o Santiago Rusiñol hasta Joan Brossa o Albert Bayona. Una de las partes más destacadas de la colección es la referente a las vanguardias de los años 30 del siglo XX, donde tienen un lugar preferente las 190 obras del escultor Leande Cristòfol como De l’aire a l’aire (1933) o Nit de lluna (1935).
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Los paisajes de la Garrotxa han sido fuente de inspiración para varias generaciones de artistas, como queda reflejado visitando este museo. Ubicado en el tercer piso del edificio Hospici del siglo XVIII, el Museo de la Garrotxa (Olot) muestra la actividad artística de la comarca entre finales del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XX, poniendo el acento principalmente en la escuela paisajística de Olot. Esta corriente pictórica de la segunda mitad del siglo XIX, impulsado por los hermanos Joaquim y Marià Vayreda y por Josep Berga i Boix, trasladó el modelo de escuela paisajística de Barbizon en el arte catalán.

Obras de autores locales como Miquel Blay, Josep Clarà, Ramon Amadeu, Josep Berga i Boada, Melcior Domenge, Iu Pasqual, Francesc Vayreda, Xavier Nogués, Leonci Quera, Josep Pujol, Xavier Gosé, Laureà Barrau, entre otros, forman parte de la colección del museo.

Se completa con la presencia de otros autores extranjeros, principalmente de finales del siglo XIX y principios del XX como Enic Galwey, Joan Llimona, Joan Brull, Joaquim Mir y Ramon Casas, que tiene un lugar de honor en el museo. Y es que éste custodia desde el 1919 la pintura La càrrega, un lienzo de grandes dimensiones muy controvertido en su momento. También es destacable la colección de carteles modernistas.

En 2016 la exposición permanente aumentó con la cesión de 13 obras del MNAC de artistas que influyeron en la escuela paisajística olotense como Rafel Benet, Ramon Martí Alsina o Modest Urgell, que permiten  hacer una lectura más completa de la colección del museo. 
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A partir de los años sesenta la Diputación de Tarragona fue adquiriendo un importante patrimonio artístico que no estaba al alcance de la ciudadanía. Por eso en 1976 creó el Museo de Arte Moderno, que tenía la finalidad de promover el estudio y el conocimiento del arte moderno y contemporáneo y, a la vez, conservar y mostrar estas colecciones.

La ubicación original escogida fue en la Casa Martí, una finca señorial del siglo XVIII en la parte alta de Tarragona. En 2008 el museo renovó su exposición permanente e inauguró un nuevo proyecto museográfico más moderno y didáctico.

El museo dedica unas salas en el Taller - Escuela de Pintura y Escultura que construyó la Generalitat republicana en Tarragona y la posterior Escuela Taller de Arte de la Diputación de Tarragona. También expone obras de artistas contemporáneos de los años ochenta de la zona como Bruno Gallart o Jaume Solé.

Una de las colecciones más importantes del museo es la del legado del escultor Julio Antonio. En la exposición permanente se pueden ver diversas facetas de su trabajo, haciendo hincapié en el Monumento a los Héroes de 1811, situado en la Rambla Nova de Tarragona. Otros representantes de la transición del siglo XIX al XX como Josep Tapiró también están presentes en la muestra.

Sin embargo, la obra más mediática del Museo de Arte Moderno de Tarragona lleva la firma de Joan Miró. Es el Tapiz de Tarragona, un proyecto de grandes dimensiones que el pintor hizo conjuntamente con Josep Royo. Miró regaló este tapiz en 1970 al Hospital de la Cruz Roja de Tarragona, dirigido entonces por Rafael Orozco, en agradecimiento a las atenciones que este médico ofreció a su hija. Cuando cerró esta institución la obra se cedió al museo donde ocupa un lugar de honor.
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El pintor Josep Guinovart i Bertran, máximo representante del informalismo, pasó buena parte de la Guerra Civil en Agramunt, el pueblo de su madre. Entonces tenía unos 9 o 10 años. Para huir de los bombardeos vivió con su familia en una cabaña en el campo. Aunque en 1941 volvió a Barcelona, ​​esta experiencia lo acercó a la naturaleza y en un entorno rural que influyó en su obra y lo vinculó para siempre en el municipio. Tanto es así que en 1990 el artista quiso crear un centro para la creación y la promoción del arte contemporáneo en Agramunt: el Espacio Guinovart.

Se inauguró en 1994 y ocupa el edificio de un antiguo mercado de los años 30. Conserva los soportales laterales, donde estaban ubicadas las paradas. Ahora se han reconvertido en galerías que muestran, de manera rotatoria, la Colección de la Fundación. El gran espacio central, ocupado anteriormente por paradas abiertas, ahora acoge el Mural de las cuatro estaciones y dos instalaciones: La cabaña y La era.

Estas tres obras fueron concebidas especialmente para el Espacio Guinovart. Giran en torno a Agramunt, en su territorio, a su paisaje y su gente. Del imaginario local se crea una visión universal que pone sobre la mesa temas como el ciclo vital o el hábitat en relación con la naturaleza.